lunes, 3 de mayo de 2010

Lecturas y Santoral 03-05-10

El Señor se le apareció a Santiago, después a todos los apóstoles
Primera Lectura. San Pablo 1ª Corintios 15, 1-8
Os recuerdo, hermanos, el Evangelio que os proclamé y que vosotros aceptasteis, y en el que estáis fundados, y que os está salvando, si es que conserváis el Evangelio que os proclamé; de lo contrario, se ha malogrado vuestra adhesión a la fe. Porque lo primero que yo os transmití, tal como lo había recibido, fue esto: que Cristo murió por nuestros pecados, según las Escrituras; que fue sepultado y que resucitó al tercer día, según las Escrituras; que se le apareció a Cefas y más tarde a los Doce; después se apareció a más de quinientos hermanos juntos, la mayoría de los cuales viven todavía, otros han muerto; después se le apareció a Santiago, después a todos los apóstoles; por último, se me apareció también a mí.
Palabra de Dios.
Lecturas obtenidas de www.archimadrid.es
Official readings of the Liturgy in English at http://www.usccb.org/nab/. You can get too Daily Scripture Readings at http://beingbob.wordpress.com/
Salmo Responsorial Salmo 18, 2-3. 4-5
A toda la tierra alcanza su pregón.
El cielo proclama la gloria de Dios, el firmamento pregona la obra de sus manos: el día al día le pasa el mensaje, la noche a la noche se lo susurra.
A toda la tierra alcanza su pregón.
Sin que hablen, sin que pronuncien, sin que resuene su voz, a toda la tierra alcanza su pregón, y hasta los límites del orbe su lenguaje.
A toda la tierra alcanza su pregón.
Lecturas obtenidas de www.archimadrid.es
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Hace tanto tiempo que estoy con vosotros, ¿y no me conoces?
Evangelio de nuestro Señor Jesucristo - Juan 14, 6-14
En aquel tiempo, dijo Jesús a Tomás: -«Yo soy el camino, y la verdad, y la vida. Nadie va al Padre, sino por mí. Si me conocéis a mi, conoceréis también a mi Padre. Ahora ya lo conocéis y lo habéis visto.» Felipe le dice: -«Señor, muéstranos al Padre y nos basta.» Jesús le replica: -«Hace tanto que estoy con vosotros, ¿y no me conoces, Felipe? Quien me ha visto a mi ha visto al Padre. ¿Cómo dices tú: "Muéstranos al Padre" ? ¿No crees que yo estoy en el Padre, y el Padre en mí? Lo que yo os digo no lo hablo por cuenta propia. El Padre, que permanece en mí, hace sus obras, Creedme: yo estoy en el Padre, y el Padre en mí. Si no, creed a las obras. Os lo aseguro: el que cree en mí, también él hará las obras que yo hago, y aún mayores. Porque yo me voy al Padre; y lo que pidáis en mi nombre, yo lo haré, para que el Padre sea glorificado en el Hijo. Si me pedís algo en mi nombre, yo lo haré. » Palabra del Señor.
Lecturas obtenidas de www.archimadrid.es
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Santos Felipe y Santiago el menor Apóstoles (Jacobo, Yago)
San Felipe era originario de Betsaida de Galilea. San Juan habla de él varias veces en el Evangelio. Narra que el Señor Jesús llamó a Felipe al día siguiente de las vocaciones de San Pedro y San Andrés. De los Evangelios se deduce que el Santo respondió al llamado del Señor .Escritores de la Iglesia primitiva y Eusebio, historiador de la Iglesia, afirman que San Felipe predicó el Evangelio en Frigia y murió en Hierápolis. Papías, obispo de este lugar, supo por las hijas del apóstol, que a Felipe se le atribuía el milagro de la resurrección de un muerto.

A Santiago se le llama "el Menor" para diferenciarlo del otro apóstol, Santiago el Mayor (que fue martirizado poco después de la muerte de Cristo).

El evangelio dice que era de Caná de Galilea, que su padre se llamaba Alfeo y que era familiar de Nuestro Señor. Es llamado "el hermano de Jesús", no porque fuera hijo de la Virgen María, la cual no tuvo sino un solo Hijo, Nuestro Señor Jesucristo, sino porque en la Biblia se le llaman "hermanos" a los que provienen de un mismo abuelo: a los primos, tíos y sobrinos (y probablemente Santiago era "primo" de Jesús, hijo de alguna hermana de la Sma. Virgen). En la S. Biblia se lee que Abraham llamaba "hermano" a Lot, pero Lot era sobrino de Abraham. Y se le lee también que Jacob llamaba "hermano" a Laban, pero Laban era tío de Jacob. Así que el decir que alguno era "hermano" de Jesús no significa que María tuvo más hijos, sino que estos llamados "hermanos", eran simplemente familiares: primos, etc.

