Haré una alianza nueva y no recordaré los pecados
Primera Lectura. Jeremías 31, 31-34
"Ya llegan días - oráculo del Señor - en que haré con la casa de Israel y la casa de Judá una alianza nueva. No será una alianza como la que hice con sus padres, cuando los tomé de la mano para sacarlos de Egipto, pues quebrantaron mi alianza, aunque yo era su Señor - oráculo del Señor -.
Esta será la alianza que haré con ellos, después de aquellos días -oráculo del Señor-: Pondré mi ley en su interior y la escribiré en sus corazones; yo seré su Dios, y ellos serán mi pueblo. Ya no tendrán que enseñarse unos a otros diciendo: "Conoced al Señor", pues todos me conocerán, desde el más pequeño al mayor - oráculo del Señor -, cuando perdone su pena y no recuerde ya sus pecados".
Palabra de Dios.
Esta será la alianza que haré con ellos, después de aquellos días -oráculo del Señor-: Pondré mi ley en su interior y la escribiré en sus corazones; yo seré su Dios, y ellos serán mi pueblo. Ya no tendrán que enseñarse unos a otros diciendo: "Conoced al Señor", pues todos me conocerán, desde el más pequeño al mayor - oráculo del Señor -, cuando perdone su pena y no recuerde ya sus pecados".
Palabra de Dios.
Lecturas obtenidas de www.archimadrid.es y www.ciudadredonda.org
Official readings of the Liturgy in English at http://www.usccb.org/
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Salmo Responsorial. 50, 12-13. 14-15. 18-19
Oh Dios, crea en mí un corazón puro.
Oh Dios, crea en mí un corazón puro
renuévame por dentro con espíritu firme;
no me arrojes lejos de tu rostro,
no me quites tu santo espíritu.
Oh Dios, crea en mí un corazón puro.
Devuélveme la alegría de tu salvación,
afiánzame con espíritu generoso.
Enseñaré a los malvados tus caminos,
los pecadores volverán a ti.
Oh Dios, crea en mí un corazón puro.
Los sacrificios no te satisfacen:
si te ofreciera un holocausto, no lo querrías.
El sacrificio agradable a Dios
es un espíritu quebrantado;
un corazón quebrantado y humillado,
tú, oh Dios, tú no lo desprecias.
Oh Dios, crea en mí un corazón puro.
Oh Dios, crea en mí un corazón puro
renuévame por dentro con espíritu firme;
no me arrojes lejos de tu rostro,
no me quites tu santo espíritu.
Oh Dios, crea en mí un corazón puro.
Devuélveme la alegría de tu salvación,
afiánzame con espíritu generoso.
Enseñaré a los malvados tus caminos,
los pecadores volverán a ti.
Oh Dios, crea en mí un corazón puro.
Los sacrificios no te satisfacen:
si te ofreciera un holocausto, no lo querrías.
El sacrificio agradable a Dios
es un espíritu quebrantado;
un corazón quebrantado y humillado,
tú, oh Dios, tú no lo desprecias.
Oh Dios, crea en mí un corazón puro.
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Tú eres Pedro, y te daré las llaves del reino de los cielos
Evangelio de nuestro Señor Jesucristo. Mateo 16, 13-23
En aquel tiempo, al llegar a la región de Cesarea de Filipo, Jesús preguntó a sus discípulos:
-"¿Quién dice la gente que es el Hijo del hombre?".
Ellos contestaron:
-"Unos que Juan Bautista, otros que Elías, otros que Jeremías o uno de los profetas".
Él les preguntó:
-"Y vosotros, ¿quién decís que soy yo?".
Simón Pedro tomó la palabra y dijo:
-"Tú eres el Mesías, el Hijo de Dios vivo".
Jesús le respondió:
-"¡Bienaventurado tú, Simón, hijo de Jonás!, porque eso no te lo ha revelado ni la carne ni la sangre, sino mi Padre que está en los cielos.
Ahora yo te digo: tú eres Pedro, y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia, y el poder del infierno no la derrotará. Te daré las llaves del reino de los cielos; lo que ates en la tierra quedará atado en los cielos, y lo que desates en la tierra, quedará desatado en los cielos".
Y les mandó a los discípulos que no dijesen a nadie que él era el Mesías.
Desde entonces comenzó Jesús a manifestar a sus discípulos que tenía que ir a Jerusalén y padecer allí mucho por parte de los ancianos, sumos sacerdotes y escribas, y que tenía que ser ejecutado y resucitar al tercer día.
Pedro se lo llevó aparte y se puso a increparlo:
-"¡Lejos de ti tan cosa, Señor! Eso no puede pasarte".
