viernes, 26 de febrero de 2010

Lecturas y Santoral 26-02-10

¿Acaso quiero yo la muerte del malvado, y no que se convierta de su conducta y que viva?
Primera Lectura. Ezequiel 18,21-28
Así dice el Señor Dios: «Si el malvado se convierte de los pecados cometidos y guarda mis preceptos, practica el derecho y la justicia, ciertamente vivirá y no morirá. No se le tendrán en cuenta los delitos que cometió, por la justicia que hizo, vivirá. ¿Acaso quiero yo la muerte del malvado -oráculo del Señor-, y no que se convierta de su conducta y que viva? Si el justo se aparta de su justicia y comete maldad, imitando las abominaciones del malvado, ¿vivirá acaso?; no se tendrá en cuenta la justicia que hizo: por la iniquidad que perpetró y por el pecado que cometió, morirá. Comentáis: "No es justo el proceder del Señor". Escuchad, casa de Israel: ¿Es injusto mi proceder?, ¿o no es vuestro proceder el que es injusto? Cuando el justo se aparta de su justicia, comete la maldad y muere, muere por la maldad que cometió. Y cuando el malvado se convierte de la maldad que hizo y practica el derecho y la justicia, él mismo salva su vida. Si recapacita y se convierte de los delitos cometidos, ciertamente vivirá y no morirá.»
Palabra de Dios.
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Salmo Responsorial Salmo 129, 1-2. 3-4. 5-7a. 7bc-8
Si llevas cuenta de los delitos, Señor, ¿quién podrá resistir?
Desde lo hondo a ti grito, Señor; Señor, escucha mi voz; estén tus oídos atentos a la voz de mi súplica.
Si llevas cuenta de los delitos, Señor, ¿quién podrá resistir?
Si llevas cuenta de los delitos, Señor, ¿quién podrá resistir? Pero de ti procede el perdón, y así infundes respeto.
Si llevas cuenta de los delitos, Señor, ¿quién podrá resistir?
Mi alma espera en el Señor, espera en su palabra; mi alma aguarda al Señor, más que el centinela la aurora. Aguarde Israel al Señor, como el centinela la aurora.
Si llevas cuenta de los delitos, Señor, ¿quién podrá resistir?
Porque del Señor viene la misericordia, la redención copiosa; y él redimirá a Israel de todos sus delitos.
Si llevas cuenta de los delitos, Señor, ¿quién podrá resistir?
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Vete primero a reconciliarte con tu hermano
Evangelio de nuestro Señor Jesucristo - Mateo 5, 20-26
En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: - «Si no sois mejores que los escribas y fariseos, no entraréis en el reino de los cielos. Habéis oído que se dijo a los antiguos: "No matarás", y el que mate será procesado. Pero yo os digo: Todo el que esté peleado con su hermano será procesado. Y si uno llama a su hermano "imbécil", tendrá que comparecer ante el Sanedrín, y si lo llama "renegado", merece la condena del fuego. Por tanto, si cuando vas a poner tu ofrenda sobre el altar, te acuerdas allí mismo de que tu hermano tiene quejas contra ti, deja allí tu ofrenda ante el altar y vete primero a reconciliarte con tu hermano, y entonces vuelve a presentar tu ofrenda. Con el que te pone pleito, procura arreglarte en seguida, mientras vais todavía de camino, no sea que te entregue al juez, y el juez al alguacil, y te metan en la cárcel. Te aseguro que no saldrás de allí hasta que hayas pagado el último cuarto.»
Palabra del Señor.
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San Alejandro de Alejandría +326


No es lo suficientemente conocido este gran Patriarca de Alejandría, que será quien en primer lugar se enfrente contra el heresiarca Arrio y el primero que descubra sus errores. Nació hacia el año 250 y se distinguió pronto por las ricas cualidades que adornaban su alma. Los historiadores de la época y posteriores nos lo pintan como un hombre de carácter dulce y afable, lleno siempre de enorme caridad para con todos los hermanos, especialmente para con los más pobres. Otra cualidad, hermana gemela de ésta, notaban en él cuantos le trataban. Era conciliador. Ante él no podía haber riñas y corazones encontrados...

Por otra parte parece que se contradice con estos rasgos característicos suyos lo que durante toda su vida se podrá apreciar ya que, como era profundo conocedor de la ortodoxia cristiana y un enamorado de la fe y persona de Jesucristo y de su Iglesia, cuando las veía atacadas se levantaba con fuerza contra todo lo que pudiera empañar su blancura, la de su Señor y la de su Madre. Por ello en sus luchas durísimas contra Arrio y sus secuaces será más bien duro, mordaz e incansable luchador.

El año 313 moría Aquillas, el Patriarca de Alejandría y era elegido para esta Sede nuestro protagonista. Parece que eran dos los candidatos para ocuparla: Alejandro y Arrio. Los primeros años del patriarcado de Alejandro, Arrio estuvo sumiso y reinaron buenas relaciones entre ambos. Parece que el nuevo Patriarca se entregó de lleno a defender y propagar a las multitudes que en aquel entonces se retiraban del mundo a la soledad para mejor servir al Señor. Eran millares los que esto hacían. Alejandro conocía bien que esto era un gran fuerza para la Iglesia ya que la oración y penitencia serán siempre fundamentos, junto con la caridad, de toda la vida cristiana.

San Alejandro será siempre recordado también por la historia como el gran descubridor y profundo formador del futuro Padre de la Iglesia San Atanasio. Supo descubrir la gran obra a que este hombre singular estaba llamado por la Divina Providencia y no escatimó sacrificios para formarle según el espíritu del Evangelio.

Pero la máxima gloria proviene a San Alejandro--como ya indicamos arriba--por su lucha contra el hereje Arrio, al que con ejemplar valentía le descubrió sus muchos errores contra la fe cristiana. Arrio empezó a separar y distinguir tanto a las Tres Divinas Personas que prácticamente para él tan sólo el Padre era verdadero Dios... El Verbo y el Espíritu Santo eran de inferior categoría y estaba totalmente subordinados al Padre. Para sacarle de éste y otros errores el Patriarca Alejandro tuvo varias conversaciones con él en privado y al ver que nada progresaba... convocó el año 320 un sínodo en Alejandría al que acudieron más de cien Obispos. Se presentó Arrio y expuso su doctrina siendo condenado unánimemente por toda aquella Magna Asamblea de Padres. Después de aquel anatema lanzado contra Arrio y su doctrina, éste, en vez de someterse con humildad y reconocer sus errores, partió para diversos lugares y se dedicó a extender su malévola doctrina. Los dos Eusebios--de Cesarea y de Nicomedia--intercedían ante Alejandro y ante el emperador Constantino para que Arrio pudiera volver a la Iglesia católica y por lo tanto se le levantara la excomunión. Para ello el emperador escribió cartas a Arrio y a Alejandro y encomendó la reconciliación al gran obispo Osio de Córdoba. Pronto se dio cuenta este sabio obispo que con Arrio no había nada que hacer. Había que convocar un Concilio Universal y así se hizo el 325, el primero, celebrado en Nicea. San Alejandro a pesar de su avanzada edad y muchos achaques por su dura lucha contra la herejía, asistió y desempeñó un importantísimo influjo en la condenación del arrianismo que hizo el Concilio. Murió el 26 de febrero del 326.

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jueves, 25 de febrero de 2010

Lecturas y Santoral 25-02-10

No tengo otro auxilio fuera de ti, Señor
Primera Lectura. Libro de Ester 14, 1. 3-5. 12-14
En aquellos días, la reina Ester, temiendo el peligro inminente, acudió al Señor y rezó así al Señor, Dios de Israel: 1 «Señor mío, único rey nuestro. Protégeme, que estoy sola y no tengo otro defensor fuera de ti, pues yo misma me he expuesto al peligro. Desde mi infancia oí, en el seno de mi familia, cómo tú, Señor, escogiste a Israel entre las naciones, a nuestros padres entre todos sus antepasados, para ser tu heredad perpetua; y les cumpliste lo que habías prometido. Atiende, Señor, muéstrate a nosotros en la tribulación, y dame valor, Señor, rey de los dioses y señor de poderosos. Pon en mi boca un discurso acertado cuando tenga que hablar al león; haz que cambie y aborrezca a nuestro enemigo, para que perezca con todos sus cómplices. A nosotros, líbranos con tu mano; y a mí, que no tengo otro auxilio fuera de ti, protégeme tú, Señor, que lo sabes todo.»
Palabra de Dios.
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Salmo Responsorial Salmo 137, 1-2a. 2bc y 3. 7c-8
Cuando te invoqué, me escuchaste, Señor.
Te doy gracias, Señor, de todo corazón; delante de los ángeles tañeré. Para tí, me postraré hacia tu santuario.
Cuando te invoqué, me escuchaste, Señor.
Daré gracias a tu nombre, por tu misericordia y tu lealtad; cuando te invoqué, me escuchaste, acreciste el valor en mi alma.
Cuando te invoqué, me escuchaste, Señor.
Tu derecha me salva. El Señor completará sus favores conmigo: Señor, tu misericordia es eterna, no abandones la obra de tus manos.
Cuando te invoqué, me escuchaste, Señor.
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Quien pide recibe
Evangelio de nuestro Señor Jesucristo - Mateo 7, 7-12
En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: -«Pedid y se os dará, buscad y encontraréis, llamad y se os abrirá; porque quien pide recibe, quien busca encuentra y al que llama se le abre. Si a alguno de vosotros le pide su hijo pan, ¿le va a dar una piedra?; y si le pide pescado, ¿le dará una serpiente? Pues si vosotros, que sois malos, sabéis dar cosas buenas a vuestros hijos, ¡cuánto más vuestro Padre del cielo dará cosas buenas a los que le piden! En resumen: Tratad a los demás como queréis que ellos os traten; en esto consiste la Ley y los profetas.»
Palabra del Señor.
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San Valerio S. VII


La persecución es herencia de cuantos quieran seguir de cerca al Divino Maestro. El Papa Benedicto XV hasta llegó a decir, en animada charla con un grupo de cardenales, que la "persecución" es la quinta nota esencial de la Iglesia.

