Yo, hombre de labios impuros, he visto con mis ojos al Rey y Señor de los ejércitos
Primera Lectura. Isaías 6, 1- 8
El año de la muerte del rey Ozías, vi al Señor sentado sobre un trono alto y excelso: la orla de su manto llenaba el templo. Y vi serafines en pie junto a él, cada uno con seis alas: con dos alas se cubrían el rostro, con dos alas se cubrían el cuerpo, con dos alas se cernían. Y se gritaban uno a otro, diciendo: "¡Santo, santo, santo, el Señor de los ejércitos, la tierra está llena de su gloria!" Y temblaban los umbrales de las puertas al clamor de su voz, y el templo estaba lleno de humo. Yo dije: "¡Ay de mí, estoy perdido! Yo, hombre de labios impuros, que habito en medio de un pueblo de labios impuros, he visto con mis ojos al Rey y Señor de los ejércitos." Y voló hacia mí uno de los serafines, con un ascua en la mano, que había cogido del altar con unas tenazas; la aplicó a mi boca y me dijo: "Mira: esto ha tocado tus labios, ha desaparecido tu culpa, está perdonado tu pecado." Entonces escuché la voz del Señor, que decía: "¿A quién mandaré? ¿Quién irá por mí?" Contesté: "Aquí estoy, mándame."
Palabra de Dios.
Salmo Responsorial Sal 92
El Señor reina, vestido de majestad.
El Señor reina, vestido de majestad,
el Señor, vestido y ceñido de poder.
El Señor reina, vestido de majestad,
el Señor, vestido y ceñido de poder.
El Señor reina, vestido de majestad.
Así está firme el orbe y no vacila.
Tu trono está firme desde siempre, y tú eres eterno.
El Señor reina, vestido de majestad.
Tus mandatos son fieles y seguros;
la santidad es el adorno de tu casa, Señor, por días sin término.
El Señor reina, vestido de majestad.
No tengáis miedo a los que matan el cuerpo
Evangelio de nuestro Señor Jesucristo - Mateo 10, 24-33
En aquel tiempo dijo Jesús a sus apóstoles: "Un discípulo no es más que su maestro, ni un esclavo más que su amo; ya le basta al discípulo con ser como su maestro, y al esclavo como su amo. Si al dueño de la casa lo han llamado Belzebú, ¡Cuánto más a los criados! No les tengáis miedo, porque nada hay cubierto que no llegue a descubrirse; nada hay escondido que no llegue a saberse. Lo que os digo de noche, decidlo en pleno día, y lo que os digo al oído, pregonadlo desde la azotea. No tengáis miedo a los que matan el cuerpo, pero no pueden matar el alma. No, temed al que pueda destruir con el fuego alma y cuerpo. ¿No se venden un par de gorriones por unos cuartos? Y, sin embargo, ni uno solo cae al suelo sin que lo disponga vuestro Padre. Pues vosotros, hasta los cabellos de la cabeza tenéis contados. Por eso, no tengáis miedo; no hay comparación entre vosotros y los gorriones. Si uno se pone de mi parte ante los hombres, yo también me pondré de su parte ante mi Padre del cielo. Y si uno me niega ante los hombres, yo también lo negaré ante mi Padre del cielo".
Palabra del Señor
Santa Verónica Giuliani 1660-1727 Mística capuchina
Ursula Giuliani nació en Mercatello de Urbino, en 1660.
En 1667, la joven ingresó en el convento capuchino de Cita de Castello, en Umbría, donde tomó el nombre de Verónica. Después de la profesión, aumentó todavía más su devoción a la Pasión de Cristo; a raíz de una visión de Nuestro Señor con la cruz a cuestas, Verónica empezó a sufrir de un agudo dolor en el costado. En 1693, tuvo otra visión en la que el Señor le dio a gustar el cáliz; Verónica lo aceptó y, desde aquel momento, los estigmas de la Pasión comenzaron a grabarse en su cuerpo y en su alma. Al año siguiente las marcas de la corona de espinas aparecieron sobre su frente y las huellas de las cinco llagas se formaron en sus miembros el Santo de 1697.
Durante 34 años desempeñó en su convento el cargo de maestra de novicias. Once años antes de su muerte, fue elegida abadesa. Formaba a sus novicias con el "Ejercicio de Perfección y Virtudes Cristianas" del P. Rodriguez. Al fin de su vida, Santa Verónica, que durante casi 50 años había sufrido con admirable paciencia, resignación y aún gozo, se vio atacada de una apoplejía. Murió el 9 de julio de 1727. Dejó escrito un relato de su vida y sus experiencias místicas, que fue de gran utilidad en el proceso de beatificación. Antes de su muerte, había dicho a su confesor que los instrumentos de la Pasión del Señor estaban impresos en su corazón. Le dibujó su corazón, representando estos instrumentos, pues decía que los sentía porque cambiaban de posición. Al hacerle la autopsia, en la que estuvo presente el obispo, el alcalde y varios cirujanos, se puso al descubierto una serie de objetos minúsculos, que correspondían a los que la santa había dibujado.
En 1667, la joven ingresó en el convento capuchino de Cita de Castello, en Umbría, donde tomó el nombre de Verónica. Después de la profesión, aumentó todavía más su devoción a la Pasión de Cristo; a raíz de una visión de Nuestro Señor con la cruz a cuestas, Verónica empezó a sufrir de un agudo dolor en el costado. En 1693, tuvo otra visión en la que el Señor le dio a gustar el cáliz; Verónica lo aceptó y, desde aquel momento, los estigmas de la Pasión comenzaron a grabarse en su cuerpo y en su alma. Al año siguiente las marcas de la corona de espinas aparecieron sobre su frente y las huellas de las cinco llagas se formaron en sus miembros el Santo de 1697.
Durante 34 años desempeñó en su convento el cargo de maestra de novicias. Once años antes de su muerte, fue elegida abadesa. Formaba a sus novicias con el "Ejercicio de Perfección y Virtudes Cristianas" del P. Rodriguez. Al fin de su vida, Santa Verónica, que durante casi 50 años había sufrido con admirable paciencia, resignación y aún gozo, se vio atacada de una apoplejía. Murió el 9 de julio de 1727. Dejó escrito un relato de su vida y sus experiencias místicas, que fue de gran utilidad en el proceso de beatificación. Antes de su muerte, había dicho a su confesor que los instrumentos de la Pasión del Señor estaban impresos en su corazón. Le dibujó su corazón, representando estos instrumentos, pues decía que los sentía porque cambiaban de posición. Al hacerle la autopsia, en la que estuvo presente el obispo, el alcalde y varios cirujanos, se puso al descubierto una serie de objetos minúsculos, que correspondían a los que la santa había dibujado.
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