jueves, 3 de junio de 2010

Lecturas y Santoral 03-05-10

La palabra de Dios no está encadenada. Si morimos con él, viviremos con él
Primera Lectura. 2ª carta de Pablo a Timoteo 2, 8-15
Querido hermano:
Haz memoria de Jesucristo, resucitado de entre los muertos, nacido del linaje de David. Éste ha sido mi Evangelio, por el que sufro hasta llevar cadenas, como un malhechor; pero la palabra de Dios no está encadenada. Por eso lo aguanto todo por los elegidos, para que ellos también alcancen la salvación, lograda por Cristo Jesús, con la gloria eterna. Es doctrina segura: Si morimos con él, viviremos con él. Si perseveramos, reinaremos con él. Si lo negamos, también él nos negará. Si somos infieles, él permanece fiel, porque no puede negarse a sí mismo. Sígueles recordando todo esto, avisándoles seriamente en nombre de Dios que no disputen sobre palabras; no sirve para nada y es catastrófico para los oyentes. Esfuérzate por presentarte ante Dios y merecer su aprobación, como un obrero irreprensible que predica la verdad sin desviaciones.
Palabra de Dios.
Lecturas obtenidas de www.archimadrid.es
Official readings of the Liturgy in English at http://www.usccb.org/nab/. You can get too Daily Scripture Readings at http://beingbob.wordpress.com/
Salmo Responsorial 24, 4-5ab. 8-9. 10 y 14
Señor, enséñame tus caminos.
Señor, enséñame tus caminos, instrúyeme en tus sendas: haz que camine con lealtad; enséñame, porque tú eres mi Dios y Salvador.
Señor, enséñame tus caminos.
El Señor es bueno y es recto, y enseña el camino a los pecadores; hace caminar a los humildes con rectitud, enseña su camino a los humildes.
Señor, enséñame tus caminos.
Las sendas del Señor son misericordia y lealtad para los que guardan su alianza y sus mandatos. El Señor se confía con sus fieles y les da a conocer su alianza.
Señor, enséñame tus caminos.
Lecturas obtenidas de www.archimadrid.es
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El principal mandamiento
Evangelio de nuestro Señor Jesucristo - Marcos 12, 28b-34
En aquel tiempo, un escriba se acercó a Jesús y le preguntó: -«¿Qué mandamiento es el primero de todos?» Respondió Jesús: -«El primero es: “Escucha, Israel, el Señor, nuestro Dios, es el único Señor: amarás al Señor, tu Dios, con todo tu corazón, con toda tu alma, con toda tu mente, con todo tu ser. ” El segundo es éste: “Amarás a tu prójimo como a ti mismo.” No hay mandamiento mayor que éstos.» El escriba replicó: -«Muy bien, Maestro, tienes razón cuando dices que el Señor es uno solo y no hay otro fuera de él; y que amarlo con todo el corazón, con todo el entendimiento y con todo el ser, y amar al prójimo como a uno mismo vale más que todos los holocaustos y sacrificios.» Jesús, viendo que había respondido sensatamente, le dijo: -«No estás lejos del reino de Dios.» Y nadie se atrevió a hacerle más preguntas.
Palabra del Señor Dios.
Lecturas obtenidas de www.archimadrid.es
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SAN CARLOS LUANGA Y COMPAÑEROS, MÁRTIRES S. XIX
El Continente africano fue en el pasado semillero de santos y mártires cristianos. Después, por diversos acontecimientos fue muriendo la religión predicada y vivida con tanto heroísmo. Hoy los Sumos Pontífices tienen puesta su mirada en este Continente como la Iglesia del futuro.

En el siglo pasado, Uganda fue regada por abundante sangre de generosos cristianos que no estaban dispuestos a transigir con el pecado y la herejía.

El Papa Pablo VI, en la homilía de la canonización de estos mártires de Uganda, dijo: "La tragedia que los devoró fue tan inaudita y expresiva que ofrece elementos representativos suficientes para la formación moral de un pueblo nuevo, para la fundación de una nueva tradición espiritual. . . "

Por el 1878 los Padres Blancos empezaron los primeros pasos de la evangelización de Uganda. El rey, llamado Mtsa, en un principio los favoreció y ayudó, aunque pronto trató de alejarlos de sí por miedo a que la nueva religión fuera obstáculo para su comercio de esclavos de lo que sacaba pingues sumas.