San Valerio fue sin duda alguna uno de los santos que más duramente haya sido perseguido durante toda su vida. No fue el suyo un camino de rosas.

A principios del siglo VII nació en la Provincia de León, cerca de Astorga, y por estas cercanías pasó casi toda su larga vida yendo de una a otra parte y encontrando dificultades de todo tipo para poder tomar una residencia fija para lo que él ansiaba: Servir a Dios en la oración y penitencia.

Recibida una esmerada educación cristiana, trató de vivir siempre de acuerdo con ella. Pronto se dio cuenta de que la juventud caminaba por las vías del abandono religioso y de la entrega a los placeres de la carne, y él huyendo se quiso retirar a un Monasterio famoso en su tiempo y que había fundado unos años antes el santo Obispo de Braga San Fructuoso. A pesar de sus buenas intenciones y excelentes cualidades que le adornaban, no fue admitido en aquel monasterio, porque otros eran los planes que la Divina Providencia tenía sobre él. Debía cargar con la cruz de la persecución y de la penitencia, sobre todo, de la que conlleva la inseguridad y vida nómada a la que desde ahora se verá forzado en todas partes. Bien se le podía nombrar patrón de los hombres que van de camino, de los que se hallan faltos de seguridad...

Como sentía un atractivo irresistible hacia la vida de soledad y silencio, se retiró a una ermita, sita cerca del castillo de la Piedra, no lejana a la villa de Astorga. Allí se entregó a la oración, al ayuno y la maceración de su cuerpo. Pronto corrió la voz por aquellos contornos de la santidad de vida de aquel joven ermitaño y muchos acudían a visitarle, a pedirle sus oraciones y consejos para su caminar espiritual. Esta ermita estaba a cargo de un clérigo que se llamaba Flayno. Al ver las ricas limosnas que le entregaban todos los buenos visitantes para su sustento y para que pudiera hacer limosnas a los que siendo más pobres que él le visitaban... pronto se despertó en el corazón del ávaro Flayno deseo de apoderarse de todo aquello y le exigía le entregase todo que le daban. Más aún, le obligó a marcharse de allí y los buenos cristianos acudían al nuevo paradero de Valerio y allá iban a parar sus limosnas. Flayno no dudó de acudir allá y quería apoderarse también de estas limosnas que ya nada tenían que ver con su ermita. Llegó incluso a pegarle y burlarse de él.

Sus admiradores le adquirieron una ermita en un pueblecillo llamado Ebronato y allí se sentía dichoso entregado a la oración y penitencia. Pronto el amo de aquella heredad, llamado Racimino, empezó a tenerle envidia de ver lo admirado y querido que era de todo el mundo y trató de echarlo de su finca con los mayores improperios. Puso al frente de aquella iglesia a un tal Justo, diácono, que no tenía de justo más que el nombre y también trató de hacer la vida imposible al pacífico ermitaño Valerio. Lo veían los fieles y trataban de ayudarle, pero no siempre podían hacerlo.

Por fin, después de más de veinte años de duras pruebas y persecuciones de todo tipo, recibió la inspiración del cielo de que se trasladase a la región del Bierzo, y allí edificase una Ermita que sería su cobijo hasta su muerte. Así lo hizo y en aquel lugar tan solitario, lejos del mundanal ruido, se entregó a la más dura penitencia y prolongada oración. El Señor le bendijo copiosamente y obraba muchos prodigios por su medio.

Hizo el voto de no perder ni un minuto de tiempo, y así, cuando terminaba su oración se entregaba a trabajos manuales o a escribir, ya que también, a pesar de su escasa formación literaria, nos dejó preciosos tratados espirituales y varias vidas ejemplares. Por fin un 25 de febrero, de finales del siglo VII, expiró en el Señor.

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miércoles, 24 de febrero de 2010

Lecturas y Santoral 24-02-10

Los ninivitas se convirtieron de su mala vida
Primera Lectura. Profecía de Jonás 3, 1 -10
Vino la palabra del Señor sobre Jonás: - «Levántate y vete a Ninive, la gran ciudad, y predícale el mensaje que te digo.» Se levantó Jonás y fue a Nínive, como mandó el Señor. Nínive era una gran ciudad, tres días hacían falta para recorrerla. Comenzó Jonás a entrar por la ciudad y caminó durante un día, proclamando: - «¡Dentro de cuarenta días Nínive será destruida!» Creyeron en Dios los ninivitas; proclamaron el ayuno y se vistieron de saco, grandes y pequeños. Llegó el mensaje al rey de Nínive; se levantó del trono, dejó el manto, se cubrió de saco, se sentó en el polvo y mandó al heraldo a proclamar en su nombre a Ninive: -«Hombres y animales, vacas y ovejas, no prueben bocado, no pasten ni beban; vístanse de saco hombres y animales; invoquen fervientemente a Dios, que se convierta cada cual de su mala vida y de la violencia de sus manos; quizá se arrepienta, se compadezca Dios, quizá cese el incendio de su ira, y no pereceremos.» Y vio Dios sus obras, su conversión de la mala vida; se compadeció y se arrepintió Dios de la catástrofe con que había amenazado a Nínive, y no la ejecutó.
Palabra de Dios.
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Salmo Responsorial Salmo 50, 3-4. 12-13. 18-19
Un corazón quebrantado y humillado, tú, Dios mío, no lo desprecias.
Misericordia, Dios mío, por tu bondad, por tu inmensa compasión borra mi culpa; lava del todo mi delito, limpia mi pecado.
Un corazón quebrantado y humillado, tú, Dios mío, no lo desprecias.
Oh Dios, crea en mí un corazón puro, renuévame por dentro con espíritu firme; no me arrojes lejos de tu rostro, no me quites tu santo espíritu.
Un corazón quebrantado y humillado, tú, Dios mío, no lo desprecias.
Los sacrificios no te satisfacen: si te ofreciera un holocausto, no lo querrías. Mi sacrificio es un espíritu quebrantado; un corazón quebrantado y humillado, tú no lo desprecias.
Un corazón quebrantado y humillado, tú, Dios mío, no lo desprecias.
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A esta generación no se le dará más signo que el signo de Jonás
Evangelio de nuestro Se¤or Jesucristo - Lucas 11, 29-32
En aquel tiempo, la gente se apiñaba alrededor de Jesús, y él se puso a decirles: - «Esta generación es una generación perversa. Pide un signo, pero no se le dará más signo que el signo de Jonás. Como Jonás fue un signo para los habitantes de Nínive, lo mismo será el Hijo del hombre para esta generación. Cuando sean juzgados los hombres de esta generación, la reina del Sur se levantará y hará que los condenen; porque ella vino desde los confines de la tierra para escuchar la sabiduría de Salomón, y aquí hay uno que es más que Salomón. Cuando sea juzgada esta generación, los hombres de Nínive se alzarán y harán que los condenen; porque ellos se convirtieron con la predicación de Jonás, y aquí hay uno que es más que Jonás.»
Palabra del Señor.
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Modesto - Obispo


Su apelativo bien pronunciado indica al poseedor de una virtud altamente costosa de conseguir y dice mucho con relación a la templanza que ayuda al perfecto dominio de sí. Buen servicio hizo esta virtud al santo que la llevó en su nombre.

El pastor de Tréveris trabaja y se desvive por los fieles de Jesucristo, allá por el siglo V. Lo presentan los escritos narradores de su vida adornado con todas las virtudes que debe llevar consigo un obispo.

Al leer el relato, uno va comprobando que, con modalidades diversas, el hombre continúa siendo el mismo a lo largo de la historia. No cambia en su esencia, no son distintos sus vicios y ni siquiera se puede decir que no sea un indigente de los mismos remedios ayer que hoy. Precisamente en el orden de la sobrenatural, las necesidades corren parejas por el mismo sendero, las virtudes a adquirir son siempre las mismas y los medios disponibles son idénticos. Fueron inventados hace mucho tiempo y el hombre ha cambiado poco y siempre por fuera.