San Pablo afirma que una de las apariciones de Jesús Resucitado fue a Santiago. Y el libro de Los Hechos de los Apóstoles narra cómo en la Iglesia de Jerusalén era sumamente estimado este apóstol. (Lo llamaban "el obispo de Jerusalén"). San Pablo cuenta que él, la primera vez que subió a Jerusalén después de su conversión, fue a visitar a San Pedro y no vio a ninguno de los otros apóstoles, sino solamente a Santiago. Cuando San Pedro fue liberado por un ángel de la prisión, corrió hacia la casa donde se hospedaban los discípulos y les dejó el encargo de "comunicar a Santiago y a los demás", que había sido liberado y que se iba a otra ciudad (Hech. 12,17). Y el Libro Santo refiere que la última vez que San Pablo fue a Jerusalén, se dirigió antes que todo "a visitar a Santiago, y allí en casa de él se reunieron todos los jefes de la Iglesia de Jerusalén" (Hech. 21,15). San Pablo en la carta que escribió a los Gálatas afirma: "Santiago es, junto con Juan y Pedro, una de las columnas principales de la Iglesia". (Por todo esto se deduce que era muy venerado entre los cristianos).

Cuando los apóstoles se reunieron en Jerusalén para el primer Concilio o reunión de todos los jefes de la Iglesia, fue este apóstol Santiago el que redactó la carta que dirigieron a todos los cristianos (Hechos 15).

Hegesipo, historiador del siglo II dice: "Santiago era llamado 'El Santo'. La gente estaba segura de que nunca había cometido un pecado grave. Jamás comía carne, ni tomaba licores. Pasaba tanto tiempo arrodillado rezando en el templo, que al fin se le hicieron callos en las rodillas. Rezaba muchas horas adorando a Dios y pidiendo perdón al Señor por los pecados del pueblo. La gente lo llamaba: 'El que intercede por el pueblo'". Muchísimos judíos creyeron en Jesús, movidos por las palabras y el buen ejemplo de Santiago. Por eso el Sumo Sacerdote Anás II y los jefes de los judíos, un día de gran fiesta y de mucha concurrencia le dijeron: "Te rogamos que ya que el pueblo siente por ti grande admiración, te presentes ante la multitud y les digas que Jesús no es el Mesías o Redentor". Y Santiago se presentó ante el gentío y les dijo: "Jesús es el enviado de Dios para salvación de los que quieran salvarse. Y lo veremos un día sobre las nubes, sentado a la derecha de Dios". Al oír esto, los jefes de los sacerdotes se llenaron de ira y decían: "Si este hombre sigue hablando, todos los judíos se van a hacer seguidores de Jesús". Y lo llevaron a la parte más alta del templo y desde allá lo echaron hacia el precipicio. Santiago no murió de golpe sino que rezaba de rodillas diciendo: "Padre Dios, te ruego que los perdones porque no saben lo que hacen".

El historiador judío, Flavio Josefo, dice que a Jerusalén le llegaron grandes castigos de Dios, por haber asesinado a Santiago que era considerado el hombre más santo de su tiempo.

Este apóstol redactó uno de los escritos más agradables y provechosos de la S. Biblia. La que se llama "Carta de Santiago". Es un mensaje hermoso y sumamente práctico. Ojalá ninguno de nosotros deje de leerla. Se encuentra al final de la Biblia. Allí dice frases tan importantes como estas: "Si alguien se imagina ser persona religiosa y no domina su lengua, se equivoca y su religión es vana". "Oh ricos: si no comparten con el pobre sus riquezas, prepárense a grandes castigos del cielo". "Si alguno está triste, que rece. Si alguno se enferma, que llamen a los presbíteros y lo unjan con aceite santo, y esa oración le aprovechará mucho al enfermo" (de aquí sacó la Iglesia la costumbre de hacer la Unción de los enfermos). La frase más famosa de la Carta de Santiago es esta: "La fe sin obras, está muerta".

