Era la apariencia visible de la gloria del Señor
Primera Lectura. Ezequiel 1, 2-5. 24-28c
Entonces se apoyó sobre mí la mano del Señor, y vi que venía del norte un viento huracanado, una gran nube y un zigzagueo de relámpagos. Nube nimbada de resplandor, y, entre el relampagueo, como el brillo del electro.
En medio de éstos aparecía la figura de cuatro seres vivientes; tenían forma humana. Y oí el rumor de sus alas, como estruendo de aguas caudalosas, como la voz del Todopoderoso, cuando caminaban; griterío de multitudes, como estruendo de tropas; cuando se detenían, abatían las alas. También se oyó un estruendo sobre la plataforma que estaba encima de sus cabezas; cuando se detenían, abatían las alas.
Y por encima de la plataforma, que estaba sobre sus cabezas, había una especie de zafiro en forma de trono; sobre esta especie de trono sobresalía una figura que parecía un hombre. Y vi un brillo como de electro (algo así como fuego lo enmarcaba) de lo que parecía su cintura para arriba, y de lo que parecía su cintura para abajo vi algo así como fuego. Estaba nimbado de resplandor. El resplandor que lo nimbaba era como el arco que aparece en las nubes cuando llueve. Era la apariencia visible de la gloria del Señor. Al contemplarla, caí rostro en tierra.
Palabra de Dios
Alabad al Señor en el cielo,
alabad al Señor en lo alto.
Alabadlo, todos sus ángeles;
alabadlo, todos sus ejércitos.
Llenos están el cielo y la tierra de tu gloria.
Reyes y pueblos del orbe,
príncipes y jefes del mundo,
los jóvenes y también las doncellas,
los viejos junto con los niños.
Llenos están el cielo y la tierra de tu gloria.
Alaben el nombre del Señor,
el único nombre sublime.
Su majestad sobre el cielo y la tierra.
Llenos están el cielo y la tierra de tu gloria.
El acrece el vigor de su pueblo.
Alabanza de todos sus fieles,
de Israel, su pueblo escogido.
Llenos están el cielo y la tierra de tu gloria..
Cuando llegaron a Cafarnaúm, los que cobraban el impuesto de las dos dracmas se acercaron a Pedro y le preguntaron: "¿Vuestro Maestro no paga las dos dracmas? Contestó: "Sí". Cuando llegó a casa, Jesús se adelantó a preguntarle: "¿Qué te parece, Simón? Los reyes del mundo, ¿a quién le cobran impuestos y tasas, a sus hijos o a los extraños?" Contestó "A los extraños". Jesús les dijo: "Entonces los hijos están exentos. Sin embargo, para no darles mal ejemplo, ve al lago, echa el anzuelo, coge el primer pez que pique, ábrele la boca y encontrarás una moneda de plata. Cógela y págales por mí y por ti".
Palabra del Señor
A los 15 años se estableció en Palencia para estudiar teología y artes liberales. Ahí, durante una gran hambruna, regaló o vendió todas sus pertenencias para conseguir comida y repartirla entre los hambrientos.
Era todavía estudiante cuando se le nombró canónigo de la Catedral de Osma. El santo vivía en comunidad, bajo la regla de San Agustín.
En 1194 concluyó sus estudios y fue consagrado como sacerdote. Cuando Diego de Acevedo fue elegido Obispo de Osma en 1201, donde Santo Domingo había sido adscrito, le sucedió en el cargo de prior del capítulo. En 1203, el obispo de Osma, tuvo que realizar una delicada misión diplomática en Dinamarca, y se llevó a Domingo como su acompañante para el largo viaje.
Como sacerdote y canónigo de la diócesis de Osma, en los viajes por el norte de Europa junto a su obispo Diego de Acevedo, conoció los graves problemas de la Iglesia, los estragos que hacían las herejías, en particular la albigense en el sur de Francia, la deficiente preparación del clero, la vida poco ejemplar de clérigos y laicos. El sistema albigense se basaba en el dualismo del bien y el mal. A este último principio opuesto al bien, pertenecía la materia y todo lo material. Por ende, los albigenses negaban la realidad de la Encarnación y rechazaban los sacramentos. Tomó pues la decisión drástica de convertirse en misionero.
El obispo y Domingo fueron a Roma a pedir a Inocencio III que los enviase a predicar el Evangelio a los cumanos en Rusia. El papa Inocencio III, no obstante, le encomienda predicar entre los descarriados como parte de una delegación pontificia. Domingo y el obispo pasaron después por Citeaux, a cuyos monjes había encargado el Papa que lucharan contra los albigenses. En Montpellier se reunieron con el abad de Citeaux y otros dos monjes, Pedro de Castelnau y Raúl de Fontefroide.