Modesto es un buen obispo que se encuentra con un pueblo invadido y su población asolada por los reyes francos Merboco y Quildeberto. A su gente le pasa lo que suele suceder como consecuencia del desastre de las guerras. Soportan todas las consecuencias del desorden, del desaliento, del dolor de los muertos y de la indigencia. Están descaminados los usos y costumbres de los cristianos; abunda el vicio, el desarreglo y libertinaje. Para colmo de males, si la comunidad cristiana está deshecha, el estado en que se encuentra el clero es aún más deplorable. En su mayor parte, están desviados, sumidos en el error y algunos nadan en la corrupción.

El obispo está al borde del desaliento; lleno de dolor y con el alma encogida por lo que ve y oye. Es muy difícil poner de nuevo en tal desierto la semilla del Evangelio. Humanamente la tarea se presenta con dificultades que parecen insuperables.

Reacciona haciendo cada día más suyo el camino que bien sabía habían tomado con éxito los santos. Se refugia en la oración; allí gime en la presencia de Dios, pidiendo y suplicando que aplaque su ira. Apoya el ruego con generosa penitencia; llora los pecados de su pueblo y ayuna. Sí, son muchas las horas pasadas con el Señor como confidente y recordándole que, al fin y al cabo, las almas son suyas.

No deja otros medios que están a su alcance y que forman parte del ministerio. También predica. Va poco a poco en una labor lenta; comienza a visitar las casas y a conocer en directo a su gente. Sobre todo, los pobres se benefician primeramente de su generosidad. En esas conversaciones de hogar instruye, anima, da ejemplo y empuja en el caminar.

Lo que parecía imposible se realiza. Hay un cambio entre los fieles que supo ganar con paciencia y amabilidad. Ahora es el pueblo quien busca a su obispo porque quiere gustar más de los misterios de la fe. Ya estuvieron sobrado tiempo siendo rudos, ignorantes y groseros.

Murió -y la gente decía que era un santo el que se iba- el 24 de febrero del año 486.

El relato reafirma juntamente la pequeñez del hombre -el de ayer y el de hoy- y su grandeza.

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martes, 23 de febrero de 2010

Lecturas y Santoral 23-02-10

Mi palabra hará mi voluntad
Primera Lectura. Libro de Isaías 55, 10-11
Así dice el Señor: «Como bajan la lluvia y la nieve del cielo, y no vuelven allá sino después de empapar la tierra, de fecundarla y hacerla germinar, para que dé semilla al sembrador y pan al que come, así será mi palabra, que sale de mi boca: no volverá a mi vacía, sino que hará mi voluntad y cumplirá mi encargo.»
Palabra de Dios.
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Salmo Responsorial Salmo 33, 4-5. 6-7. 16-17. 18-19
El Señor libra de sus angustias a los justos.
Proclamad conmigo la grandeza del Señor, ensalcemos juntos su nombre. Yo consulté al Señor, y me respondió, me libró de todas mis ansias.
El Señor libra de sus angustias a los justos.
Contempladlo, y quedaréis radiantes, vuestro rostro no se avergonzará. Si el afligido invoca al Señor, él lo escucha y lo salva de sus angustias.
El Señor libra de sus angustias a los justos.
Los ojos del Señor miran a los justos, sus oídos escuchan sus gritos; pero el Señor se enfrenta con los malhechores, para borrar de la tierra su memoria.
El Señor libra de sus angustias a los justos.
Cuando uno grita, el Señor lo escucha y lo libra de sus angustias; el Señor está cerca de los atribulados, salva a los abatidos.
El Señor libra de sus angustias a los justos.
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Vosotros rezad así
Evangelio de nuestro Señor Jesucristo - Mateo 6, 7-15
En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: - «Cuando recéis, no uséis muchas palabras, como los gentiles, que se imaginan que por hablar mucho les harán caso. No seáis como ellos, pues vuestro Padre sabe lo que os hace falta antes de que lo pidáis. Vosotros rezad así: "Padre nuestro del cielo, santificado sea tu nombre, venga tu reino, hágase tu voluntad en la tierra como en el cielo, danos hoy el pan nuestro de cada día, perdónanos nuestras ofensas, pues nosotros hemos perdonado a los que nos han ofendido, no nos dejes caer en la tentación, sino líbranos del Maligno." Porque si perdonáis a los demás sus culpas, también vuestro Padre del cielo os perdonará a vosotros. Pero si no perdonáis a los demás, tampoco vuestro Padre perdonará vuestras culpas.»
Palabra del Señor.
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Los Cristianos disponemos de:
  1. la Sagrada Escritura y
  2. una sólida tradición apostólica que comienza con el testimonio de los que fueron testigos oculares del Señor
Me maravilla pensar en Juan el apóstol, aquel que reposó su cabeza en el pecho del Señor, que a su vez enseñó todo lo que había aprendido a sus discípulos y uno de ellos fue Policarpo de Esmirna quien a su vez trasmitió su enseñanza a otros muchos, uno de ellos un pequeño niño llamado Ireneo...

Y de esta manera podemos ir rastreando desde el minuto en que escribo esto hasta encontrar al Señor, ya no solo guiando mis pensamientos y mi vida, como creo firmemente que lo está, sino en aquel momento histórico de hace tantos años en que, tras su muerte y gloriosa Resurrección, envió su Santo Espíritu en Pentecostés para que Juan, el resto de apóstoles y discípulos, perdieran su miedo y salieran, como Iglesia, comunidad de Dios a predicar el mensaje, a ser testigos de Jesus, del Amor de Dios por los hombres para que, a pesar de las mentiras, del dolor, de toda dificultad y amenaza que este mundo pueda mostrarnos, confiemos en Él, en que creemos en su Palabra que nos llega por el amor y la entrega de personas que estuvieron a su lado, rezaron con él, recibieron su enseñanza y enseñaron a muchos otros, como Policarpo.

Y es por este motivo que voy a extenderme un poco en el día de hoy, facilitando toda la información que en su día encontré de Policarpo, aquel que momentos antes de su martirio contestó esto a sus acusadores ante la insistencia de que renegara de Jesús y alabara al César: "Hace 86 años que sirvo a Jesucristo y de Él solo he recibido bienes; ¿cómo puedo maldecir a mi rey y Señor?"

Agustín
San Policarpo, discípulo de los apóstoles. Obispo de Esmirna (+155)
Brillaba en Asia en tiempos del emperador Trajano, Policarpo. Discípulo de los Apóstoles, los testigos oculares y ministros del Señor que le habían confiado el episcopado de la Iglesia de Esmirna.

Policarpo de Esmirna debió de nacer hacia el año 69. Según San Ireneo, que dice saberlo del mismo Policarpo, fue discípulo de Juan el Apóstol quien seguramente fue quien le hizo Obispo de Esmirna antes del año 100. A juzgar por el tono de la carta de Policarpo a los cristianos de Filipo, su fama y autoridad llegó pronto lejos.

Policarpo e Ireneo
Los fieles le profesaban una gran admiración. Y entre sus discípulos tuvo a varios varones importantes uno de ellos san Ireneo. San Ireneo, en una carta a un cristiano que había dejado la verdadera fe y se dedicaba a enseñar errores, le dice así: "Esto no era lo que enseñaba nuestro venerable maestro San Policarpo. Ah, yo te puedo mostrar el sitio en el que este gran santo acostumbraba sentarse a predicar. Todavía recuerdo la venerabilidad de su comportamiento, la santidad de su persona, la majestad de su rostro y las santísimas enseñanza con que nos instruía. Todavía me parece estarle oyendo contar que él había conversado con San Juan y con muchos otros que habían conocido a Jesucristo, y repetir las palabras que había oído de ellos. Y yo te puedo jurar que si San Policarpo oyera las herejías que ahora están diciendo algunos, se taparía los oídos y repetiría aquella frase que acostumbraba decir: Dios mío, ¿por qué me has hecho vivir hasta hoy para oír semejantes horrores? Y se habría alejado inmediatamente de los que afirman tales cosas".

Ignacio de Antioquía y Policarpo
Ignacio de Antioquía fue segundo en obtener la sucesión de Pedro en el episcopado de Antioquía. Debió de nacer poco después del S.I y a juzgar por el tono de su carta a Policarpo era mayor que este. Fue trasladado a Roma desde Siria para ser pasto de las fieras y, mientras era conducido a través de Asia iba dando ánimos con sus exhortaciones a las Iglesias de cada ciudad, poniendo hincapié en que se aferraran solícitamente a la tradición de los apóstoles cuidándose mucho de las herejías que por entonces empezaban a pulular (especialmente los docetas).