Santoral confeccionado consultando: el preparado por catholic.net,oremosjuntos.com, la Parroquia de la Sagrada Familia de Vigo, Aciprensa.com, archimadrid.es
Fiesta de la Santa Cruz (por P. Eduardo Sanz de Miguel ocd.)
El 14 de septiembre del año 337 se consagraron en Jerusalén las basílicas del Gólgota (el Martyrium) y del Santo Sepulcro (la Anástasis). La Beata Egeria, que visitó la Ciudad Santa a finales del s. IV cuenta que las celebraciones en honor de la Santa Cruz eran tan importantes como las de Navidad y Pascua y que ningún cristiano, que no estuviera legítimamente impedido, debería dejar de participar al menos una vez en su vida. Dice así: "Las fiestas duran ocho días, pero desde mucho antes comienzan a llegar turbas de monjes desde Mesopotamia, Siria, Egipto y la Tebaida, donde son muy numerosos. No hay ninguno que no viaje a Jerusalén en esos días, para gozar de tantas alegrías y tan espléndidas jornadas. También los seglares, hombres y mujeres, vienen a Jerusalén desde todas las provincias del Imperio. Los obispos, cuando son pocos, llegan a 40 o 50, y con ellos viajan muchos de sus clérigos". Como en las solemnes celebraciones se ofrecía a la celebración de los fieles la reliquia de la Santa Cruz, desde el siglo VI, la fiesta se llamó "Exaltación de la Santa Cruz". Pronto se comenzaron a celebrar fiestas parecidas en todas las Iglesias que tenían el gozo de poseer una reliquia del Santo Madero. En Roma está testimoniada desde mediados del s. VII. En el año 635, los persas invadieron la Tierra Santa, robaron sus tesoros y destrozaron todas sus Iglesias, menos la de Belén (porque a la entrada estaban representados los 3 reyes magos vestidos de persas, y la respetaron porque allí se honraba a unos antepasados de su pueblo). Entre los tesoros, se llevaron la reliquia de la Santa Cruz, que estaba adornada con un estuche de oro y piedras preciosas. El emperador de Bizancio, Heraclio Augusto, hizo guerra contra los persas y logró vencerlos, recuperando la Cruz, que llevó en procesión a Jerusalén. Parece ser que llegó el 3 de mayo, por lo que se empezó a hacer una fiesta en honor de la Cruz cada año en esa fecha. Con el tiempo, esta fiesta también se universalizó. En España, era costumbre levantar una Cruz adornada con flores, velas y otros adornos en las plazas y en las puertas de las Iglesias. En algunos lugares, como Granada o Valencia, se conserva la tradición. Caravaca de la Cruz fijó en esta fecha la fiesta en honor de su patrona. Y se sigue celebrando con numerosos ritos (ofrenda floral, procesiones, bendición del agua, de las flores y del vino, carrera de los caballos del vino, desfiles de moros y cristianos.).

Que el amor de Cristo, llevado hasta el extremo en la Cruz, nos guíe y nos guarde. Amén.

