jueves, 13 de octubre de 2016

Lecturas y Santoral 13/10/2016. Jueves, vigésimo octava semana del Tiempo Ordinario

Él nos eligió en Cristo antes de la fundación del mundo
Primera Lectura. Comienzo de la carta del apóstol san Pablo a los Efesios 1, 1-10
Pablo, apóstol de Cristo Jesús por voluntad de Dios, a los santos que están en Éfeso, a los fieles en Cristo Jesús:
Gracia y paz a vosotros de parte de Dios, nuestro Padre, y del Señor Jesucristo.
Bendito sea Dios, Padre de nuestro Señor Jesucristo, que nos ha bendecido en Cristo con toda clase de bendiciones espirituales en los cielos.
Él nos eligió en Cristo antes de la fundación del mundo para que fuésemos santos e intachables ante él por el amor.
Él nos ha destinado por medio de Jesucristo, según el beneplácito de su voluntad, a ser sus hijos, para alabanza de la gloria de su gracia, que tan generosamente nos ha concedido en el Amado.
En él, por su sangre, tenemos la redención, el perdón de los pecados, conforme a la riqueza de la gracia, que en su sabiduría y prudencia ha derrochado sobre nosotros, dándonos a conocer el misterio de su voluntad: el plan que había proyectado realizar por Cristo, en la plenitud de los tiempos: recapitular en Cristo todas las cosas del cielo y de la tierra.

Palabra de Dios


Salmo Responsorial. Sal 97, 1. 2-3ab. 3cd-4. 5-6
El Señor da a conocer su salvación.
Cantad al Señor un cántico nuevo,
porque ha hecho maravillas.
Su diestra le ha dado la victoria,
su santo brazo.

El Señor da a conocer su salvación.
El Señor da a conocer su victoria,
revela a las naciones su justicia.
Se acordó de su misericordia y su fidelidad
en favor de la casa de Israel.

El Señor da a conocer su salvación.
Los confines de la tierra han contemplado
la salvación de nuestro Dios.
Aclamad al Señor, tierra entera;
gritad, vitoread, tocad.

El Señor da a conocer su salvación.
Tañed la cítara para el Señor,
suenen los instrumentos:
con clarines y al son de trompetas,
aclamad al Rey y Señor.

El Señor da a conocer su salvación.
Se le pedirá cuenta de la sangre de los profetas, desde la sangre de Abel hasta la de Zacarías
Evangelio de nuestro Señor Jesucristo. Lucas 11, 47-54
En aquel tiempo, dijo el Señor:
-"¡Ay de vosotros, que edificáis mausoleos a los profetas, a quienes mataron vuestros padres!
Así sois testigos de lo que hicieron vuestros padres, y lo aprobáis; porque ellos los mataron, y vosotros les edificáis mausoleos.
Por eso dijo la Sabiduría de Dios: "Les enviaré profetas y apóstoles: a algunos de ellos los matarán y perseguirán"; y así a esta generación se le pedirá cuenta de la sangre de todos los profetas derramada desde la creación del mundo; desde la sangre de Abel hasta la sangre de Zacarías, que pereció entre el altar y el santuario.
Sí, os lo repito: se le pedirá cuenta a esta generación.
¡Ay de vosotros, maestros de la ley, que os habéis apoderado de la llave de la ciencia: vosotros no habéis entrado y a los que intentaban entrar se lo habéis impedido!".
Al salir de allí, los escribas y fariseos empezaron a acosarlo implacablemente y a tirarle de la lengua con muchas preguntas capciosas, tendiéndole trampas para cazarlo con alguna palabra de su boca.

Palabra de Dios

San Eduardo el Confesor

Después del abandono, las luchas y la opresión durante el reinado de los dos soberanos daneses, Harold Harefoot y Artacanuto, el pueblo inglés acogió con júbilo al representante de la antigua dinastía inglesa, San Eduardo el Confesor. Las cualidades que merecieron a Eduardo ser venerado como santo, se referían más bien a su persona que a su administración como soberano pues era un hombre piadoso, amable y amante de la paz.

