Dios puede preservaros de tropiezos y presentaros ante su gloria sin mancha
Primera Lectura. Judas 17.20b-25
Queridos hermanos, acordaos de lo que predijeron los apóstoles de nuestro Señor Jesucristo. Idos asentando sobre el cimiento de vuestra santa fe, orad movidos por el Espíritu Santo y manteneos así en el amor de Dios, aguardando a que la misericordia de nuestro Señor Jesucristo os dé la vida eterna. ¿Titubean algunos? Tened compasión de ellos; a unos, salvadlos, arrancándolos del fuego; a otros, mostradles compasión, pero con cautela, aborreciendo hasta el vestido que esté manchado por la carne. Al único Dios, nuestro salvador, que puede preservaros de tropiezos y presentaros ante su gloria exultantes y sin mancha, gloria y majestad, dominio y poderío, por Jesucristo, nuestro Señor, desde siempre y ahora y por todos los siglos. Amén.
Palabra de Dios.
Palabra de Dios.
Lecturas obtenidas de www.archimadrid.es
Official readings of the Liturgy in English at http://www.usccb.org/nab/. You can get too Daily Scripture Readings at http://beingbob.wordpress.com/
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Salmo Responsorial Salmo 62,2. 3-4. 5-6
Mi alma está sedienta de ti, Señor, Dios mío.
Oh Dios, tú eres mi Dios, por ti madrugo, / mi alma está sedienta de ti; / mi carne tiene ansia de ti, / como tierra reseca, agostada, sin agua.
Mi alma está sedienta de ti, Señor, Dios mío.
¡Cómo te contemplaba en el santuario / viendo tu fuerza y tu gloria! / Tu gracia vale más que la vida, / te alabarán mis labios.
Mi alma está sedienta de ti, Señor, Dios mío.
Toda mi vida te bendeciré / y alzaré las manos invocándote. / Me saciaré como de enjundia y de manteca, / y mis labios te alabarán jubilosos.
Mi alma está sedienta de ti, Señor, Dios mío.
Oh Dios, tú eres mi Dios, por ti madrugo, / mi alma está sedienta de ti; / mi carne tiene ansia de ti, / como tierra reseca, agostada, sin agua.
Mi alma está sedienta de ti, Señor, Dios mío.
¡Cómo te contemplaba en el santuario / viendo tu fuerza y tu gloria! / Tu gracia vale más que la vida, / te alabarán mis labios.
Mi alma está sedienta de ti, Señor, Dios mío.
Toda mi vida te bendeciré / y alzaré las manos invocándote. / Me saciaré como de enjundia y de manteca, / y mis labios te alabarán jubilosos.
Mi alma está sedienta de ti, Señor, Dios mío.
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¿Con qué autoridad haces esto?
Evangelio de nuestro Señor Jesucristo - Marcos 11, 27-33
En aquel tiempo, Jesús y los discípulos volvieron a Jerusalén y, mientras paseaba por el templo, se le acercaron los sumos sacerdotes, los escribas y los ancianos y le preguntaron: -«¿Con qué autoridad haces esto? ¿Quién te ha dado semejante autoridad? » Jesús les respondió: -«Os voy a hacer una pregunta y, si me contestáis, os diré con qué autoridad hago esto: El bautismo de Juan ¿era cosa de Dios o de los hombres? Contestadme.» Se pusieron a deliberar: -«Si decimos que es de Dios, dirá: "¿Y por qué no le habéis creído?" Pero como digamos que es de los hombres ... » (Temían a la gente, porque todo el mundo estaba convencido de que Juan era un profeta.) Y respondieron a Jesús: -«No sabemos.» Jesús les replicó: -«Pues tampoco yo os digo con qué autoridad hago esto.»
Palabra del Señor.
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San Guillermo de Tolosa 1242
¿Alguna vez te han tomado el pelo? Si así es, sabrás lo poco que puedes hacer por salvarte a ti mismo. A San Guillermo de Tolosa y sus compañeros, Guillermo Amaud, Esteban, Raimundo y otros nueve, les tomaron el pelo: regiamente. Invitado a permanecer en un castillo perteneciente al conde Raimundo VII de Tolosa, fueron en cambio asesinados por una banda de soldados que los aguardaban allí.
Que le tomen a uno el pelo, incluso si no acaba en asesinato, no es agradable. En el mejor de los casos, nos enoja más con nosotros mismos, por haber sido tan estúpidos, que con los demás.
A veces, sin embargo, no hay nadie más a quien culpar. Nos burlamos de nosotros mismos por causa del fracaso, la decepción y el desánimo. Cuando emprendemos un proyecto sin la preparación adecuada, cuando dejamos una abertura para alguien de lengua mordaz, cuando nos andamos con tantas dilaciones que no podemos cumplir nuestras obligaciones, entonces nos dejamos tomar el pelo. De un modo perverso, creamos situaciones en las que estamos abocados a fracasar de modo que no se nos pueda pedir cuenta por nuestras acciones. Puede deberse a que tenemos miedo de vivir a la altura del nivel que nos asignamos a nosotros mismos, o a que tenemos miedo del éxito. Cualquiera que sea la razón, las peores exposiciones al ridículo a menudo vienen de dentro.
No siempre podemos impedir que otros traten de burlarnos, pero podemos evitar ponemos nosotros mismos en ridículo. Podemos tratamos a nosotros mismos con el mismo respeto que concederíamos a los demás. Y lo que es más importante, sin embargo, incluso cuando no nos ponemos en ridículo nosotros mismos, siempre podemos tratar la experiencia como un aprendizaje.
Santoral confeccionado consultando: el preparado por catholic.net,oremosjuntos.com, la Parroquia de la Sagrada Familia de Vigo, Aciprensa.com, archimadrid.es
Que le tomen a uno el pelo, incluso si no acaba en asesinato, no es agradable. En el mejor de los casos, nos enoja más con nosotros mismos, por haber sido tan estúpidos, que con los demás.
A veces, sin embargo, no hay nadie más a quien culpar. Nos burlamos de nosotros mismos por causa del fracaso, la decepción y el desánimo. Cuando emprendemos un proyecto sin la preparación adecuada, cuando dejamos una abertura para alguien de lengua mordaz, cuando nos andamos con tantas dilaciones que no podemos cumplir nuestras obligaciones, entonces nos dejamos tomar el pelo. De un modo perverso, creamos situaciones en las que estamos abocados a fracasar de modo que no se nos pueda pedir cuenta por nuestras acciones. Puede deberse a que tenemos miedo de vivir a la altura del nivel que nos asignamos a nosotros mismos, o a que tenemos miedo del éxito. Cualquiera que sea la razón, las peores exposiciones al ridículo a menudo vienen de dentro.
No siempre podemos impedir que otros traten de burlarnos, pero podemos evitar ponemos nosotros mismos en ridículo. Podemos tratamos a nosotros mismos con el mismo respeto que concederíamos a los demás. Y lo que es más importante, sin embargo, incluso cuando no nos ponemos en ridículo nosotros mismos, siempre podemos tratar la experiencia como un aprendizaje.
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