Como Ignacio veía su martirio cercano creyó necesario escribir para que no se perdieran las enseñanzas:
  • Hayándose Esmirna escribió a varias Iglesias.
  • Ya lejos de Esmirna, en Tróade, conversa con Policarpo, que presidía la Iglesia de Esmirna. [San Policarpo salió a recibirlo y besó emocionado sus cadenas.]Ignacio reconociendo a Policarpo como varón verdaderamente apostólico y porque era pastor legítimo y bueno, le confía su propio rebaño de Antioquía y le pide que se preocupe de él con solicitud [ Policarpo por petición de San Ignacio escribió una carta a los cristianos del Asia, carta que según San Jerónimo, era sumamente apreciada por los antiguos cristianos.]
Policarpo en la carta dirigida a los Filipenses y atribuida a él (ver carta a los Filipenses), hace mención del martirio de Ignacio diciendo textualmente: "Os exhorto pues, a todos vosotros, a obedecer y a ejercitar toda paciencia, la que vistis con vuestros ojos no solamente en los bienaventurados Ignacio, Rufo y Zósimo, sino también en otros de los vuestros, y en el mismo Pablo y en los demás apóstoles, persuadidos de que todos éstos no corrieron en vano sino en la fe y en la justicia (...) que amaron a aquel que murió por nosotros y por nosotros también resucitó por obra de Dios".

Los cristianos de Esmirna escribieron una bellísima carta poco después del martirio de este gran santo, y en ella nos cuentan datos muy interesantes, por ejemplo los siguientes:

"Cuando estalló la persecución, Policarpo no se presentó voluntariamente a las autoridades para que lo mataran, porque él tenía temor de que su voluntad no fuera lo suficientemente fuerte para ser capaz de enfrentarse al martirio, y porque sus fuerzas no eran ya tan grandes pues era muy anciano. El se escondió, pero un esclavo fue y contó dónde estaba escondido y el gobierno envió un piquete de soldados a llevarlo preso. Era de noche cuando llegaron. El se levantó de la cama y exclamó: "Hágase la santa voluntad de Dios". Luego mandó que les dieran una buena cena a los que lo iban a llevar preso y les pidió que le permitieran rezar un rato. Pasó bastantes minutos rezando y varios de los soldados, al verlo tan piadoso y tan santo, se arrepintieron de haber ido a llevarlo preso.

El populacho estaba reunido en el estadio y allá fue llevado Policarpo para ser juzgado. El gobernador le dijo: "Declare que el César es el Señor". Policarpo respondió: "Yo sólo reconozco como mi Señor a Jesucristo, el Hijo de Dios". Añadió el gobernador: ¿Y qué pierde con echar un poco de incienso ante el altar del César? Renuncie a su Cristo y salvará su vida. A lo cual San Policarpo dio una respuesta admirable. Dijo así: "Ochenta y seis años llevo sirviendo a Jesucristo y El nunca me ha fallado en nada. ¿Cómo le voy yo a fallar a El ahora? Yo seré siempre amigo de Cristo".

El gobernador le grita: "Si no adora al César y sigue adorando a Cristo lo condenaré a las llamas",. Y el santo responde: "Me amenazas con fuego que dura unos momentos y después se apaga. Yo lo que quiero es no tener que ir nunca al fuego eterno que nunca se apaga".

En ese momento el populacho empezó a gritar: ¡Este es el jefe de los cristianos, el que prohibe adorar a nuestros dioses. Que lo quemen! Y también los judíos pedían que lo quemaran vivo. El gobernador les hizo caso y decretó su pena de muerte, y todos aquellos enemigos de nuestra santa religión se fueron a traer leña de los hornos y talleres para encender una hoguera y quemarlo.

Hicieron un gran montón de leña y colocaron sobre él a Policarpo. Los verdugos querían amarrarlo a un palo con cadenas pero él les dijo: "Por favor: déjenme así, que el Señor me concederá valora para soportar este tormento sin tratar de alejarme de él". Entonces lo único que hicieron fue atarle las manos por detrás.

Policarpo, elevando los ojos hacia el cielo, oró así en alta voz: "Señor Dios, Todopoderoso, Padre de Nuestro Señor Jesucristo: yo te bendigo porque me has permitido llegar a esta situación y me concedes la gracia de formar parte del grupo de tus mártires, y me das el gran honor de poder participar del cáliz de amargura que tu propio Hijo Jesús tuvo que tomar antes de llegar a su resurrección gloriosa. Concédeme la gracia de ser admitido entre el grupo de los que sacrifican su vida por Ti y haz que este sacrificio te sea totalmente agradable. Yo te alabo y te bendigo Padre Cestial por tu santísimo Hijo Jesucristo a quien sea dada la gloria junto al Espíritu Santo, por los siglos de los siglos".

"Tan pronto terminó Policarpo de rezar su oración, prendieron fuego a la leña, y entonces sucedió un milagro ante nuestros ojos y a la vista de todos los que estábamos allí presentes (sigue diciendo la carta escrita por los testigos que presenciaron su martirio): las llamas, haciendo una gran circunferencia, rodearon al cuerpo del mártir, y el cuerpo de Policarpo ya no parecía un cuerpo humano quemado sino un hermoso pan tostado, o un pedazo de oro sacado de un horno ardiente. Y todos los alrededores se llenaron de un agradabilísimo olor como de un fino incienso. Los verdugos recibieron la orden de atravesar el corazón del mártir con un lanzazo, y en ese momento vimos salir volando desde allí hacia lo alto una blanquísima paloma, y al brotar la sangre del corazón del santo, en seguida la hoguera se apagó".

"Los judíos y paganos le pidieron al jefe de la guardia que destruyeran e hicieran desaparecer el cuerpo del mártir, y el militar lo mandó quemar, pero nosotros alcanzamos a recoger algunos de sus huesos y los veneramos como un tesoro más valioso que las más ricas joyas, y los llevamos al sitio donde nos reunimos para orar".

El día de su martirio fue el 23 de febrero del año 155.

Concédanos el Dios Todopoderoso poder también nosotros como San Policarpo ser fieles a Nuestro Señor Jesucristo hasta el último momento de nuestra vida.
Acta completa del martirio de san Policarpo

Santoral confeccionado consultando: Historia Eclesiástica de Eusebio de Cesarea ,http://www.archimeridabadajoz.org y el acta del martirio de www.primeroscristianos.com

lunes, 22 de febrero de 2010

Lecturas y Santoral 22-02-10

Presbítero como ellos y testigo de los sufrimientos de Cristo
Primera Lectura. 1ª carta San Pedro
Queridos hermanos: A los presbíteros en esa comunidad, yo, presbítero como ellos, testigo de los sufrimientos de Cristo y participe de la gloria que va a manifestarse, os exhorto: Sed pastores del rebaño de Dios que tenéis a vuestro cargo, gobernándolo no a la fuerza, sino de buena gana, como Dios quiere; no por sórdida ganancia, sino con generosidad; no como déspotas sobre la heredad de Dios, sino convirtiéndoos en modelos del rebaño. Y cuando aparezca el supremo Pastor, recibiréis la corona de gloria que no se marchita.
Palabra de Dios.
Lecturas obtenidas de www.archimadrid.es
Salmo Responsorial Salmo 22, 1-3. 4. 5. 6
El Señor es mi pastor, nada me falta.
El Señor es mi pastor, nada me falta: en verdes praderas me hace recostar; me conduce hacia fuentes tranquilas y repara, mis fuerzas; me guía por el sendero justo, por el honor de su nombre.
El Señor es mi pastor, nada me falta.
Aunque camine por cañadas oscuras, nada temo, porque tú vas conmigo: tu vara y tu cayado me sosiegan.
El Señor es mi pastor, nada me falta.
Preparas una mesa ante mí, enfrente de mis enemigos; me unges la cabeza con perfume, y mi copa rebosa.
El Señor es mi pastor, nada me falta.
Tu bondad y tu misericordia me acompañan todos los días de mi vida, y habitaré en la casa del Señor por años sin término.
El Señor es mi pastor, nada me falta.
Lecturas obtenidas de www.archimadrid.es
Tú eres Pedro, y te daré las llaves del reino de los cielos
Evangelio de nuestro Señor Jesucristo - Mateo 16, 13-19
En aquel tiempo, al llegar a la región de Cesarea de Filipo, Jesús preguntó a sus discípulos: -«¿Quién dice la gente que es el Hijo del hombre?» Ellos contestaron: -«Unos que Juan Bautista, otros que Elías, otros que Jeremías o uno de los profetas.» Él les preguntó: -«Y vosotros, ¿quién decís que soy yo?» Simón Pedro tomó la palabra y dijo: -«Tú eres el Mesías, el Hijo de Dios vivo.» Jesús le respondió: -«¡Dichoso tú, Simón, hijo de Jonás!, porque eso no te lo ha revelado nadie de carne y hueso, sino mi Padre que está en el cielo. Ahora te digo yo: Tú eres Pedro, y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia, y el poder del infierno no la derrotará. Te daré las llaves del reino de los cielos; lo que ates en la tierra quedará atado en el cielo, y lo que desates en la tierra quedará desatado en el cielo. »
Palabra del Señor.
Lecturas obtenidas de www.archimadrid.es
La cátedra del Apóstol San Pedro
El 22 de febrero estaba consagrado en la antigua Roma al recuerdo de los difuntos de la familia. La fiesta de la Cátedra de San Pedro enlaza, por tanto, con el culto que los cristianos tributaban en el presente día a sus padres en la fe junto a las tumbas de Pedro en el Vaticano y de Pablo en la carretera de Ostia. Mas, al convertirse el 29 de junio - tras la paz de Constantino (313) - en la gran festividad anual de los dos Apóstoles, se quiso honrar el 22 de febrero en la Cátedra de Pedro la promoción del Pescador de Galilea al cargo de Pastor supremo de la Iglesia.

