Me he hecho todo a todos, para ganar a algunos
Primera Lectura. Primera carta del apóstol san Pablo a los Corintios 9, 16-19. 22b-27
¡Qué deseables son tus moradas, Señor del universo!.
Mi alma se consume
y anhela los atrios del Señor,
mi corazón y mi carne
retozan por el Dios vivo.
¡Qué deseables son tus moradas, Señor del universo!.
Hasta el gorrión ha encontrado una casa;
la golondrina, un nido
donde colocar sus polluelos:
tus altares, Señor de los ejércitos,
Rey mío y Dios mío.
¡Qué deseables son tus moradas, Señor del universo!.
Dichosos los que viven en tu casa,
alabándote siempre.
Dichoso el que encuentra en ti su fuerza
y tiene tus caminos en su corazón.
¡Qué deseables son tus moradas, Señor del universo!.
Porque el Señor es sol y escudo,
él da la gracia y la gloria;
y no niega sus bienes
a los de conducta intachable.
¡Qué deseables son tus moradas, Señor del universo!.
Más allá de que provenía de un medio de trabajadores del campo, es poco lo que se sabe de la infancia de San Pedro Claver, sólo que antes de cumplir veinte años ingresó a la Orden Jesuita, en Tarragona.
Mientras estudiaba filosofía en la escuela misionera de Palma de Mallorca, San Pedro Claver conoció y trabó amistad con el portero de la institución, Alonso Rodríguez, quien también habría de alcanzar la santidad.
La influencia de Alfonso fue fundamental para que San Pedro Claver inclinara su vida hacia la evangelización en América.
De este modo, San Pedro Claver se embarcó rumbo a Nueva Granada, la actual Colombia, en 1610. Sus primeros dos años transcurrieron en Santa Fe de Bogotá, y posteriormente lo asignaron a Cartagena de Indias, donde fue ordenado sacerdote en 1616.
Cartagena era para entonces el principal puerto para el tráfico de esclavos africanos en las posesiones españolas en América. Las condiciones inmundas en que llegaban las víctimas de esta infame actividad lo impresionaron vivamente.
Fue entonces que tomó una postura radical, y decidió convertirse, como él mismo lo plasmó, en "esclavo de los esclavos".
Durante 38 años, San Pedro Claver se preocupó por hacer un poco mejores las condiciones en que vivían esas personas que eran tratadas como animales, y por llevarles la palabra de Dios y el sacramento del bautismo.
San Pedro ideó así una manera para llevar comida, medicina y alivio a los cautivos, sobre todo a los recién desembarcados y a los que aún permanecían en las galeras de los buques esclavistas.
Para ayudarse en su labor catequética, organizó grupos de intérpretes para que la Palabra pudiera transmitirse a los distintos idiomas africanos hablados por los esclavos según su procedencia.
Esta actitud le ganó a San Pedro Claver numerosas críticas y múltiples enemigos, lo mismo entre los traficantes de esclavos que entre la gente de sociedad de Cartagena por otras partes. Ya en vida se le conocía como "Apóstol de los negros".
Sin embargo, el santo benefactor siempre supo oponerse a sus detractores. Su respuesta eran sus acciones, y sus acciones un postulado de que la vida humana es un don de Dios, y por lo tanto existe una dignidad fundamental que en ese aspecto nos hace iguales a todos los seres humanos.
Luego de casi cuatro décadas de sentir en su propia persona el sufrimiento de los demás, San Pedro Claver falleció en santa paz en Cartagena.
San Pedro Claver fue canonizado en 1888 por el papa León XIII, quien lo nombró también, en 1896, santo patrono de las "misiones entre los negros". También es patrono de Colombia.
Oración: Oh Dios, que fortaleciste a san Pedro Claver con admirable caridad y paciencia para ser esclavo de los esclavos; concédenos por su intercesión buscar lo que es de Jesucristo amando a nuestros hermanos con obras y de verdad. Por Jesucristo, nuestro Señor. Amén.
Esta santa mujer fue esposa de San Isidro Labrador. María Toribia, llamada de la Cabeza, llevó una vida humilde y laboriosa. Los nombres de Caraquiz, cerca de Uceda, en la Diócesis de Toledo, y el de Torrelaguna aparecen en su leyenda.
Le gustaba ir a la Ermita de Santa María para hacer el aseo y orar. La calumniaron ante su marido, quien la vió cruzar sobre su capa el Jarama (crecido afluente del Tajo), lo que se consideró un juicio de Dios que probaba su inocencia. Sobrevivió a San Isidro y fue enterrada en la ermita que con tanto amor visitaba.
Esta ermita fue atendida por los templarios hasta el 1311, después se hicieron cargo de ella los menores enclaustrados (después le sucedieron los menores observantes) cuando la cabeza de María fue colocada sobre el altar mayor del oratorio. Esta reliquia se tiene por eficaz contra los dolores de cabeza. En el 1511 el Cardenal Francisco Jiménez de Cisneros renovó el relicario que guardaba la cabeza.
Procesiones y cofradías atestiguaron la veneración pública hacia la Santa. Inocencio XII aprobó su culto en el 1697. Se trasladaron sus reliquias a Madrid para unirlas a las de su esposo, San Isidro Labrador.
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