Jesús se volvió y dijo a Pedro:
-"¡Ponte detrás de mí, Satanás! Eres para mí piedra de tropiezo, porque tú piensas como los hombres, no como Dios".
Palabra de Dios.
-"¿Quién dice la gente que es el Hijo del hombre?".
Ellos contestaron:
-"Unos que Juan Bautista, otros que Elías, otros que Jeremías o uno de los profetas".
Él les preguntó:
-"Y vosotros, ¿quién decís que soy yo?".
Simón Pedro tomó la palabra y dijo:
-"Tú eres el Mesías, el Hijo de Dios vivo".
Jesús le respondió:
-"¡Bienaventurado tú, Simón, hijo de Jonás!, porque eso no te lo ha revelado ni la carne ni la sangre, sino mi Padre que está en los cielos.
Ahora yo te digo: tú eres Pedro, y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia, y el poder del infierno no la derrotará. Te daré las llaves del reino de los cielos; lo que ates en la tierra quedará atado en los cielos, y lo que desates en la tierra, quedará desatado en los cielos".
Y les mandó a los discípulos que no dijesen a nadie que él era el Mesías.
Desde entonces comenzó Jesús a manifestar a sus discípulos que tenía que ir a Jerusalén y padecer allí mucho por parte de los ancianos, sumos sacerdotes y escribas, y que tenía que ser ejecutado y resucitar al tercer día.
Pedro se lo llevó aparte y se puso a increparlo:
-"¡Lejos de ti tan cosa, Señor! Eso no puede pasarte".
Jesús se volvió y dijo a Pedro:
-"¡Ponte detrás de mí, Satanás! Eres para mí piedra de tropiezo, porque tú piensas como los hombres, no como Dios".
Palabra de Dios.
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San Juan María Vianney, El Cura de Ars (1786-1859)
Los sucesos principales de la vida de San Juan María Vianney son conocidos de todos: su infancia en Dardilly (no lejos de Lyon), donde nació en mayo, día 8 de 1786, de padres honrados, cristianos y pobres. Fue bautizado el mismo día de nacer. A los nueve años todavía no sabía nada a no ser un poco de catecismo. A los once recibió los sacramentos de Penitencia y Eucaristía. Eran malos los tiempos por los que atravesaba Francia.
Por la mente de Juan María corrió siempre el deseo de llegar algún día a ser sacerdote… Pero no sabía nada y no había ningún maestro que estuviera dispuesto a enseñarle las primeras letras. Le costaba mucho aprender.
Por fin ingresó en el Seminario. Tenía 25 años cuando, en 1811, recibía la tonsura clerical. Al año siguiente empieza los estudios filosóficos. No le entran con facilidad. Por fin en junio de 1815 recibe el diaconado. Es un gran gozo para él.
Pero los superiores dudan si debe ordenarse sacerdote o rogarle que abandone el seminario, porque el sacerdote, piensan, debe ser un hombre de letras y a Juan María no le entran.
Era el 13 de agosto de 1815 cuando recibió este don del sacerdocio Saltó de alegría. Ya era lo que tanto ansiaba. Ya estaba dispuesto a morir por el rebaño que le fuera encomendado.
En 1818, tras la muerte de M. Balley, Vianney fue hecho párroco de Ars, una aldea no muy lejos de Lyon. Fue en el ejercicio de las funciones de párroco en esta remota aldea francesa en las que el “cura de Ars” se hizo conocido en toda Francia y el mundo cristiano.
Algunos años después de llegar a Ars, fundó una especie de orfanato para jóvenes desamparadas. Se le llamó “La Providencia” y fue el modelo de instituciones similares establecidas más tarde por toda Francia. El propio Vianney instruía a las niñas de “La Providencia” en el catecismo, y estas enseñanzas catequéticas llegaron a ser tan populares que al final se daban todos los días en la iglesia a grandes multitudes. “La Providencia” fue la obra favorita del “cura de Ars”, pero, aunque tuvo éxito, fue cerrada en 1847, porque el santo cura pensaba que no estaba justificado mantenerla frente a la oposición de mucha buena gente. Su cierre fue una pesada prueba para él.
Pero la principal labor del Cura de Ars fue la dirección de almas. No llevaba mucho tiempo en Ars cuando la gente empezó a acudir a él de otras parroquias, luego de lugares distantes, más tarde de todas partes de Francia, y finalmente de otros países. Ya en 1835, su obispo le prohibió asistir a los retiros anuales del clero diocesano porque “las almas le esperaban allí”. Durante los últimos diez años de su vida, pasó de dieciséis a dieciocho horas diarias en el confesionario. Su consejo era buscado por obispos, sacerdotes, religiosos, jóvenes y mujeres con dudas sobre su vocación, pecadores, personas con toda clase de dificultades y enfermos.