Por consiguiente, hoy es la fiesta del "Tu es Petrus", la memoria de la misión que Cristo confió a Pedro de ser el apoyo de sus hermanos. De ahí que la propia liturgia exalte la fe de Pedro como la roca sobre la que se asienta la Iglesia. Mas, si bien el servicio de Pedro consiste en asegurar a la Iglesia por medio de su doctrina "la integridad de la fe", también debe procurar la unidad de los cristianos, "presidir en caridad" (Ignacio de Antioquía), conducir a todos los bautizados a la participación del mismo pan y a beber del mismo cáliz.. Por eso le suplicamos al Señor que haga que el Padre sea para el pueblo cristiano "el principio y fundamento visible de su unidad en una misma fe y en una misma comunión".

Este supremo y universal Primado de Pedro, perpetuo como la Iglesia misma, fue fijado establemente por Pedro en Roma, la ciudad de su episcopado particular y universal, en la que derramará su sangre por Cristo.

Una realidad maravillosa, que tanto ponderará San Cipriano, pocos decenios después: "Se da a Pedro el Primado, para que se muestre que es una la Iglesia de Cristo y una la cátedra... Dios es uno, uno el Cristo, una la Iglesia, y una la cátedra fundada sobre Pedro"... "el lugar del Papa Fabián es el lugar de Pedro"...

Por eso el colegio episcopal permanece unido al Obispado de Roma y sucesor de Pedro, al enseñar gobernar y juzgar. Y así repite en Oriente el año 451 el Concilio ecuménico de Calcedonia: "Pedro nos ha hablado por la voz de León".

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domingo, 21 de febrero de 2010

Lecturas y Santoral 21-02-10

Profesión de fe del pueblo escogido
Primera Lectura. Libro del Deuteronomio 26, 4-10
Dijo Moisés al pueblo: - «El sacerdote tomará de tu mano la cesta con las primicias y la pondrá ante el altar del Señor, tu Dios. Entonces tú dirás ante el Señor, tu Dios: "Mi padre fue un arameo errante, que bajó a Egipto, y se estableció allí, con unas pocas personas. Pero luego creció, hasta convertirse en una raza grande, potente y numerosa. Los egipcios nos maltrataron y nos oprimieron, y nos impusieron una dura esclavitud. Entonces clamamos al Señor, Dios de nuestros padres, y el Señor escuchó nuestra voz, miró nuestra opresión, nuestro trabajo y nuestra angustia. El Señor nos sacó de Egipto con mano fuerte y brazo extendido, en medio de gran terror, con signos y portentos. Nos introdujo en este lugar, y nos dio esta tierra, una tierra que mana leche y miel. Por eso, ahora traigo aquí las primicias de los frutos del suelo que tú, Señor, me has dado." Lo pondrás ante el Señor, tu Dios, y te postrarás en presencia del Señor, tu Dios.»
Palabra de Dios.
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Salmo Responsorial Salmo 90, 1-2. 10-11. 12-13. 14-15
Está conmigo, Señor, en la tribulación.
Tú que habitas al amparo del Altísimo, que vives a la sombra del Omnipotente, di al Señor: «Refugio mío, alcázar mío, Dios mío, confío en ti.»
Está conmigo, Señor, en la tribulación.
No se te acercará la desgracia, ni la plaga llegará hasta tu tienda, porque a sus ángeles ha dado órdenes para que te guarden en tus caminos.
Está conmigo, Señor, en la tribulación.
Te llevarán en sus palmas, para que tu pie no tropiece en la piedra; caminarás sobre áspides y víboras, pisotearás leones y dragones.
Está conmigo, Señor, en la tribulación.
«Se puso junto a mí: lo libraré; lo protegeré porque conoce mi nombre, me invocará y lo escucharé. Con él estaré en la tribulación, lo defenderé, lo glorificaré.»
Está conmigo, Señor, en la tribulación.
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Profesión de fe del que cree en Jesucristo
Segunda Lectura. Carta de Pablo a los Romanos 10, 8-13
Hermanos: La Escritura dice: «La palabra está cerca de ti: la tienes en los labios y en el corazón. » Se refiere a la palabra de la fe que os anunciamos. Porque, si tus labios profesan que Jesús es el Señor, y tu corazón cree que Dios lo resucitó de entre los muertos, te salvarás. Por la fe del corazón llegamos a la justificación, y por la profesión de los labios, a la salvación. Dice la Escritura: «Nadie que cree en él quedará defraudado.» Porque no hay distinción entre judío y griego; ya que uno mismo es el Señor de todos, generoso con todos los que lo invocan. Pues «todo el que invoca el nombre del Señor se salvará.
Palabra de Dios.
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El Espíritu lo fue llevando por el desierto, mientras era tentado
Evangelio de nuestro Señor Jesucristo - Lucas 4, 1-13
En aquel tiempo, Jesús, lleno del Espíritu Santo, volvió del Jordán y, durante cuarenta días, el Espíritu lo fue llevando por el desierto, mientras era tentado por el diablo. Todo aquel tiempo estuvo sin comer, y al final sintió hambre. Entonces el diablo le dijo: - «Si eres Hijo de Dios, dile a esta piedra que se convierta en pan.» Jesús le contestó: - «Está escrito: "No sólo de pan vive el hombre".» Después, llevándole a lo alto, el diablo le mostró en un instante todos los reinos del mundo y le dijo: - «Te daré el poder y la gloria de todo eso, porque a mi me lo han dado, y yo lo doy a quien quiero. Si tú te arrodillas delante de mi, todo será tuyo. » Jesús le contestó: - «Está escrito: "Al Señor, tu Dios, adorarás y a él solo darás culto".» Entonces lo llevó a Jerusalén y lo puso en el alero del templo y le dijo: - «Si eres Hijo de Dios, tírate de aquí abajo, porque está escrito: "Encargará a los ángeles que cuiden de ti", y también: "Te sostendrán en sus manos, para que tu pie no tropiece con las piedras".» Jesús le contestó: - «Está mandado: "No tentarás al Señor, tu Dios".» Completadas las tentaciones, el demonio se marchó hasta otra ocasión.
Palabra del Señor.

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Santa Eleonora de Inglaterra (1222-1291)
Nació en Francia, hija de Berengario IV de Provenza y de Beatriz de Saboya. Su madre era cristiana devota y cultivaba el hábito de la lectura. Se casó con Enrique III, rey de Inglaterra, en la catedral de Canterbury, en 1236. Aunque desde su llegada fue muy querida por sus súbditos, dentro de la corte empezó a causar envidias, siendo además extranjera.

En una batalla en Lewes, el rey Enrique es derrotado y hecho prisionero. Al mismo tiempo, a Eleonora la encierran en la Torre de Londres, donde permanece un tiempo, aunque no con los brazos cruzados.

Eventualmente consigue escapar de su prisión y pasar a Francia. Ahí organiza un ejército, con el que regresa para liberar a su marido de la insurrección que se había desatado. Esto le valió mucha influencia en el gobierno de su esposo, y garantizó la sucesión para su hijo, Eduardo I.

En 1276, agotada y fastidiada de las cosas del mundo, ingresó en una abadía benedictina, donde su fama de santidad comenzó a extenderse rápidamente, y donde murió en santa paz.

Si bien en términos técnicos nunca ha sido canonizada, desde hace muchos siglos se le quiere y se le venera como a cualquier santo al que los creyentes le rinden culto cariñoso.

SANTA ELEONORA DE INGLATERRA nos enseña a compensar las responsabilidades materiales adquiridas, con una rica vida espiritual.

