sábado, 23 de enero de 2010

Lecturas y Santoral 23-01-10

¡Cómo cayeron los valientes en medio del combate!
Primera Lectura. Segundo Libro de Samuel 1, 1-4. 11-12. 19. 23-27
En aquellos días, al volver de su victoria sobre los amalecitas, David se detuvo dos días en Sicelag. Al tercer día de la muerte de Saúl, llegó uno del ejército con la ropa hecha jirones y polvo en la cabeza; cuando llegó, cayó en tierra, postrándose ante David. David le preguntó: -«¿De dónde vienes?» Respondió: -«Me he escapado del campamento israelita.» David dijo: -«¿Qué ha ocurrido? Cuéntame.» Él respondió: -«Pues que la tropa ha huido de la batalla, y ha habido muchas bajas entre la tropa y muchos muertos, y hasta han muerto Saúl y su hijo Jonatán.» Entonces David agarró sus vestiduras y las rasgó, y sus acompañantes hicieron lo mismo. Hicieron duelo, lloraron y ayunaron hasta el atardecer por Saúl y por su hijo Jonatán, por el pueblo del Señor, por la casa de Israel, porque hablan muerto a espada. Y dijo David: «¡Ay, la flor de Israel, herida en tus alturas! ¡Cómo cayeron los valientes! Saúl y Jonatán, mis amigos queridos, ni vida ni muerte los pudo separar; más ágiles que águilas, más bravos que leones. Muchachas de Israel, llorad por Saúl, que os vestía de púrpura y de joyas, que enjoyaba con oro vuestros vestidos. ¡Cómo cayeron los valientes en medio del combate! ¡Jonatán, herido en tus alturas! ¡Cómo sufro por ti, Jonatán, hermano mío! ¡Ay, cómo te quería! Tu amor era para mi más maravilloso que el amor de mujeres. ¡Cómo cayeron los valientes, los rayos de la guerra perecieron!»
Palabra de Dios.

Lecturas obtenidas de www.archimadrid.es
Su familia decía que no estaba en sus cabales
Evangelio de nuestro Señor Jesucristo - Marcos 3, 20-21
En aquel tiempo, Jesús fue a casa con sus discípulos y se juntó de nuevo tanta gente que no los dejaban ni comer. Al enterarse su familia, vinieron a llevárselo, porque decían que no estaba en sus cabales.
Palabra del Señor.
Lecturas obtenidas de www.archimadrid.es


San Ildefonso S.VII
«Concédeme, Señora, estar siempre unido a Dios y a ti; servirte a ti y a tu Hijo; ser el esclavo de tu Señor y el tuyo. Suyo, porque es mi Creador; tuyo, porque eres la Madre de mi Creador".

Así ora San Ildefonso de Toledo en su opúsculo sobre la Perpetua Virginidad de María y en esas palabras puede quedar resumido no sólo una petición, sino la realidad misma de su vida, como hace notar la Iglesia en la oración de la Misa del día de hoy. Prescindiendo de los coloristas pormenores con que la leyenda áurea adorna la infancia de Ildefonso, lo cierto es que, ante la oposición paterna a que siguiera su vocación a la vida religiosa, el futuro monje huyó de la familia para refugiarse bajo el hábito monacal en la abadía agaliense.

Allí pasaría muchos años de su vida, hasta que a la muerte de San Eugenio, arzobispo de Toledo (657), la voz del pueblo fue el cauce de la voluntad divina designándole para dicha Sede. Contaba por entonces Ildefonso cincuenta y cinco años.

Si ya antes había procurado que los Padres congregados en el décimo Concilio de Toledo honrasen a la Madre de Dios con una fiesta especial que reemplazase a la de la Encarnación que con frecuencia perdía su brillantez al coincidir con la Cuaresma o la Pascua - podemos imaginar cuál no sería su gozo cuando, ya arzobispo, presidía por primera vez el 18 de diciembre los solemnes oficios de la festividad de Santa María, Madre de Dios, en presencia del monarca Recesvinto. Tanto en ésta como en otras ocasiones, no son parcos los historiadores de la época en señalar hechos prodigiosos de la Madre de Dios para con este «fiel siervo de la Sierva del Señor».

Tras nueve años de ocupar la Sede arzobispal de Toledo, descansó en el Señor el 23 de enero del año 667. Será llamado el Doctor de la Virginidad de María, por su principal obra teológica. Su devoción a la Virgen se hizo ejemplo universal Santoral preparado por la Parroquia de la Sagrada Familia de Vigo

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