sábado, 30 de enero de 2010

Lectura y Santoral 30-01-10

El que hace la voluntad de Dios permanece para siempre
Primera Lectura. Primera carta del apóstol san Juan 2,12-17
Os escribo, hijos míos, que se os han perdonado vuestros pecados por su nombre. Os escribo, padres, que ya conocéis al que existía desde el principio. Os escribo, jóvenes, que ya habéis vencido al Maligno. Os repito, hijos, que ya conocéis al Padre. Os repito, padres, que ya conocéis al que existía desde el principio. Os repito, jóvenes, que sois fuertes y que la palabra de Dios permanece en vosotros, y que ya habéis vencido al Maligno. No améis al mundo ni lo que hay en el mundo. Si alguno ama al mundo, no está en él el amor del Padre. Porque lo que hay en el mundo -las pasiones de la carne, y la codicia de los ojos, y la arrogancia del dinero-, eso no procede del Padre, sino que procede del mundo. Y el mundo pasa, con sus pasiones. Pero el que hace la voluntad de Dios permanece para siempre.
Palabra de Dios.


Lecturas obtenidas de www.archimadrid.es
Hablaba del niño a todos los que aguardaban la liberación de Jerusalén
Evangelio de nuestro Señor Jesucristo - Lucas 2, 36-40
En aquel tiempo, había una profetisa, Ana, hija de Fanuel, de la tribu de Aser. Era una mujer muy anciana; de jovencita había vivido siete años casada, y luego viuda hasta los ochenta y cuatro; no se apartaba del templo día y noche, sirviendo a Dios con ayunos y oraciones. Acercándose en aquel momento, daba gracias a Dios y hablaba del niño a todos los que aguardaban la liberación de Jerusalén. Y cuando cumplieron todo lo que prescribía la ley del Señor, se volvieron a Galilea, a su ciudad de Nazaret. El niño iba creciendo y robusteciéndose, y se llenaba de sabiduría; y la gracia de Dios lo acompañaba.
Palabra del Señor.

Lecturas obtenidas de www.archimadrid.es
Santa JACINTA de MARISCOTTI, Abadesa (1585-1640)
SANTA JACINTA de MARISCOTTI (1585-1640) nació en Viterbo, Italia, en la más alta cuna de la nobleza: su madre era una Orsini, y condesa de Vignatello.

Como joven de alcurnia, se aficionó al lujo y las posesiones, llenándose de vanidad y soberbia. Pero a los 20 años, al seguir soltera, a regañadientes ingresó al convento como Terciaria Franciscana. Cambió su nombre a Jacinta, pero en realidad no le interesaba la religión. Incluso enclaustrada no renunció a la vida opulenta, y pronto su celda se llenó de comodidades y objetos suntuosos.

A la edad de 30, sin embargo, contrajo una enfermedad extraña que la mantuvo al borde de la muerte, al grado de que urgió a que le llevaran a un confesor. Mas cuando éste vio la opulencia en que vivía la enferma, se negó a entrar a la celda y la reprendió severamente. Cuáles serían sus palabras, que Santa Jacinta se transformó por dentro de manera radical.

A partir de ahí cambió sus sedas por el viejo sayal de una hermana recién fallecida. En el claustro se disculpó públicamente con todas sus compañeras, besándoles los pies a cada una, acto que luego convirtió en costumbre. Desde entonces fue la más obediente y sumisa, buscando redimirse con humildad y oración; se dice que solía presentarse con una soga al cuello, como animal.

Luego de mucho tiempo fue nombrada vicesuperiora y maestra de novicias. Fundó dos cofradías para ayudar a los enfermos y hacer obras de caridad y buscar la conversión de los escépticos.

SANTA JACINTA de MARISCOTTI nos enseña el valor del arrepentimiento.

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