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sábado, 20 de febrero de 2010

Lecturas y Santoral 20-02-10

Cuando partas tu pan con el hambriento..., brillará tu luz en las tinieblas
Primera Lectura. Libro de Isaías 58, 9b-14
Así dice el Señor Dios: «Cuando destierres de ti la opresión, el gesto amenazador y la maledicencia, cuando partas tu pan con el hambriento y sacies el estómago del indigente, brillará tu luz en las tinieblas, tu oscuridad se volverá mediodía. El Señor te dará reposo permanente, en el desierto saciará tu hambre, hará fuertes tus huesos, serás un huerto bien regado, un manantial de aguas cuya vena nunca engaña; reconstruirás viejas ruinas, levantarás sobre cimientos de antaño; te llamarán reparador de brechas, restaurador de casas en ruinas. Si detienes tus Pies el sábado y no traficas en mi día santo, si llamas al sábado tu delicia, y lo consagras a la gloria del Señor, si lo honras absteniéndote de viajes, de buscar tu interés, de tratar tus asuntos, entonces el Señor será tu delicia. Te asentaré sobre mis montañas, te alimentaré con la herencia de tu padre Jacob.» Ha hablado la boca del Señor.
Palabra de Dios.
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Salmo Responsorial Salmo 85, 1-2. 3-4. 5-6
Enséñame, Señor, tu camino, para que siga tu verdad.
Inclina tu oído, Señor, escúchame, que soy un pobre desamparado; protege mi vida, que soy un fiel tuyo; salva a tu siervo, que confía en ti.
Enséñame, Señor, tu camino, para que siga tu verdad.
Tú eres mi Dios, piedad de mí, Señor, que a ti te estoy llamando todo el día; alegra el alma de tu siervo, pues levanto mi alma hacia ti.
Enséñame, Señor, tu camino, para que siga tu verdad.
Porque tú, Señor, eres bueno y clemente, rico en misericordia con los que te invocan. Señor, escucha mi oración, atiende a la voz de mi súplica.
Enséñame, Señor, tu camino, para que siga tu verdad.
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No he venido a llamar a los justos, sino a los pecadores a que se conviertan
Evangelio de nuestro Señor Jesucristo - Lucas 5, 27-32
En aquel tiempo, Jesús vio a un publicano llamado Leví, sentado al mostrador de los impuestos, y le dijo: - «Sígueme.» Él, dejándolo todo, se levantó y lo siguió. Leví ofreció en su honor un gran banquete en su casa, y estaban a la mesa con ellos un gran número de publicanos y otros. Los fariseos y los escribas dijeron a sus discípulos, criticándolo: - «¿Cómo es que coméis y bebéis con publicanos y pecadores?» Jesús les replicó: «No necesitan médico los sanos, sino los enfermos. No he venido a llamar a los justos, sino a los pecadores a que se conviertan.»
Palabra del Señor.
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San Euquerio + 738
A este joven de Orleáns la lectura de san Pablo le cambió la vida: «La sabiduría del mundo es necedad ante Dios», hay que invertir, pues, el orden de valores, lo que todos aprecian no vale nada, y lo que se desdeña como vil, renunciar a las cosas por el amor más alto que no se ve, es el camino de la eternidad. Por eso Euquerio se hizo monje en la abadía normanda de Jumieges.

«Fue tan grande la luz de su santa vida y la opinión que todos tenían de él», dice un hagiógrafo, que a la muerte de su tío Suavarico, obispo de Orleáns, el pueblo le eligió para sucederle, y ante su resistencia tuvo que intervenir Carlos Martel, cuya autoridad le obligó a aceptar, aunque no sin desconsuelo, pues es tradición que lloraba copiosamente al ser consagrado.

Fue un buen obispo, y por serlo se opuso a las pretensiones de Carlos Martel, quien expoliaba a la Iglesia para atender las necesidades de sus campañas; el choque de ambos acabó con el destierro de Euquerio, primero en Colonia y luego en Lieja, siempre rodeado de una inmensa veneración, y acabó en un monasterio benedictino.

La leyenda de que tuvo una visión en la que pudo ver a Carlos Martel en el Infierno no merece siquiera el esfuerzo de ser refutada, ya que el abuelo de Carlomagno sobrevivió a nuestro obispo, y no es más que una piadosa superchería para infundir saludable temor a los que se apoderaban de bienes eclesiásticos.

San Euquerio obró numerosos milagros después de morir - curaciones inexplicables, lámparas que ardían sin consumir aceite -, pero su vida es ejemplar sobre todo por esa extraña carambola de la Providencia que le arranca del claustro - llorando - para hacerle pastor de una gran diócesis, y que le devuelve al claustro a viva fuerza por el simple cumplimiento de sus deberes. La sabiduría de este mundo, que es mucho más mecánica y torpe, nunca hubiese podido prever una combinación tan inesperada, divinamente maquiavélica y feliz.

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viernes, 19 de febrero de 2010

Lecturas y Santoral 19-02-10

El ayuno que quiere el Señor
Primera Lectura. Libro de Isaías 58, 1-9a
Así dice el Señor Dios: «Grita a plena voz, sin cesar, alza la voz como una trompeta, denuncia a mi pueblo sus delitos, a la casa de Jacob sus pecados. Consultan mi oráculo a diario, muestran deseo de conocer mi camino, como un pueblo que practicara la justicia y no abandonase el mandato de Dios. Me piden sentencias justas, desean tener cerca a Dios. "¿Para qué ayunar, si no haces caso?; ¿mortificarnos, si tú no te fijas?" Mirad: el día de ayuno buscáis vuestro interés y apremiáis a vuestros servidores; mirad: ayunáis entre riñas y disputas, dando puñetazos sin piedad. No ayunéis como ahora, haciendo oír en el cielo vuestras voces. ¿Es ése el ayuno que el Señor desea, para el día en que el hombre se mortifica?, mover la cabeza como un junco, acostarse sobre saco y ceniza, ¿a eso lo llamáis ayuno, día agradable al Señor? El ayuno que yo quiero es éste: Abrir las prisiones injustas, hacer saltar los cerrojos de los cepos, dejar libres a los oprimidos, romper todos los cepos; partir tu pan con el hambriento, hospedar a los pobres sin techo, vestir al que ves desnudo, y no cerrarte a tu propia carne. Entonces romperá tu luz como la aurora, en seguida te brotará la carne sana; te abrirá camino la justicia, detrás irá la gloria del Señor. Entonces clamarás al Señor, y te responderá; gritarás, y te dirá: "Aquí estoy."»
Palabra de Dios.
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Salmo Responsorial Salmo 50, 3-4. 5-6a. 18-19
Un corazón quebrantado y humillado, tú, Dios mío, no lo desprecias.
Misericordia, Dios mío, por tu bondad, por tu inmensa compasión borra mi culpa; lava del todo mi delito, limpia mi pecado.
Un corazón quebrantado y humillado, tú, Dios mío, no lo desprecias.
Pues yo reconozco mi culpa, tengo siempre presente mi pecado: contra ti, contra ti solo pequé, cometí la maldad que aborreces.
Un corazón quebrantado y humillado, tú, Dios mío, no lo desprecias.
Los sacrificios no te satisfacen: si te ofreciera un holocausto, no lo querrías. Mi sacrificio es un espíritu quebrantado; un corazón quebrantado y humillado, tú no lo desprecias.
Un corazón quebrantado y humillado, tú, Dios mío, no lo desprecias.
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Cuando se lleven al novio, entonces ayunarán
Evangelio de nuestro Señor Jesucristo - Mateo 9, 14-15
En aquel tiempo, se acercaron los discípulos de Juan a Jesús, preguntándole: - «Por qué nosotros y los fariseos ayunamos a menudo y, en cambio, tus discípulos no ayunan?» Jesús les dijo: -«¿Es que pueden guardar luto los invitados a la boda, mientras el novio está con ellos? Llegará un día en que se lleven al novio, y entonces ayunaran.»
Palabra del Señor.

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San Álvaro de Córdoba
No hay que confundirlo con el conocidísimo Álvaro de Córdoba (Paulo) que vivió en el gran siglo IX de los mártires cordobeses y que fue íntimo amigo del mártir san Eulogio, desempeñando un gran papel de apologeta en la España mozárabe de los Omeyas, carteándose con su maestro Espeaindeo, dejando escritos -aunque en bajo latín- que defendían los misterios de la fe cristiana con un apasionamiento y una fortaleza inusual aún cuando ponía en peligro su vida. Éste fue un hombre casado y con hijos, fuerte en la fe, íntegro en la verdad de la coherencia, intelectual vibrante hasta el agotamiento que vivió practicando la vida de fe que profesaba en un continuo alentar a los creyentes en Cristo en tiempo realmente muy cuesta arriba que llevó a bastantes, incluso a pastores cualificados, a la apostasía de la fe. Nunca admitió la componenda ni el rebaje de los compromisos adquiridos. Estuvo al lado de sus hermanos sufrientes, minusvalorados, arrinconados, maltratados socialmente, a veces perseguidos y algunos martirizados. Murió en pobreza con la entereza de la fe. Quizá mereciera ser llevado a los altares y servir de ejemplo y ayuda para los audaces que en todo tiempo y en cualquier lugar del mundo se ven forzados a defender su condición cristiana. Pero eso no nos corresponde a nosotros. De hecho, la grandeza de este Álvaro es notable; pero no ha sido invocado como santo en la Iglesia universal y no aparece, a pesar de su grandeza, entre los santos de su tiempo que pasaron por el martirio dejando su sangre. Pertenece al numerosísimo grupo de santos anónimos que hicieron «los moros» mientras tuvieron al cordobés dominado.

