domingo, 7 de febrero de 2010

Lecturas y Santoral 07-02-10

Aquí estoy, mándame
Primera Lectura. Libro de Isaías 6, 1-2a. 3-8
El año de la muerte del rey Ozías, vi al Señor sentado sobre un trono alto y excelso: la orla de su manto llenaba el templo. Y vi serafines en pie junto a él. Y se gritaban uno a otro, diciendo: - « ¡Santo, santo, santo, el Señor de los ejércitos, la tierra está llena de su gloría!» Y temblaban los umbrales de las puertas al clamor de su voz, y el templo estaba lleno de humo. Yo dije: - « ¡Ay de mi, estoy perdido! Yo, hombre de labios impuros, que habito en medio de un pueblo de labios impuros, he visto con mis ojos al Rey y Señor de los ejércitos.» Y voló hacia mí uno de los serafines, con un ascua en la mano, que había cogido del altar con unas tenazas; la aplicó a mi boca y me dijo: - «Mira; esto ha tocado tus labios, ha desaparecido tu culpa, está perdonado tu pecado.» Entonces, escuché la voz del Señor, que decía: - «¿A quién mandaré? ¿Quién irá por mí?» Contesté: - «Aquí estoy, mándame.»
Palabra de Dios.
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Salmo Responsorial Salmo 137, 1-2a. 2bc-3. 4-5. 7c-8
Delante de los ángeles tañeré para ti, Señor.
Te doy gracias, Señor, de todo corazón; delante de los ángeles tañeré para ti, me postraré hacia tu santuario.
Delante de los ángeles tañeré para ti, Señor.
Daré gracias a tu nombre: por tu misericordia y tu lealtad, porque tu promesa supera a tu fama; cuando te invoqué, me escuchaste, acreciste el valor en mi alma.
Delante de los ángeles tañeré para ti, Señor.
Que te den gracias, Señor, los reyes de la tierra, al escuchar el oráculo de tu boca; canten los caminos del Señor, porque la gloria del Señor es grande.
Delante de los ángeles tañeré para ti, Señor.
Tu derecha me salva. El Señor completará sus favores conmigo: Señor, tu misericordia es eterna, no abandones la obra de tus manos.
Delante de los ángeles tañeré para ti, Señor.
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Esto es lo que predicamos; esto es lo que habéis creído
Segunda Lectura - Pablo 1ª Corintios 15, 1-11
Os recuerdo, hermanos, el Evangelio que os proclamé y que vosotros aceptasteis, y en el que estáis fundados, y que os está salvando, si es que conserváis el Evangelio que os proclamé; de lo contrario, se ha malogrado vuestra adhesión a la fe. Porque lo primero que yo os transmití, tal como lo había recibido, fue esto: que Cristo murió por nuestros pecados, según las Escrituras; que fue sepultado y que resucitó al tercer día, según las Escrituras; que se le apareció a Cefas y más tarde a los Doce; después se apareció a más de quinientos hermanos juntos, la mayoría de los cuales viven todavía, otros han muerto; después se le apareció a Santiago, después a todos los apóstoles; por último, se me apareció también a mi. Porque yo soy el menor de los apóstoles y no soy digno de llamarme apóstol, porque he perseguido a la Iglesia de Dios. Pero por la gracia de Dios soy lo que soy, y su gracia no se ha frustrado en mí. Antes bien. he trabajado más que todos ellos. Aunque no he sido yo, sino la gracia de Dios conmigo. Pues bien; tanto ellos como yo esto es lo que predicamos; esto es lo que habéis creído.
Palabra del Señor.

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Dejándolo todo, lo siguieron
Evangelio de nuestro Señor Jesucristo - Lucas 5, 1 -11
En aquel tiempo, la gente se agolpaba alrededor de Jesús para oír la palabra de Dios, estando él a orillas del lago de Genesaret. Vio dos barcas que estaban junto a la orilla; los pescadores habían desembarcado y estaban lavando las redes. Subió a una de las barcas, la de Simón, y le pidió que la apartara un poco de tierra. Desde la barca, sentado, enseñaba a la gente. Cuando acabó de hablar, dijo a Simón: - «Rema mar adentro, y echad las redes para pescar.» Simón contestó: - «Maestro, nos hemos pasado la noche bregando y no hemos cogido nada; pero, por tu palabra, echaré las redes.» Y, puestos a la obra, hicieron una redada de peces tan grande que reventaba la red. Hicieron señas a los socios de la otra barca, para que vinieran a echarles una mano. Se acercaron ellos y llenaron las dos barcas, que casi se hundían. Al ver esto, Simón Pedro se arrojó a los pies de Jesús diciendo: - «Apártate de mí, Señor, que soy un pecador.» Y es que el asombro se había apoderado de él y de los que estaban con él, al ver la redada de peces que habían cogido; y lo mismo les pasaba a Santiago y Juan, hijos de Zebedeo, que eran compañeros de Simón. Jesús dijo a Simón: - «No temas; desde ahora serás pescador de hombres. » Ellos sacaron las barcas a tierra y, dejándolo todo, lo siguieron.
Palabra del Señor.

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San Ricardo el Sajón (¿?-722)
San Ricardo el Sajón nació en Inglaterra. Sus orígenes no han sido del todo corroborados por datos históricos.

Puesto que el primer rey inglés con ese nombre fue Ricardo Corazón de León, quien viviría varios siglos más tarde, se ha puesto en duda que nuestro San Ricardo haya sido rey de Inglaterra. Probablemente haya sido príncipe de Wessex; o sea un gran señor feudal.

Llevó una vida noble y piadosa, y supo transmitir estos valores a la familia que formó. Ya en la edad madura decidió aventurarse a realizar su mayor sueño, que era el de conocer Roma, la “Ciudad Eterna” y Tierra Santa. Y emprendió el viaje, en compañía de sus hijos, en el año 720.

Cruzaron a Francia y comenzaron la larga travesía, primero por el río Sena, y en Rouen continuaron a pie, visitando varios santuarios. Sin embargo, al llegar a la villa de Lucca, San Ricardo falleció repentinamente.

En Lucca se le empezó a venerar muy pronto, pues se dice que aún muerto realizó varios milagros de curación de enfermos, quienes rezaban ante su tumba. La fama de San Ricardo, “rex Anglorum”, se extendió, y sus reliquias se conservan todavía en ese lugar.

Sus hijos, acompañantes suyos en la peregrinación que nunca llegó a Roma, con el tiempo fueron canonizados también: San Winebaldo, San Wilibaldo y Santa Walpurga.

SAN RICARDO EL SAJÓN nos enseña la importancia de intentar realizar nuestros sueños hasta el final.
Santoral confeccionado consultando: el preparado por la parroquia de la Sagrada Familia de Vigo, Aciprensa

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