Madre de todos los que viven
Primera Lectura. Génesis 3, 9-15. 20
Qué pregón tan glorioso para ti, ciudad de Dios
Él la ha cimentado sobre el monte santo;
y el Señor prefiere las puertas de Sión
a todas las moradas de Jacob.
¡Qué pregón tan glorioso para ti, ciudad de Dios!
Qué pregón tan glorioso para ti, ciudad de Dios
«Contaré a Egipto y a Babilonia entre mis fieles;
filisteos, tirios y etíopes han nacido allí».
Se dirá de Sión: «Uno por uno, todos han nacido en ella;
el Altísimo en persona la ha fundado».
Qué pregón tan glorioso para ti, ciudad de Dios
El Señor escribirá en el registro de los pueblos:
«Este ha nacido allí».
Y cantarán mientras danzan:
«Todas mis fuentes están en ti».
Qué pregón tan glorioso para ti, ciudad de Dios
San Norberto, Arzobispo de Magdeburgo, Fundador
Nació en Xanten y desde joven abrazó la vida religiosa, recibiendo las órdenes menores, incluyendo el subdiaconato. Fue convertido cuando caminando por un sendero un rayo asustó a su caballo e hizo que lo derribara al suelo, dejándolo sin conocimiento por más de una hora. Lo primero que dijo al volver en sí, fueron las palabras de San Pablo: “¿Señor, que quieres que yo haga?” y por respuesta oyó las palabras del salmo 37: “Apártate del mal y haz el bien”. La conversión fue tan repentina y tan completa como la del apóstol Pablo; se retiró a una casa de oración a meditar y a hacer penitencia y se puso bajo la dirección de un santo director espiritual. Después de hacer los debidos estudios fue ordenado sacerdote en el año 1115.
Uno de sus propósitos fue cumplir y seguir fielmente el Evangelio, y difundirlo por todo el mundo. El Pontífice Gelasio II le concedió licencia para predicar por todos los paises, fundando una comunidad en una zona desértica llamada “Premonstré”.
Los monjes, con el santo a la cabeza, se dedicaron a vivir el Evangelio lo mejor posible, y pronto San Norberto tuvo nueve conventos en diversas partes del país. El Papa Honorio II aprobó la nueva comunidad, la cual se extendió por varios países.
Fue nombrado Arzobispo de Magdeburgo, y San Norberto se dedicó con todas sus energías a poner orden en su archidiócesis, ya que muchos laicos se estaban apoderando de los bienes de la Iglesia y algunos sacerdotes no tenían el debido comportamiento. Sus reformas tuvieron una fuerte oposición. Le inventaron toda clase de calumnias y trataron de levantar al pueblo en su contra. Dos o tres veces el santo obispo estuvo a punto de ser asesinado. La rebelión llegó a tal extremo que San Norberto tuvo que marcharse de Magdeburgo, pero entonces empezaron a suceder tan terribles males en la ciudad, que los ciudadanos fueron a pedirle que regresara y le prometieron ser más obedientes a sus mandatos e instrucciones. A los pocos años, en el clero se notaba ya un cambio muy consolador y un gran progreso en el fervor y en las buenas costumbres.
En Roma, los enemigos del Papa Inocencio II eligieron un antipapa, llamado Anacleto, expulsando a Inocencio II de la ciudad eterna. San Norberto convenció al emperador Lotario para que con un gran ejército, fuera a Italia a defender al Pontífice, el cual sin ayuda militar del exterior no podía entrar a Roma. El emperador Lotario, por influencia de nuestro santo, se dirigió con su ejército hacia Italia y en mayo del año 1133 entró a Roma, acompañado de San Norberto y de San Bernardo, y posesionó de nuevo al Pontífice.
Terminada esta su última gran acción, el santo se sintió ya sin fuerzas; en 20 años de episcopado había hecho un trabajo como de sesenta años. Murió en Magdeburgo, el 6 de junio de 1134, a los 53 años.
Nació en Cotija de la Paz, cerca de Zamora, estado de Michoacán, México; fue el cuarto de once hijos de una familia muy devota.
En 1901, a los 23 años, Rafael se ordena sacerdote en el Seminario Mayor de Zamora, expresando una fervorosa devoción al Sagrado Corazón de Jesús, lo cual habría de ser una nota característica de su vida.
Dos años más tarde es nombrado director espiritual del Seminario. Mientras tanto, su hermano Antonio recibía el nombramiento de Arzobispo de Chihuahua.
Poco tiempo después, San Rafael Guízar fue designado misionero apostólico por el papa León XIII, realizando una extraordinaria labor evangelizadora en los pueblos más remotos y pequeños de México.
Cuando estalló la Revolución en ese país en 1910, durante una época de espantosas persecuciones a los católicos, en Veracruz se dedicó a atender a las víctimas de las confrontaciones armadas. Finalmente se ve obligado a partir al exilio.
Entre 1913 y 1919 realizó trabajo misionero en Guatemala, Colombia, el sur de Estados Unidos y Cuba. Fue precisamente en La Habana donde recibió del papa Benedicto XV el nombramiento de Obispo de Veracruz, aunque sólo hasta 1920 le fue posible tomar posesión de su diócesis.
Durante las persecuciones religiosas entre 1926 y 1929 en México, hubo épocas en las que San Rafael Guízar y Valencia careció de un techo fijo y de sustento. Se movía entre el pueblo, errando de lugar en lugar. Tras recibir numerosas amenazas de muerte partió otra vez al extranjero, de donde regresó a finales de 1929.
Sin embargo, durante los años treinta la situación de los dirigentes eclesiásticos en México era precaria a causa de las condiciones políticas, y solamente a partir de 1937 la situación termina por tranquilizarse palpablemente.
Sin embargo, con todo y su complexión robusta, San Rafael Guízar y Valencia fue aquejado por varias enfermedades: una grave forma de diabetes, insuficiencia circulatoria, flebitis y úlcera varicosa. En 1937, predicando a unos misioneros en Córdoba, Veracruz, sufrió un ataque cardiaco.
Lo trasladaron a la ciudad de México para proporcionarle atención médica, sin embargo murió en esa urbe durante su convalecencia el 6 de junio de 1938. Cuando en 1950 sus restos mortales fueron trasladados del panteón de Xalapa (capital del estado) a la cripta de la catedral, se encontró que su cadáver estaba incorrupto.
Beatificado por Juan Pablo II en 1995 y canonizado por Benedicto XVI en 2006, San Rafael Guízar y Valencia es el primer obispo latinoamericano que ha alcanzado la santidad.
No hay comentarios:
Publicar un comentario