miércoles, 14 de abril de 2010

Lecturas y Santoral 14-04-10

Los hombres que metisteis en la cárcel están en el templo enseñando al pueblo
Primera Lectura. Hechos 5, 17-26
En aquellos días, el sumo sacerdote y los de su partido -la secta de los saduceos-, llenos de envidia, mandaron prender a los apóstoles y meterlos en la cárcel común. Pero, por la noche, el ángel del Señor les abrió las puertas de la celda y los sacó fuera, diciéndoles: - «Id al templo y explicadle allí al pueblo íntegramente este modo de vida.» Entonces ellos entraron en el templo al amanecer y se pusieron a enseñar. Llegó entre tanto el sumo sacerdote con los de su partido, convocaron el Sanedrín y el pleno de los ancianos israelitas, y mandaron por los presos a la cárcel. Fueron los guardias, pero no los encontraron en la celda, y volvieron a informar: - «Hemos encontrado la cárcel cerrada, con las barras echadas, y a los centinelas guardando las puertas; pero, al abrir, no encontramos a nadie dentro.» El comisario del templo y los sumos sacerdotes no atinaban a explicarse qué había pasado con los presos. Uno se presentó, avisando: - «Los hombres que metisteis en la cárcel están ahí en el templo y siguen enseñando al pueblo.» El comisario salió con los guardias y se los trajo, sin emplear la fuerza, por miedo a que el pueblo los apedrease.
Palabra de Dios.
Lecturas obtenidas de www.archimadrid.es
Salmo Responsorial Salmo 33, 2-3. 4-5. 6-7. 8-9
Si el afligido invoca al Señor, él lo escucha.
Bendigo al Señor en todo momento, su alabanza está siempre en mi boca; mi alma se gloría en el Señor: que los humildes lo escuchen y se alegren.
Si el afligido invoca al Señor, él lo escucha.
Proclamad conmigo la grandeza del Señor, ensalcemos juntos su nombre. Yo consulté al Señor, y me respondió, me libró de todas mis ansias.
Si el afligido invoca al Señor, él lo escucha.
Contempladlo, y quedaréis radiantes, vuestro rostro no se avergonzará. Si el afligido invoca al Señor, él lo escucha y lo salva de sus angustias.
Si el afligido invoca al Señor, él lo escucha.
El ángel del Señor acampa en torno a sus fieles y los protege. Gustad y ved qué bueno es el Señor, dichoso el que se acoge a él.
Si el afligido invoca al Señor, él lo escucha.
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Dios mandó su Hijo para que el mundo se salve por él
Evangelio de nuestro Señor Jesucristo - Juan 3, 16-21
Tanto amó Dios al mundo que entregó a su Hijo único para que no perezca ninguno de los que creen en él, sino que tengan vida eterna. Porque Dios no mandó su Hijo al mundo para juzgar al mundo, sino para que el mundo se salve por él. El que cree en él no será juzgado; el que no cree ya está juzgado, porque no ha creído en el nombre del Hijo único de Dios. El juicio consiste en esto: que la luz vino al mundo, y los hombres prefirieron la tiniebla a la luz, porque sus obras eran malas. Pues todo el que obra perversamente detesta la luz y no se acerca a la luz, para no verse acusado por sus obras. En cambio, el que realiza la verdad se acerca a la luz, para que se vea que sus obras están hechas según Dios.
Lecturas obtenidas de www.archimadrid.es
Santa Liduvina, virgen 1380-1433
La Divina Providencia a cada uno le señala el camino en el que mejor puede realizar su vida y mediante ello alcanzar la meta de la salvación. Repasando las vidas de los Santos encontramos que la mayor parte de los hombres han tenido una misión más bien hacia fuera: misioneros, fundadores, obispos y papas, escritores, mártires... De las Santas no se puede afirmar lo mismo. La mayor parte de ellas han llevado una vida más bien escondida, entregada a la oración y penitencia y han alcanzado la meta de la perfección mediante el apostolado de la inmolación, ejercido de una o de otra forma. Un caso bien conocido y muy famoso es el de la Santa de hoy.

Eleva su juventud y su vida, inmóvil en el lecho de la enfermedad. Su nombre ha sido transformado en Ludovina y Luz divina.

La más paciente de todo el santoral, con una biografía terrible que espeluzna, y que movió al escritor francés Huysmans a darnos en 1901 uno de sus libros sombríos y refulgentes, con una impresionante mezcla de amor y dolor incomprensibles. Su vida ha de leerse como glosa y complemento de la de Job,

Había nacido en Schidam, de Holanda, muy cerca de la Haya, el Domingo de Ramos de 1380. Su padre era el sereno de la ciudad, eran pobres y tenía ocho hermanos.

A los quince años renuncia al matrimonio, porque desea consagrar su vida a sólo Dios. Poco después un día de fuerte helada, el 2 de febrero, fiesta de la Presentación del Señor y Purificación de la Virgen María, sufre una violenta caída. A la fractura en el costado derecho, se añade una herida; que, al infectarse, convierte su cuerpo en una llaga viva, durante casi cuarenta años de sufrimiento incesante día y noche.

Los primeros cuatro años, una constante desolación interior ennegrece sus horizontes. Hasta que. un día, escucha de una de sus visitas: "Hasta ahora has meditado poco en la Pasión de Cristo; medita; y verás cómo el yugo del Señor es suave".

"Es imposible no sé lo que es meditación", repite algún tiempo. Pero poco a poco, sus sufrimientos se van uniendo en ella a los de Cristo, hasta construir un ideal redentor.

Un día al traerle la Comunión encuentra a Jesús, como los discípulos de Emaús, tardos de corazón: « ¿No era necesario que el Mesías padeciera esto para entrar en su gloria?". Y en su corazón permanecerá ardiente su apostolado del sufrimiento misionero Con él puede repetir: «Señor, perdón por esos pecados que cometen, contra Tí, los hombres".

Liduvina sabía que el dolor, unido al de Cristo, tiene valor redentor. En el museo de arte de Viena hay un hermoso lienzo titulado "Jesús en la Cruz". El autor es un pintor flamenco, Brueghel el Viejo. Sorprende el título, pues lo que el cuadro representa es un ramillete de hojas. Cada hoja es un medallón, donde se muestra un dolor humano. Allí están todos los dolores humanos. En uno de los medallones está Jesús en la Cruz. Ese medallón da sentido a todos. Todo dolor, unido a la Cruz, tiene valor redentor.

A la humilde casa de la hija del sereno de Schiedam llegaban noticias nada halagüeñas sobre el estado de la Iglesia. Nunca sufrió tanto, ya que estuvo en su tiempo dividida en dos y tres obediencias, con dos y tres Papas a la vez. Por ella, por la Iglesia, por el Papa y por los Obispos y Príncipes cristianos ofrecía generosa sus muchos dolores.

Su vida incorporada a Cristo, se hace una maravilla interior; que merecerá ser presentada, como ejemplo, por Tomás de Kempis.

Liduvina partió para unirse al Divino Crucificado el año 1432.

Sus reliquias están en santa Gúdula de Bruselas.

Santoral confeccionado consultando: el preparado por la Parroquia de la Sagrada Familia de Vigo, Aciprensa.com, archimadrid.es

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