Muerto él le siguió su hijo Muanga, que era ferviente amigo de los cristianos. Pero pronto se cambiaron las cosas. El rey tenía un primer ministro que aborrecía a los cristianos porque había atentado contra el monarca y había sido descubierto por la fidelidad de los cristianos, siempre leales al rey. La cosa se agravó cuando el mismo rey intentó abusar de modo deshonestro de los mismos cristianos que tenía a su servicio. Al oponerse rotundamente los cristianos a sus aberraciones y abyectos instintos, el amor que antes sentía hacia ellos se convirtió en odio mortal.

Los veintidós negros de Uganda nos hacen revivir las páginas de las Actas de los Mártires de los primeros siglos. Es semejante la atrocidad en los suplicios: algunos fueron cortados a trozos, otros devorados por perros y otros decapitados; trece de entre ellos fueron quemados vivos sobre enrejados de mimbres. Semejante también la diversidad de edades: Matías Kalemba contaba cincuenta años, Kizito, solamente trece; la mayor parte estaba entre los dieciséis y los veinticuatro. Semejantes, - asimismo, las acusaciones de prevaricación lanzadas contra aquellos, a quienes sus enemigos denominaban «hombres de oración». Hasta es semejante el testimonio harto frecuente de vírgenes cristianas, mártires de la castidad, que también se repite: los pajes del rey Muanga, sostenidos por su jefe Carlos Luanga, se granjearon el odio del príncipe por haber rehusado acceder a sus solicitaciones impuras. Finalmente, como en los primeros tiempos, el más joven, Kizito, provocaba la admiración de sus hermanos a causa de su decisión y su alegría. La mayoría de ellos había recibido el bautismo poco antes; cuatro pajes eran aún catecúmenos, y Carlos Luanga los bautizó antes del suplicio. Las ejecuciones, que proporcionaron más de cien víctimas católicos y anglicanos se prolongaron desde el 15 de noviembre de 1885 al 27 de enero de 1887, pero la persecución llegó a su cúlmen con la hoguera de Namugongo, el 3 de junio de 1886. El progreso de la Iglesia en Uganda da testimonio de la eficacia permanente del sacrificio aceptado por Cristo. Hoy, como ayer, “La sangre de los mártires se convierte en semilla de nuevos cristianos”.

En 1885, cuando José Mkasa, maestro de pajes en la corte de rey Mwanga de Bugunda, criticó al rey por su inmoralidad y por el asesinato del misionero protestante james Hannington, el rey hizo que lo mataran. Fue reemplazado por otro cristiano, Carlos Lwanga. Varios meses más tarde, cuando un paje llamado Mwafu rehusó tomar parte en los actos inmorales del rey Mwanga, éste supo que otro paje, Denis Sebuggawo, le había estado instruyendo secretamente en el cristianismo. Se capturó y ejecutó a Denis. Entonces el rey se dirigió a todos los otros pajes cristianos, y cuando rehusaron abandonar su fe, los sentenció a muerte. Fueron torturados, y quienes sobrevivieron fueron quemados vivos o decapitados. Los mártires de Uganda eran muy jóvenes, la mayoría rondaba los veinte años. Sin embargo, mostraron una madurez superior a sus años en su disposición a sufrir y morir por su fe. Al hacerlo así demostraron su edad. No su edad cronológica, desde luego, sino su edad espiritual. Todos nosotros somos llamados a demostrar nuestra edad espiritual. Mientras que nuestra edad cronológica es dictada por las leyes de la naturaleza, nuestra edad espiritual carece de tales límites Mucho depende de cuándo comenzáramos nuestra búsqueda, y de cuánta energía hayamos puesto en ella. Cualquiera que sea nuestra edad cronológica, podemos continuar madurando espiritualmente hasta el día en que finalmente entramos en la eternidad.

Fueron beatificados por Benedicto XV en 1920 y Pablo VI los canonizó en 1964

Santoral confeccionado consultando: el preparado por catholic.net,oremosjuntos.com, la Parroquia de la Sagrada Familia de Vigo, Aciprensa.com, archimadrid.es

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