domingo, 9 de enero de 2022

Lecturas y Santoral 09/01/2022 Domingo. El Bautismo del Señor

Mirad a mi siervo, en quien me complazco.

Primera Lectura.  Lectura del libro de Isaías 42, 1-4. 6-7
Esto dice el Señor: «Mirad a mi siervo, a quien sostengo; mi elegido, en quien me complazco. He puesto mi espíritu sobre él, manifestará la justicia a las naciones. No gritará, no clamará, no voceará por las calles. La caña cascada no la quebrará, la mecha vacilante no lo apagará. Manifestará la justicia con verdad. No vacilará ni se quebrará, hasta implantar la justicia en el país. En su ley esperan las islas. Yo, el Señor, te he llamado en mi justicia, te cogí de la mano, te formé e hice de ti alianza de un pueblo y luz de las naciones, para que abras los ojos de los ciegos, saques a los cautivos de la cárcel, de la prisión a los que habitan las tinieblas».

Palabra de Dios

Salmo Responsorial. 28, 1a y 2.3ac-4.3b y 9b-10

El Señor bendice a su pueblo con la paz.

Hijos de Dios, aclamad al Señor, aclamad la gloria del nombre del Señor, postraos ante el Señor en el atrio sagrado.

El Señor bendice a su pueblo con la paz.

La voz del Señor sobre las aguas, el Señor sobre las aguas torrenciales. La voz del Señor es potente, la voz del Señor es magnífica.

El Señor bendice a su pueblo con la paz.

El Dios de la gloria ha tronado. En su templo un grito unánime: «¡Gloria!» El Señor se sienta por encima del diluvio, el Señor se sienta como rey eterno.

El Señor bendice a su pueblo con la paz.

Ungido por Dios con la fuerza del Espíritu Santo.

Segunda Lectura. Lectura del libro de los Hechos de los apóstoles 10,34-38
En aquellos días, Pedro tomó la palabra y dijo: «Ahora comprendo con toda la verdad que Dios no hace acepción de personas, sino que acepta al que lo teme y practica la justicia, sea de la nación que sea. Envió su palabra a los hijos de Israel, anunciando la Buena Nueva de la paz que traería Jesucristo, el Señor de todos. Vosotros conocéis lo que sucedió en toda Judea, comenzando por Galilea, después del bautismo que predicó Juan. Me refiero a Jesús de Nazaret, ungido por Dios con la fuerza del Espíritu Santo, que pasó haciendo el bien y curando a los oprimidos por el diablo, porque Dios estaba con él».

Palabra de Dios

Jesús fue bautizado; y, mientras oraba, se abrieron los cielos.
Evangelio de nuestro Señor Jesucristo. Lucas 3,15-16.21-22
En aquel tiempo, el pueblo estaba expectante, y todos se preguntaban en su interior sobre Juan si no sería el Mesías, Juan les respondió dirigiéndose a a todos: “Yo os bautizo con agua; pero viene el que es más fuerte que yo, a quien no merezco desatarle la correa de sus sandalias. Él os bautizará con Espíritu Santo y fuego”. Y sucedió que, cuando todo el pueblo era bautizado, también Jesús fue bautizado; y, mientras oraba, se abrieron los cielos, bajó el Espíritu Santo sobre él con apariencia corporal semejante a una paloma, y vino una voz del cielo: “Tú eres mi Hijo, el amado; en ti me complazco”.

Palabra de Dios

San Eulogio de Córdoba

Nació en Córdoba a comienzos del siglo IX y en esta ciudad ejerció su ministerio sacerdotal. Es el principal escritor de la Iglesia mozárabe, y uno de sus santos más importantes.

Dada la difícil situación de la comunidad cristiana española por la dominación árabe, san Eulogio fue siempre consuelo y aliento para todos los perseguidos por su fe.

Lo decapitaron, por vivir y confesar públicamente la fe cristiana, el 11 de marzo del año 859, cuando había sido preconizado arzobispo de Toledo; en España su fiesta se celebra el 9 de enero.