Álvaro de Córdoba, el beato, es otro no menos insigne en sus obras, santidad y apostolado, no menos grande por lo difícil que lo tuvo en las circunstancias del siglo XV, ni menos incisivo en la repercusión posterior de su obra. Nació a finales del siglo XIV y murió en el año 1430.

Pasa primero su vida entre el claustro y la docencia en la Universidad de Salamanca. En los albores del siglo XV deja la cátedra para recorrer los senderos de España, Provenza, Saboya e Italia, vibrante de inquietud y con dinamismo paulino, aguijoneado por la urgencia del apostolado. Los tiempos son difíciles, malos; pasó la peste negra asolando Europa y dejando los conventos vacíos que luego intentaron llenarse con gente no preparada con lo que decayó la tensión religiosa. La corrupción de costumbres es en hecho generalizado; los pastores sestean. Hay, con ínfulas de legitimidad, tres tiaras; unos obedecen como legítimo al papa de Avignón, otros al de Roma y otros al que está en Pisa. A Álvaro le duele el alma; predica, observa, reza y hace penitencia por la unidad tan deseada.

A su vuelta a España lo nombran confesor de la reina Catalina de Lancáster y de su hijo Juan II. Pero Álvaro deja pronto la corte porque anhela la reforma dominicana. Ya obtiene los permisos para establecer conventos reformados en los reinos de España; Martín V lo hace prior de todos los conventos dominicos reformados en España; funda Escalaceli a siete kilómetros de Córdoba, primero de los reformados de la Orden dominicana que muy pronto se extenderá con Portaceli en Sevilla. Enamorado de la Pasión de Cristo -la que le llevó a Tierra Santa- planta pasos que recuerdan la Pasión de Jesús en la sierra de Córdoba desde Getsemaní hasta la cruz del Gólgota; piadosamente reza, medita y recorre una y otra vez los distintos momentos o pasos o estaciones del itinerario doloroso del Señor. Era para Álvaro y sus religiosos la Vía dolorosa recordadora. Luego, el holandés Adricomio y el P. Daza darán la forma y fijarán en catorce las estaciones al primer Via Crucis que Leonardo de Porto Mauricio populizará más adelante también en Italia, importándolo de España.

Escalaceli es centro de peregrinaciones de las gentes que, cada vez desde sitios más distantes, pasan noches en vela, rezan, lloran sus pecados, piden perdón, expían y luego cantan. De ella recibió buen influjo y enseñanza la devoción del pueblo andaluz por sus Macarenas, su Cristos crucificados y sus «pasos» de Semana Santa. Sí, aquello abrió tan profundo surco en la cristiana alma andaluza como las heridas que hicieron en la madera las gumias de Martínez Montañés, Juan de Mesa y Cristóbal de Mora.

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jueves, 18 de febrero de 2010

Lecturas y Santoral 18-02-10

Hoy te pongo delante bendición y maldición
Primera Lectura. Libro del Deuteronomio 30, 15-20
Moisés habló al pueblo, diciendo: - «Mira: hoy te pongo delante la vida y el bien, la muerte y el mal. Si obedeces los mandatos del Señor, tu Dios, que yo te promulgo hoy, amando al Señor, tu Dios, siguiendo sus caminos, guardando sus preceptos, mandatos y decretos, vivirás y crecerás; el Señor, tu Dios, te bendecirá en la tierra donde vas a entrar para conquistarla. Pero, si tu corazón se aparta y no obedeces, si te dejas arrastrar y te prosternas dando culto a dioses extranjeros, yo te anuncio hoy que morirás sin remedio, que, después de pasar el Jordán y de entrar en la tierra para tomarla en posesión, no vivirás muchos años en ella. Hoy cito como testigos contra vosotros al cielo y a la tierra; te pongo delante vida y muerte, bendición y maldición. Elige la vida, y viviréis tú y tu descendencia, amando al Señor, tu Dios, escuchando su voz, pegándote a el, pues él es tu vida y tus muchos años en la tierra que había prometido dar a tus padres Abrahán, Isaac y Jacob.»
Palabra de Dios.
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Salmo Responsorial Salmo 1, 1-2. 3. 4 y 6
Dichoso el hombre que ha puesto su confianza en el Señor.
Dichoso el hombre que no sigue el consejo de los impíos, ni entra por la senda de los pecadores, ni se sienta en la reunión de los cínicos; sino que su gozo es la ley del Señor, y medita su ley día y noche.
Dichoso el hombre que ha puesto su confianza en el Señor.
Será como un árbol plantado al borde de la acequia: da fruto en su sazón y no se marchitan sus hojas; y cuanto emprende tiene buen fin.
Dichoso el hombre que ha puesto su confianza en el Señor.
No así los impíos, no así; serán paja que arrebata el viento. Porque el Señor protege el camino de los justos, pero el camino de los impíos acaba mal.
Dichoso el hombre que ha puesto su confianza en el Señor.
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El que pierda su vida por mi causa la salvará
Evangelio de nuestro Señor Jesucristo - Lucas 9,22-25
En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: -«El Hijo del hombre tiene que padecer mucho, ser desechado por los ancianos, sumos sacerdotes y escribas, ser ejecutado y resucitar al tercer día.» Y, dirigiéndose a todos, dijo: -«El que quiera seguirme, que se niegue a sí mismo, cargue con su cruz cada día y se venga conmigo. Pues el que quiera salvar su vida la perderá; pero el que pierda su vida por mi causa la salvará. ¿De qué le sirve a uno ganar el mundo entero si se pierde o se perjudica a sí mismo?»
Palabra del Señor.

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Santa Bernardita Soubirous + 1879
"No ha hecho más que llorar. Será mala". Así dijo alguien después de haber recibido el bautismo la primogénita de nueve hijos del matrimonio formado por Francisco y Luisa. Sus padres eran muy buenas personas y fieles cristianos, luego no tenía visos de cumplimiento aquella mala profecía hecha a causa de los lloros de la pequeña Bernardita.

Bernardita no llamó nunca la atención ni de niña ni de mayor. Crecía un tanto debilucha. Apenas pudo frecuentar la escuela porque debía cuidar de sus hermanitos más pequeños, pues su madre debía atender a otras necesidades de aquel pobre hogar. Vivían en una pobre covacha en la calle Petits-Fossés que los vecinos conocían como "La Mazmorra".

Sus conocimientos eran pocos y pobres. El día 2 de junio del año de las apariciones la examinó el P. Pomián, su confesor y capellán del hospicio: "Bernardita ¿qué sabes? - El Padre nuestro, Ave María y el Credo. - "Es bastante para rezar el Rosario". Y a fe que sí lo era, la Virgen ya se le había aparecido y seguiría haciéndolo hasta dieciocho veces mientras las dos juntas rezaban esta corona de Ave Marías...

La Virgen tenía sus planes. Hacía cuatro años que el Papa Pío IX había declarado el dogma de la Inmaculada Concepción de María y como si quisiera el cielo aprobar lo hecho en la tierra la envió a visitarla. Y tomó como instrumento a esta niña aldeana. Era el frío día 11 de febrero de 1858. La despejada niña Juana, de doce añitos, compañera de clases de Toneta, hermana de Bernardita, propuso a la mamá de ésta si les dejaba ir a las tres a recoger un poco de leña para calentarse en aquellos días tan fríos. La buena de Luisa les dio su permiso pero advirtiendo antes a Bernardita que por nada del mundo se mojara los pies, pues ya sabía que enseguida se constipaba...- "Así lo haré, madre, pierda cuidado".

Cómo sucedieron las Apariciones ya lo hemos recordado en el día 11 de este mismo mes que fue el día de la primera de las dieciocho. La pequeña Bernardita creía ver un fantasma... Reveló el secreto a su hermana y amiguita con la condición de que a nadie lo dijeran, pero ¡cosa de niñas! en cuanto llegaron a casa lo descubrieron. Allí empezó el calvario para la pobre Bernardita: Prohibiciones, castigos, interrogatorios, palizas... burlas de ellas, etc... todo lo soportó con paz y hasta con alegría por la fuerza que recibía de parte de aquella Visión que en la decimosexta aparición se le reveló como lo que era: "Yo soy - dijo - la Inmaculada Concepción". En otras ocasiones le manifestó lo que deseaba de los sacerdotes y de todos los cristianos: Un templo y mucha reparación con la oración y penitencia. Ella no se hizo el sordo a estos deseos de la Madre del cielo y toda su vida puede decirse que no fue otra cosa que esto: Oración y Penitencia.

Quiso ser religiosa carmelita de clausura y por su poca salud no la admitieron. Abrazó después el Instituto de Nevers en el que fue tratada "como una escoba". "No sirve para nada. ¿Qué vamos a hacer de ella?"... Se cumplían así a la perfección las palabras que en una aparición le había hecho la Virgen: "No te haré feliz en este mundo, sino en el otro".