Santo Domingo veía que el lujo y la pompa que ostentaban los delegados del papa ejercían un efecto negativo entre la gente simple, y se decidió a implementar un nuevo acercamiento con el fin de recuperar fieles. Dedica los siguientes años de su vida a una intensa actividad de persuasión y predicación, de oración y penitencia.
En 1206, el día de la fiesta de Santa María Magdalena, Domingo fundó en Prouille un convento con nueve monjas a las que había convertido de la herejía. Santo Domingo había predicado ya diez años en el Languedoc. Hasta entonces había portado el hábito de los Canónigos Regulares de San Agustín y observado su regla.
Pero, deseaba reavivar el espíritu apóstolico, y para dar mayor alcance a su tarea evangelizadora proyectaba fundar un grupo de religiosos, que no serían necesariamente sacerdotes ni se dedicarían exclusivamente a la contemplación, como los monjes, sino que unirían a la contemplación el estudio de las ciencias sagradas y la práctica de los ministerios pastorales. El objetivo principal de Santo Domingo era dar a la predicación una forma estable y organizada.
Pocos meses más tarde, Santo Domingo acompañó al obispo al cuarto Concilio de Letrán. Hacia 1215, Inocencio III aprobó el convento de religiosas en Prouille y, verbalmente, la nueva fundación, la Orden de Predicadores o de los Dominicos, en la que adoptó la Regla de San Agustín a la que se añadieron las Constituciones propias.
Finalmente la nueva comunidad y sus constituciones fue aprobada por el sucesor de Inocencio III, Honorio III, un año más tarde, en 1216.
A partir de 1217, Santo Domingo comenzó a diseminar a sus hijos por toda Europa; en especial envió varios a Bolonia y a París, que eran los principales centros de estudio de la época.
Gracias a su infatigable energía, la Orden de Predicadores iba creciendo rápidamente. En 1220 y 1221 Santo Domingo de Guzmán presidió en Bolonia los primeros dos Capítulos Generales para redactar la “carta magna” de la Orden y establecer los principios que la rigen.
Éstos son: predicación, estudio, pobreza evangélica, vida comunitaria, difusión de la Orden a través de actividad misionera.
La Orden de los Dominicos, históricamente y hasta la actualidad es una de las más importantes de la Iglesia. Su influencia fue enorme en el siglo XIII y lo ha seguido siendo hasta ahora.
La tradición ha unido en fraterno abrazo a santo Domingo y a san Francisco, símbolo de la comunión de sus dos familias al servicio de la Iglesia.
Santo Domingo de Guzmán falleció inesperadamente en Bolonia el 6 de agosto de 1221, en una celda del convento que él había fundado y su memoria se celebra el 8 de Agosto.
Gregorio IX (el cardenal Ugolino) firmó el decreto de canonización de su amigo, Santo Domingo en 1234.
Oración: Te pedimos, Señor, que santo Domingo de Guzmán, insigne predicador de tu palabra, ayude a tu Iglesia con sus enseñanzas y sus méritos, e interceda también con bondad por nosotros. Por Jesucristo, nuestro Señor. Amén.
Oración de Santo Domingo
Dígnate, Señor, concederme la verdadera caridad, eficaz para cuidarme y procurar la salvación de los hombres. Estoy convencido de que solo comenzaré a ser de verdad miembro de Cristo, cuando ponga todo mi empeño en desgastarme para ganar almas, según el modelo del Salvador de todos, el Señor Jesús que se inmoló totalmente por nuestra salvación.
Se trata de las catacumbas de Albano Lacial (Roma), donde junto a los cuerpos de san Senador y santa Perpetua, había también cuerpos de numerosos mártires, pero que no contenían noticias suplementarias a las ya dichas de los nombres. En ese mismo lugar hay un deteriorado fresco del siglo V que representa a los cuatro mártires con Jesús al centro y los apóstoles Pedro y Pablo, como puede verse en la reproducción.
De estos mártires no existe una «Passio», por lo que no es posible saber ni deducir cuándo fueron muertos, ni en qué circunstancias. A lo largo de los siglos se los confundió -y así figuraban en el Martirologio anterior- con los Cuatro Coronados, a pesar de que estos eran de Panonia y llevaban otros nombres completamente distintos.