Oración: Señor y Dios nuestro: tú que, en la difícil situación de la Iglesia mozárabe, suscitaste en san Eulogio un espíritu heroico para la confesión intrépida de la fe, concédenos superar con gozo y energía, fortalecidos por ese mismo espíritu, todas nuestras situaciones adversas. Por Jesucristo, nuestro Señor. Amén.


San Julián Mártir (+ 304) y Santa Basilisa Virgen (313)

Los Santos esposos Julián y Basilisa nacieron en el tercer siglo de la Iglesia, en Antioquía, capital de la Siria. Su vida nos ofrece el ejemplo de aquellas virtudes raras y sublimes, desconocidas a la gentilidad, que sólo la religión de Jesucristo podía producir entre los hombres: la virginidad en el matrimonio.

Julián era hijo único de una noble y rica familia, profundamente educado en la religión cristiana, tenía hecho voto de castidad cuando al cumplir los dieciocho años de edad sus padres se empeñaron en que contrajese matrimonio con una joven de igual nobleza, llamada Basilisa. Temeroso el virtuoso muchacho de faltar a su voto, pero sintiendo también desobedecer a sus padres, acude al Señor con la oración y el ayuno. Y dice la tradición que por celestial revelación le fue dado a conocer que con su esposa podría guardar la anhelada virginidad. Julián y Basilisa son milagrosamente arrastrados hacia el amor virginal; apareciéndoseles nuestro Señor Jesucristo, que aprueba su determinación de conservarse castos.

A este difícil sacrificio añadieron también el de la pobreza; desde aquel día consagran plenamente sus vidas a los demás. Reparten sus bienes entre los pobres y se retiran a vivir en dos casas situadas en las afueras de la ciudad que convierten en monasterios. A la de Julián acuden hombres de todas las clases sociales, para que les guíe con sus prudentes y santos consejos. A la de Basilisa una multitud de muchachas que, edificadas con el ejemplo de su virtud, muchas de ellas abrazan la vida religiosa viviendo en santa paz bajo su dirección. Muy pronto la fama de ambos esposos se extenderá por todo el Imperio.

Sin embargo el Señor, que quería que Julián padeciese solo, llamó a si a Basilisa antes que llegase a Siria la persecución de Diocleciano. Julián lloró la muerte de su esposa, y todos los días iba a hacer oración sobre su sepulcro.

Suscitada en aquel tiempo la persecución de Diocleciano y Maximiano contra el Cristianismo, se ordena apresar y encarcelar a Julián y a cuantos con él residen en su apacible monasterio. Llegado a Antioquía, el presidente Marciano, cruel ejecutor de los decretos imperiales contra los cristianos, le hizo prender inhumanamente y atormentar.

San Julián profesa con gran valentía ante el tirano su fe en Cristo Jesús. Hay expectación en la gente cuando Marciano, el juez, increpa con solemnidad a Julián: "Adora a los dioses". "No hay más omnipotente que Dios, Nuestro Padre". "Obedece los decretos del emperador". "Jesucristo es mi único César". "¿Crees en un Crucificado?" "Él tiene escuadrones inmortales". "Marcharás a la muerte". "El emperador de Roma también es polvo y en polvo se convertirá". "¿Te ríes de nuestros dioses y de nuestro emperador? Ante los tormentos no habrá réplicas". Marciano, viéndose fracasado intenta cambiar de táctica para vencerle: "Tus padres, Julián, fueron nobles. Te daremos honores". "Desde el cielo me alientan a permanecer fiel a mi santa religión".

Lleno de confusión, el magistrado condena a Julián a morir degollado. Fue el día 9 de Enero del año 308. Su gloriosa muerte arrastra hacia la fe en Cristo a muchos paganos, que admiran su firmeza. Y la proyección de su ejemplaridad se dilata a través de los siglos en la devoción de los fieles.
(Autor de parte del texto: José Gros y Raguer, San Julián)

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