En 1855, el número de peregrinos había alcanzado los veinte mil al año. Las personas más distinguidas visitaban Ars con la finalidad de ver al santo cura y oír su enseñanza cotidiana. El Venerable Padre Colin se ordenó diácono al mismo tiempo, y fue su amigo de toda la vida, mientras que la Madre Marie de la Providence fundaba las hermanas auxiliadoras de las ánimas del purgatorio por su consejo y con su constante aliento.
Su dirección se caracterizaba por el sentido común, su notable perspicacia, y conocimiento sobrenatural. A veces adivinaba pecados no revelados en una confesión imperfecta. Sus instrucciones se daban en lenguaje sencillo, lleno de imágenes sacadas de la vida diaria y de escenas campestres, pero que respiraban fe y ese amor de Dios que era su principio vital y que infundía en su audiencia tanto por su modo de comportarse y apariencia como por sus palabras, pues al final, su voz era casi inaudible.
Los milagros registrados por sus biógrafos son de tres clases:
1- en primer lugar, la obtención de dinero para sus limosnas y alimento para sus huérfanos;
2- en segundo lugar, conocimiento sobrenatural del pasado y del futuro;
3- en tercer lugar, curación de enfermos, especialmente niños.
El mayor milagro de todos fue su vida. Practicó la mortificación desde su primera juventud, y durante cuarenta años su alimentación y su descanso fueron insuficientes, humanamente hablando, para mantener su vida. Y aun así, trabajaba incesantemente, con inagotable humildad, amabilidad, paciencia, y buen humor, hasta que tuvo más de setenta y tres años.
El Santo cura de Ars murió, extenuado por la fatiga y transfigurado a causa de la alegría interior, una radiante mañana de agosto de 1859: ¡Qué muerte tan agradable, cuando se ha vivido en la cruz". Mas, no cabe duda de que es menester haber ido en peregrinación a Ars, haber visto su pobre lecho y el tosco calzado, la pequeña iglesita y el púlpito al pie del cual se sentara Lacordaire -, el confesonario, en el que el santo pasaba a veces hasta catorce horas al día; es menester haber meditado las páginas de sus sermones, con su escritura y sus faltas de ortografía, para comprender, una vez más, cómo el Señor se complace en “lo que no cuenta para anular a lo que cuenta” (1 Co 1, 28).
“Nuestro hogar es el cielo”, dice San Juan María Vianney, más comúnmente conocido como el Cura de Ars. “Sobre la Tierra somos como viajeros que viven en un hotel. Cuando se está fuera, uno siempre está pensando en el hogar.”
El 3 de Octubre de 1874 Juan Bautista María Vianney fue proclamado Venerable por Pío IX y el 8 de Enero de 1905, fue inscrito entre los Beatos. El Papa Pío X lo propuso como modelo para el clero parroquial.
En 1925, el Papa Pío XI lo canonizó. Su fiesta se celebra el 4 de Agosto
“TE AMO, OH MI DIOS”
Autor: San Juan María Vianney
Te amo, Oh mi Dios.
Mi único deseo es amarte
Hasta el último suspiro de mi vida.
Te amo, Oh infinitamente amoroso Dios,
Y prefiero morir amándote que vivir un instante sin Ti.
Te amo, oh mi Dios, y mi único temor es ir al infierno
Porque ahí nunca tendría la dulce consolación de tu amor,
Oh mi Dios,
si mi lengua no puede decir
cada instante que te amo,
por lo menos quiero
que mi corazón lo repita cada vez que respiro.
Ah, dame la gracia de sufrir mientras que te amo,
Y de amarte mientras que sufro,
y el día que me muera
No solo amarte pero sentir que te amo.
Te suplico que mientras más cerca estés de mi hora
Final aumentes y perfecciones mi amor por Ti.
Amén.
Santoral confeccionado consultando el preparado por: catholic.net, santoral-virtual.blogspot.com.es, www.churchforum.org, magnificat.ca, aciprensa.com, mercaba.org, franciscanos.org, archivalencia.org, vatican.va, www.enciclopediacatolica.com, corazones.org, caminando con Jesus, mercaba, El almanaque, monover.com, Arhidiócesis de Madrid, web católico de Javier, la Parroquia de la Sagrada Familia de Vigo, oremosjuntos.com
"La Palabra de nuestro Señor es lámpara para nuestros pasos, y el ejemplo de los Santos de la Iglesia que se nos regala cada día, como una sucesión interminable de fiestas, es estímulo y fuerza continua; por eso me encanta preparar y compartir las lecturas cada día y disfrutar con su enseñanza."
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