Eduardo era hijo de Eteredo y de la normanda Ema. Durante la época de la supremacía danesa, fue enviado a Normandía cuando tenía 10 años y regresó a su patria en 1042 cuando fue elegido rey. A la edad de 42 años contrajo matrimonio con Edith, la hija del Conde Godwino, la mayor amenaza para su reino. La tradición sostiene que San Eduardo y su esposa guardaron perpetua continencia por amor a Dios y como un medio para alcanzar la perfección.

La administración justa y equitativa de San Eduardo le hizo muy popular entre sus súbditos. La perfecta armonía que reinaba entre él y sus consejeros se convitió más tarde en el sueño dorado ya que durante el reinado de Eudardo, los barones normandos y los representantes del pueblo inglés ejercieron una profunda influencia en la legislación y el gobierno. Uno de los actos más populares del reinado de San Eduardo fue la supresión del impuesto para el ejército; los impuestos recaudados de casa en casa en la época del santo fueron repartidos entre los pobres.

Durante el destierro en Normandía, San Eduardo había prometido ir en peregrinación al sepulcro de San Pedro en Roma, si Dios se dignaba poner término a las desventuras de su familia. Después de su ascenso al trono, convocó un concilio y manifestó públicamente la promesa con que se había ligado. Sin embargo, la Asamblea le manifestó que con su partida se abriría el camino a las disensiones en el interior del país y los ataques de las potencias extranjeras. El rey decidió someter el asunto a juicio del Papa San León IX, quien le sugirió repartir el dinero que habría gastado en el viaje entre los pobres, y construir un monasterio en honor a San Pedro.

El último año de vida del santo se vio turbado por la tensión entre el Conde Tostig Godwinsson de Nortumbría y sus súbditos; finalmente el monarca tuvo que desterrar al conde.

Falleció en 1065. La canonización de San Eduardo tuvo lugar en 1161, y dos años después de que su cuerpo se mantenía incorrupto, fue trasladado por Santo Tomás Becket a una capilla del coro de la abadía de Westminster, de la cual San Eduardo fue su promotor, el 13 de octubre, fecha en que se celebra actualmente su fiesta.


Beata Alejandrina María Da Costa

en Balasar (Oporto, Portugal) el año 1904. Estaba dotada de un temperamento feliz y comunicativo. En 1918, para salvar su pureza amenazada por un hombre, no dudó en tirarse por la ventana desde una altura de cuatro metros, lastimándose la columna vertebral. Su parálisis fue progresando hasta que, en 1925, quedó postrada en cama.

Hasta 1928 no dejó de pedirle al Señor, por intercesión de la Virgen, la gracia de la curación, pero luego comprendió que el sufrimiento era su vocación y la abrazó con prontitud. Se remontan a este período los primeros fenómenos místicos extraordinarios, cuando Alejandrina inició una vida de grande unión con Jesús en los Sagrarios, por medio de María Santísima. Llegaron los éxtasis relativos a la Pasión del Señor.

Desde 1942 Alejandrina dejó de alimentarse, viviendo sólo de la Eucaristía. En medio de sus sufrimientos se interesaba por los pobres y por sus parroquianos. Murió en Balasar el 13 de octubre de 1955, aniversario de la última aparición de la Virgen de Fátima, de la que era muy devota. Fue beatificada el año 2004.

San Geraldo de Aurillac
Nació en el condado de Aurillac (Auvernia, Francia) hacia el año 855. Recibió una educación acorde con su nobleza, pero la falta de salud no le permitió empuñar las armas. Desde joven destacó por su piedad y su caridad para con los pobres.

Sucedió a su padre en el gobierno del condado y ejerció la autoridad con un gran sentido de la justicia. Vivía como monje, aunque con hábito secular. Al regreso de una peregrinación a Roma, fundó un monasterio, en el que le habría gustado profesar, pero la misma autoridad de la Iglesia le dijo que su sitio estaba en el mundo. Quedó ciego en el 902, y murió en Saint-Cierges el año 909.


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