Por la Cruz a la luz - P. Eduardo Sanz de Miguel ocd.
El título de mi colaboración es uno de los Dichos de luz y amor de San Juan de la Cruz, que visitó en 7 ocasiones la ciudad de Caravaca y que estaba convencido de que sólo abrazándonos a la Cruz de Cristo podemos llegar a la plenitud de la vida y del amor; ya que, como dice San Juan evangelista, únicamente en la Cruz se revela cuánto nos ama Jesús: "En esto hemos conocido lo que es el amor: en que Él ha dado su vida por nosotros" (1Jn 3,16). Puestos a citar pensamientos sobre la Cruz, recuerdo que en los comedores de muchos conventos carmelitanos se puede leer la siguiente inscripción: Ad mensam sicut ad Crucem. Ad Crucem sicut ad mensam. Significa que hay que ir "A la mesa como a la Cruz" (con moderación y recogimiento) y "A la Cruz como a la mesa" (con alegría). Es decir, no debemos huir de la Cruz, sino abrazarnos a ella con confianza, porque es el signo del inmenso amor de Cristo, que fue capaz de entregarse a la muerte para salvarnos y nos recuerda que Él nunca nos deja solos en nuestros sufrimientos. Por su parte, a la entrada de los monasterios benedictinos normalmente se puede leer: Stat Crux dum volvitur orbis, que significa: Mientras el mundo gira, la Cruz permanece firme. Es decir, que cambian las costumbres y las personas, pero el amor de Dios a los hombres permanece estable. Un amor que se manifiesta en la Cruz, porque, como dice Santa Teresa de Jesús en una de sus poesías, "Después que se puso en Cruz / el Salvador, / en la Cruz está la vida / y el honor [.] y ella sola es el camino / para el cielo". Por su parte, el Papa Benedicto XVI recuerda que "la Cruz significa la salvación de Dios, ofrecida como gracia a toda criatura". Ofrecida, pero no impuesta, porque Dios respeta nuestra libertad. Cristo nos regala la salvación, pero nosotros tenemos que acogerla en nuestras vidas. Ya San Pablo insistía en que la Cruz, cuando es acogida en la fe, nos da la vida eterna. Pero también nos advertía de que puede ser rechazada, e incluso despreciada: "La Cruz es una necedad para los que se pierden; mas para los que se salvan -para nosotros- es fuerza de Dios [...] Así, mientras los judíos piden señales y los griegos buscan sabiduría, nosotros predicamos a un Cristo crucificado: escándalo para los judíos, necedad para los gentiles" (1Cor 1,18-23). Lo que quiere decir San Pablo es que las personas religiosas de su época (los judíos) buscaban milagros, favores de Dios, pero rechazaban que Dios se hiciera pobre y débil hasta morir por amor. Por su parte, los que se tenían por científicos y sabios (los griegos) buscaban que Dios los iluminara en su camino de conocimiento del mundo, pero les parecía una necedad que Dios se hubiera hecho pequeño, que fuera capaz de sufrir y que se revelara a los ignorantes. La Cruz está presente en numerosos escudos (como el del Barça) y banderas (como las de Inglaterra, Noruega, Suecia y Suiza), porque forma parte de la historia de Occidente. La encontramos en el remate de las coronas reales, en los cruces de caminos y en la mayoría de nuestros museos (sea en pintura o en escultura). Para algunos de nuestros contemporáneos es sólo un elemento decorativo, que pertenece a la historia, igual que otras realidades, que también forman parte de nuestro patrimonio cultural, independientemente de su significado original. Así todos valoramos las esculturas romanas del museo de Mérida, por ejemplo, aunque no creamos en los dioses a los que representan. También admiramos las torres y murallas de nuestros castillos, aunque ya no cumplan la función defensiva para la que se edificaron. Para los cristianos, la Cruz es mucho más que un adorno o un elemento cultural. Sigue siendo el signo de la salvación que Dios nos ofrece. Millones de personas, en el mundo entero, encontramos en ella la fuerza para nuestro caminar y el consuelo en nuestros sufrimientos. Tal como he podido comprobar personalmente durante los 6 años que he vivido entre vosotros, esto se da especialmente en los caravaqueños, que vivís a la sombra de su basílica-santuario, que la tenéis por patrona y que disfrutáis en este 2010 de un nuevo año santo jubilar en su honor. Lo mismo podemos decir de los numerosos peregrinos que se desplazan a Caravaca para venerarla. Con sus besos depositan en nuestra bendita Cruz sus dolores y sus esperanzas, sus alegrías y sus sufrimientos, deseando unirse íntimamente con Cristo, que en la Cruz derramó su sangre para darnos el perdón de nuestros pecados y la vida eterna. Por eso, a los cristianos nos duele el odio que a veces se manifiesta hacia la Cruz y hacia lo que esa representa. Algunos querrían eliminarla totalmente de los espacios públicos, ya que a Cristo no lo quieren ver ni en pintura, ni vivo ni muerto. Es hiriente que, el año pasado, una empleada de las líneas aéreas británicas fuera expulsada de su trabajo por llevar una Cruz al cuello. Como es absurdo que la corte de derechos humanos de Estrasburgo afirmara hace pocos meses que "la presencia de la Cruz en los espacios escolares constituye una violación de la libertad religiosa" que debe ser eliminada. En la Cruz, Cristo nos conquistó la libertad. En la Cruz murió perdonando y pidiéndonos que perdonemos a nuestros enemigos. En la Cruz nos enseña a amar hasta el sacrificio. Desde la Cruz, finalmente, nos dice que nuestra vida no termina en el sepulcro, porque hemos sido creados para la vida eterna. Estos mensajes, ¿pueden herir alguna sensibilidad? ¿No será que hay otros intereses escondidos en querer eliminar la Cruz? Si, además, tenemos presente que ver una Cruz no obliga a nadie a creer en lo que ella representa, ¿por qué privar del consuelo que ella ofrece a los creyentes? En España ya se presentó una polémica similar en 1931. Por entonces, en respuesta a la misma, escribió Miguel de Unamuno: "¡La presencia del crucifijo en las escuelas no ofende a ningún sentimiento, ni aún al de los racionalistas y ateos. Y el quitarlo ofende al sentimiento popular, hasta el de los que carecen de creencias confesionales. ¿Qué se va a poner donde estaba el tradicional Cristo agonizante? ¿Una hoz y un martillo? ¿Un compás y una escuadra? ¿O qué otro emblema confesional? Porque hay que decirlo claro y de ello tendremos que ocuparnos: la campaña es de origen confesional. Claro que de confesión anticatólica y anticristiana. Porque lo de la neutralidad es una engañifa". Creo que no hace falta añadir nada a lo que escribió el gran Unamuno. A pesar de que han pasado 79 años, sus palabras siguen siendo actuales. Caravaqueños, que vuestro proverbial amor por la Cruz crezca cada día. Pido a nuestro Señor Jesucristo que os llene de sus bendiciones y que este año jubilar produzca entre vosotros y entre quienes os visitan numerosos frutos espirituales. Afectuosamente. Santoral confeccionado por P. Eduardo Sanz de Miguel ocd.

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