martes, 9 de marzo de 2010

Lecturas y Santoral 09-03-10

Acepta nuestro corazón contrito y nuestro espíritu humilde
Primera Lectura. Profecía de Daniel 3, 25. 34-43
En aquellos días, Azarías se detuvo a orar y, abriendo los labios en medio del fuego, dijo: - «Por el honor de tu nombre, no nos desampares para siempre, no rompas tu alianza, no apartes de nosotros tu misericordia. Por Abrahán, tu amigo; por Isaac, tu siervo; por Israel, tu consagrado; a quienes prometiste multiplicar su descendencia como las estrellas del cielo, como la arena de las playas marinas. Pero ahora, Señor, somos el más pequeño de todos los pueblos; hoy estamos humillados por toda la tierra a causa de nuestros pecados. En este momento no tenemos príncipes, ni profetas, ni jefes; ni holocausto, ni sacrificios, ni ofrendas, ni incienso; ni un sitio donde ofrecerte primicias, para alcanzar misericordia. Por eso, acepta nuestro corazón contrito y nuestro espíritu humilde, como un holocausto de carneros y toros o una multitud de corderos cebados. Que éste sea hoy nuestro sacrificio, y que sea agradable en tu presencia: porque los que en ti confían no quedan defraudados. Ahora te seguimos de todo corazón, te respetamos y buscamos tu rostro, no nos defraudes, Señor. Trátanos según tu piedad, según tu gran misericordia. Líbranos con tu poder maravilloso y da gloria a tu nombre, Señor.»
Palabra de Dios.
Lecturas obtenidas de www.archimadrid.es
Salmo Responsorial Salmo 24, 4-5ab. 6 y 7bc. 8-9
Señor, recuerda tu misericordia.
Señor, enséñame tus caminos, instrúyeme en tus sendas: haz que camine con lealtad; enséñame, porque tú eres mi Dios y Salvador.
Señor, recuerda tu misericordia.
Recuerda, Señor, que tu ternura y tu misericordia son eternas; acuérdate de mí con misericordia, por tu bondad, Señor.
Señor, recuerda tu misericordia.
El Señor es bueno y es recto, y enseña el camino a los pecadores; hace caminar a los humildes con rectitud, enseña su camino a los humildes.
Señor, recuerda tu misericordia.
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Si cada cual no perdona de corazón a su hermano, tampoco el Padre os perdonará  
Evangelio de nuestro Se¤or Jesucristo - Mateo 18,21-35
En aquel tiempo, se adelantó Pedro y preguntó a Jesús: - «Señor, si mi hermano me ofende, ¿cuántas veces le tengo que perdonar? ¿Hasta siete veces?» Jesús le contesta: - «No te digo hasta siete veces, sino hasta setenta veces siete. Y a propósito de esto, el reino de los cielos se parece a un rey que quiso ajustar las cuentas con sus empleados. Al empezar a ajustarlas, le presentaron uno que debía diez mil talentos. Como no tenía con qué pagar, el señor mandó que lo vendieran a él con su mujer y sus hijos y todas sus posesiones, y que pagara así. El empleado,arrojándose a sus pies, le suplicaba diciendo: "Ten paciencia conmigo, y te lo pagaré todo." El señor tuvo lástima de aquel empleado y lo dejó marchar, perdonándole la deuda. Pero, al salir, el empleado aquel encontró a uno de sus compañeros que le debía cien denarios y, agarrándolo, lo estrangulaba, diciendo: "Págame lo que me debes." El compañero, arrojándose a sus pies, le rogaba, diciendo: "Ten paciencia conmigo, y te lo pagaré." Pero él se negó y fue y lo metió en la cárcel hasta que pagara lo que debía. Sus compañeros, al ver lo ocurrido, quedaron consternados y fueron a contarle a su señor todo lo sucedido. Entonces el señor lo llamó y le dijo: "¡Siervo malvado! Toda aquella deuda te la Perdoné porque me lo pediste. ¿No debías tú también tener compasión de tu compañero, como yo tuve compasión de ti?" Y el señor, indignado, lo entregó a los verdugos hasta que pagara toda la deuda. Lo mismo hará con vosotros mi Padre del cielo, si cada cual no perdona de corazón a su hermano.»
Palabra del Señor.
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Santa Francisca Romana religiosa 1384-1440
Desde los lejanos días de Inés, Cecilia, Sabina, Prisca y Balbina, Roma no había visto crecer entre sus muros a ninguna santa.

Por eso la Ciudad Eterna de la que es patrona, venera con gran honor a Santa Francisca, cuya vida entera discurrió entre la localidad de Navona - en la que fue bautizada (1384) --, el Transtevere - en donde vivió durante treinta y siete años con su marido.

Pertenecía a una familia de las aristocracia feudal, casó con un noble, un Ponziani, a los doce años. Tuvo tres hijos, dos murieron de corta edad, y tal herida nunca se cicatrizó en su corazón. La familia conoció los azares de la política, sufriendo en gran manera con tal motivo; mas Francisca, estrechamente unida a su marido, lo soportaba todo con entusiasmo y tras muchas penalidades debidas a la guerra con Nápoles (destierro del marido, confiscación de sus bienes), fundó la congregación de las oblatas de Tor'de'Specchi, la Torre de los Espejos, aprobado en 1433 por el Papa Eugenio IV, agrupando a unas piadosas mujeres que se consagraban a Dios sin abandonar del todo el mundo.

Singular experiencia la suya, la vida monástica dentro del matrimonio, siguiendo la regla benedictina; permaneció casada durante cuarenta años y enviudó muy poco antes de su muerte.

Antes de ofrecer «un modelo de vida monástica», según el espíritu de San Benito, como madre de las Oblatas, Santa Francisca presentó durante la mayor parte de su vida «un modelo de vida matrimonial». Tal fue la vida de esta mujer rica, que tomó en serio las Bienaventuranzas.

Pasaba sus días dirigiendo su casa, y después, en compañía de su cuñada Vanozza - que era a la vez su amiga -, visitando las iglesias y atendiendo a los pobres. Santa de visiones, éxtasis y prodigios, contemplativa que ejerció influencia sobre el papa Eugenio IV.Su afán de caridad especialmente en el Hospital del Santo Espíritu, admira y arrastra.

Destacó por sus dones de oración, poco a poco el Señor la fue adornando con gracias excepcionales, hasta vivir en constante intimidad con su ángel de la guarda.

¿Os habéis encontrado alguna vez con gente tan atareada trabajando para la Iglesia que descuida las necesidades de su propia familia? Se pasan horas sirviendo en este comité y presidiendo aquel proyecto. Organizan excursiones y viajes de comida y dirigen servicios de oración. Ayudan a cualquiera que viene pidiendo ayuda. Mientras tanto, sus propias familias se sienten descuidadas y olvidadas. Lo más triste de tales personas es que a menudo creen estar haciendo justamente lo que Dios espera que hagan.

Santa Francisca de Roma nos da un consejo diferente. Aunque dedicó mucha de su vida a la oración, la penitencia, y las buenas obras, fue también una esposa y madre ejemplar. Parte de los motivos para que fuera tan querida por su familia fue que mantuvo claras sus prioridades. «Una mujer casada debe, cuando se la requiere, abandonar sus devociones a Dios en el altar, para encontrarlo en sus asuntos caseros», dijo.

Su vida queda como un ejemplo, para la mujer, en todos los estados.

Muere en Tor de Especchi rodeada de sus hijas, las Oblatas (1440).

Santoral confeccionado consultando: el preparado por la Parroquia de la Sagrada Familia de Vigo, Aciprensa.com, archimadrid.es

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