Desempeñó algunos cargos en la Congregación, sobre todo el de enfermera y enferma. Ambos los llevó con una entrega y servicio maravillosos. Todos admiraban su mucha virtud, y, sobre todo, su gran humildad ya que nunca hablaba de sus apariciones y se sentía la última de todas. Bernardita no llamaba la atención por sus cualidades de ningún tipo, por ello alguna superiora llegó a decir: "No entiendo cómo la Virgen se ha fijado en Bernardita cuando las hay más agraciadas que ella en todos los aspectos"... Por fin, repitiendo estas palabras: "Ruega por mí, pobre pecadora, ahora y en la hora de la muerte", expiró. Era el 16 de abril de 1879. El 8 de diciembre de 1933 era canonizada.

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miércoles, 17 de febrero de 2010

Lecturas y Santoral 17-02-10

Rasgad los corazones y no las vestiduras
Primera Lectura. Profecía de Joel 2, 12-18
«Ahora - oráculo del Señor convertíos a mí de todo corazón con ayuno, con llanto, con luto. Rasgad los corazones y no las vestiduras; convertíos al Señor, Dios vuestro, porque es compasivo y misericordioso, lento a la cólera, rico en piedad; y se arrepiente de las amenazas.» Quizá se arrepienta y nos deje todavía su bendición, la ofrenda, la libación para el Señor, vuestro Dios. Tocad la trompeta en Sión, proclamad el ayuno, convocad la reunión. Congregad al pueblo, santificad la asamblea, reunid a los ancianos. Congregad a muchachos y niños de pecho. Salga el esposo de la alcoba, la esposa del tálamo. Entre el atrio y el altar lloren los sacerdotes, ministros del Señor, y digan: -«Perdona, Señor, a tu pueblo; no entregues tu heredad al oprobio, no la dominen los gentiles; no se diga entre las naciones: ¿Dónde está su Dios? El Señor tenga celos por su tierra, y perdone a su pueblo.»
Palabra de Dios.
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Salmo Responsorial Sal 50, 3-4. 5-6a. 12-13. 14 y 17
Misericordia, Señor: hemos pecado.
Misericordia, Dios mío, por tu bondad, por tu inmensa compasión borra mi culpa; lava del todo mi delito, limpia mi pecado.
Misericordia, Señor: hemos pecado.
Pues yo reconozco mi culpa, tengo siempre presente mi pecado: contra ti, contra ti sólo pequé, cometí la maldad que aborreces.
Misericordia, Señor: hemos pecado.
Oh Dios, crea en mí un corazón puro, renuévame por dentro con espíritu firme; no me arrojes lejos de tu rostro, no me quites tu santo espíritu.
Misericordia, Señor: hemos pecado.
Devuélveme la alegría de tu salvación, afiánzame con espíritu generoso. Señor, me abrirás los labios, y mi boca proclamará tu alabanza.
Misericordia, Señor: hemos pecado.
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Reconciliaos con Dios: ahora es tiempo favorable
Segunda Lectura. 2ª Carta Pablo Corintios 5, 20-6,2
Hermanos. Nosotros actuamos como enviados de Cristo, y es como si Dios mismo os exhortara por nuestro medio. En nombre de Cristo os pedimos que os reconciliéis con Dios. Al que no había pecado Dios lo hizo expiación por nuestro pecado, para que nosotros, unidos a él, recibamos la justificación de Dios. Secundando su obra, os exhortamos a no echar en saco roto la gracia de Dios, porque él dice: «En tiempo favorable te escuché, en día de salvación vine en tu ayuda»; pues mirad, ahora es tiempo favorable, ahora es día de salvación.
Palabra de Dios.
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Tu Padre, que ve en lo secreto, te lo pagará
Evangelio de nuestro Señor Jesucristo - Mateo 6, 1-6.16-18
En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: - «Cuidad de no practicar vuestra justicia delante de los hombres para ser vistos por ellos; de lo contrario, no tendréis recompensa de vuestro Padre celestial. Por tanto, cuando hagas limosna, no vayas tocando la trompeta por delante, como hacen los hipócritas en las sinagogas y por las calles, con el fin de ser honrados por los hombres; os aseguro que ya han recibido su paga. Tú, en cambio, cuando hagas limosna, que no sepa tu mano izquierda lo que hace tu derecha; así tu limosna quedará en secreto, y tu Padre, que ve en lo secreto, te lo pagará. Cuando recéis, no seáis como los hipócritas, a quienes les gusta rezar de pie en las sinagogas y en las esquinas de las plazas, para que los vea la gente. Os aseguro que ya han recibido su paga Tú, cuando vayas a rezar, entra en tu aposento, cierra la puerta y reza a tu Padre, que está en lo escondido, y tu Padre, que ve en lo escondido, te lo pagará. Cuando ayunéis, no andéis cabizbajos, como los hipócritas que desfiguran su cara para hacer ver a la gente que ayunan. Os aseguro que ya han recibido su paga. Tú, en cambio, cuando ayunes, perfúmate la cabeza y lávate la cara, para que tu ayuno lo note, no la gente, sino tu Padre, que está en lo escondido; y tu Padre, que ve en lo escondido, te recompensara.»
Palabra del Señor.

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Los siete santos Fundadores de los Servitas
La amistad ha sido siempre cantada en la Sagrada Escritura. "El mejor tesoro es un buen amigo". Hoy más que nunca se habla y escribe de fraternidad y solidaridad. Buen reclamo, pues, estos siete Santos Fundadores, con su mensaje para este mundo que tanta necesidad tiene de verdadera amistad y de generosa entrega.

Estamos en el siglo XIII y en la rica y artística ciudad de Florencia. Es este un caso insólito en la vida de la Iglesia, que ella celebre en su liturgia a tan elevado número de Santos, sin preocuparse de sus nombres ni de sus vidas, siendo que no murieron mártires como en tantos casos través de los siglos de la Iglesia. Mártires si que los hay en grupo y sin saber sus nombres. Entre los demás, no.

El siglo XIII estuvo dominado por un gran movimiento evangélico, en el que se destacan los nombres de Santo Domingo y San Francisco, pero que tuvo no pocas ramificaciones más. Dentro de esta floración de grupos evangélicos es donde hay que situar la iniciativa tomada por los Siete Hermanos hacia el año 1233. Estos seglares florentinos, comerciantes en lanas, renunciaron al mundo para retirarse al Monte Senario - a 18 kilómetros de Florencia - a fin de vivir en pobreza individual y penitencia, bajo la Regla de San Agustín, y entregarse allí misrno a la contemplación.

Un racimo de santos que la propia Virgen convocó para su servicio en el seno de una ciudad turbulenta y dividida por discordias civiles; en la Florencia de la primera mitad del siglo Xlll, guelfos y gibelinos se hacían implacablemente la guerra, y de esta lucha fratricida iba a salir una orden religiosa cuyos fines eran la plegaria, la humildad y la devoción a la Reina de la Paz.

Siete jóvenes mercaderes se reunían a la caída de la tarde en una asociación mariana de alabadores de la Santísima Virgen, y el día de la fiesta de la Asunción, el 15 de agosto de 1233, se les apareció Nuestra Señora «con gesto de dolor, vestida de luto y velada de negro la cabeza, como una Madre dolorosa, porque el Amor no era amado y la caridad estaba herida» (P. Bargellini).

Los siete se retiraron a hacer penitencia como ermitaños en Monte Senario, no lejos de la ciudad, para acabar convirtiéndose en una orden mendicante, la de los Siervos de la Bienaventurada Virgen María o servitas, que no tardaría en dar un gran santo a la Iglesia, san Felipe Benicio.

Pero no se puede vivir según el evangelio sin sentir la preocupación por los demás. Por eso, los «Siervos de María» trabajaron por la reconciliación de sus conciudadanos divididos con excesiva frecuencia. Semejante ideal no dejó de suscitar vocaciones y, desde mediados de siglo, se ve cobrar auge en la Toscana a la Orden de los Servitas.

De estos fundadores, canonizados colectivamente en 1888, recordamos especialmente al primer superior de la comunidad, Bonfiglio Monaldi, quien tras regir la orden durante dieciséis años, dimitió de su cargo para dedicarse a la vida retirada y a la oración; y al más joven de todos, Alessio Falconieri (1200-1310), que moriría superados los cien años en 1310, el 17 de febrero según la tradición y que rehusó por humildad ser sacerdote y fue tan sólo hermano lego que recogía limosnas y se ocupaba de las tareas más oscuras. Pero tal vez sea injusto hacer distinciones entre quienes no quisieron otra que la de ser espejos de la paz de las almas a imitación de María.

Santoral confeccionado consultando: el preparado por la Parroquia de la Sagrada Familia de Vigo, Aciprensa.com, archimadrid.es