sábado, 20 de septiembre de 2025

Lecturas y Santoral 20/09/2025 - Sábado de la 24ª semana de Tiempo Ordinario. Santos Andrés Kim Taegon, presbítero, Pablo Chong Hasang, y compañeros, mártires

 PRIMERA LECTURA

Guarda el mandamiento sin mancha, hasta la manifestación del Señor

Lectura de la primera carta del apóstol san Pablo a Timoteo 6, 13-16

Querido hermano:

En presencia de Dios, que da la vida al universo, y de Cristo Jesús, que dio testimonio ante Poncio Pilato con tan noble profesión: te insisto en que guardes el mandamiento sin mancha ni reproche, hasta la manifestación de nuestro Señor Jesucristo, que en tiempo oportuno mostrará el bienaventurado y único Soberano, Rey de los reyes y Señor de los señores, el único poseedor de la inmortalidad, que habita en una luz inaccesible, a quien ningún hombre ha visto ni puede ver.

A él honor e imperio eterno. Amén.

Palabra de Dios

 


Salmo responsorial: Salmo 99, 2. 3. 4. 5 (R.: 2c)

R. Entrad en la presencia del Señor con vítores.

Aclama al Señor, tierra entera,
servid al Señor con alegría,
entrad en su presencia con vítores. R.

Sabed que el Señor es Dios:
que él nos hizo y somos suyos,
su pueblo y ovejas de su rebaño. R.

Entrad por sus puertas con acción de gracias,
por sus atrios con himnos,
dándole gracias y bendiciendo su nombre. R.

«El Señor es bueno,
su misericordia es eterna,
su fidelidad por todas las edades». R.

 

Aleluya Cf. Lc 8, 15

Dichosos los que con un corazón noble y generoso
guardan la palabra de Dios
y dan fruto perseverando.

Versículos alternativos para el Aleluya

 

EVANGELIO

Los de la tierra buena son los que guardan la palabra y dan fruto perseverando

 Lectura del santo evangelio según san Lucas 8, 4-15

En aquel tiempo, se le juntaba a Jesús mucha gente y, al pasar por los pueblos, otros se iban añadiendo.

Entonces les dijo esta parábola:

—«Salió el sembrador a sembrar su semilla.

Al sembrarla, algo cayó al borde del camino, lo pisaron, y los pájaros se lo comieron.

Otro poco cayó en terreno pedregoso y, al crecer, se secó por falta de humedad.

Otro poco cayó entre zarzas, y las zarzas, creciendo al mismo tiempo, lo ahogaron.

El resto cayó en tierra buena y, al crecer, dio fruto el ciento por uno».

Dicho esto, exclamó:

—«El que tenga oídos para oír, que oiga».

Entonces le preguntaron los discípulos:

—«¿Qué significa esa parábola?».

Él les respondió:

—«A vosotros se os ha concedido conocer los secretos del reino de Dios; a los demás, sólo en parábolas, para que viendo no vean y oyendo no entiendan.

El sentido de la parábola es éste:

La semilla es la palabra de Dios.

Los del borde del camino son los que escuchan, pero luego viene el diablo y se lleva la palabra de sus corazones, para que no crean y se salven.

Los del terreno pedregoso son los que, al escucharla, reciben la palabra con alegría, pero no tienen raíz; son los que por algún tiempo creen, pero en el momento de la prueba fallan.

Lo que cayó entre zarzas son los que escuchan, pero, con los afanes y riquezas y placeres de la vida, se van ahogando y no maduran.

Los de la tierra buena son los que con un corazón noble y generoso escuchan la palabra, la guardan y dan fruto perseverando».

Palabra del Señor.


San Andrés Kim y Compañeros Mártires

Imagen de San Andrés Kim y Compañeros MártiresCandela

La fiesta que hoy recordamos es conocida como la de San Andrés Kim y Compañeros Mártires. Fue la primera canonización que se realizó fuera de Roma en los últimos 700 años, y es que la situación lo ameritaba, porque estaban siendo premiados con la santidad el primer sacerdote coreano y sus 102 compañeros.

San Andrés Kim, el primer sacerdote de la Iglesia en el oriente, creció comprendiendo el valor de defender su fe. Él nació el 21 de agosto de 1821, años antes su bisabuelo había muerto martirizado, y cuando sólo era un niño, tuvo que afrontar por el mismo motivo, la muerte de su padre, mientras su madre era destinada a vivir en la calle y pedir limosna, debido a la represión religiosa que azotó Corea hasta finales del siglo XIX, y que hoy, un siglo más tarde, sigue estando vigente.

En 1836 Andrés fue elegido como seminarista por un misionero que pasaba por su población. En 1844 fue ordenado diácono en China y un año más tarde ordenado sacerdote en Shangai. De allí se dirigió nuevamente a Corea en donde cumplió la gran parte de su trabajo pastoral.

Sirvió al Señor como sacerdote sólo un año y pocos meses. En junio de 1846 fue arrestado y enviado a una cárcel en Seúl; allí estuvo tres meses y el 16 de septiembre fue decapitado, cuando apenas tenía 26 años. Entre sus pertenencias se encontró una carta en coreano, dirigida a sus fieles. "En este difícil tiempo, para ser victorioso se debe permanecer firme usando toda nuestra fuerza y habilidades como valientes soldados completamente armados en el campo de batalla".

Junto con el padre Kim se destaca la canonización del laico Pablo Chong, nacido en Korea en 1795. Sus padres, una hermana y un hermano, fueron martirizados entre los años 1801 y 1839. Cuando tenía 20 años partió hacia Seúl para tratar de reconstruir la Iglesia en este lugar. Decidió intentar llevar misioneros al país pero sus intentos se vieron bloqueados por la misma persecución, uno de ellos, murió antes de poder ingresar al país.

En 1839, a la edad de 45 años, fue arrestado por ser considerado como uno de los que había intentado llevar misioneros extranjeros a Korea. Fue decapitado en Seúl el 22 de septiembre.

Las figuras del Padre Andrés y de Pablo Chong son sólo una pequeña muestra de la persecución religiosa de la que son víctimas los cristianos en el oriente. En la actualidad los católicos no gozan de plena libertad para practicar su fe y como sucedió con estos santos, siguen siendo perseguidos por sus creencias.

Su amor a Dios y la Iglesia fue reconocido el 19 de junio de 1988, cuando el Papa Juan Pablo II canonizó y proclamo santos a 117 mártires que derramaron su sangre en la Conchinchina, Annam y Tonkín, en la actualidad el norte de Vietnam. Entre los mártires había 11 españoles, un grupo de franceses, y los demás coreanos. Ellos murieron víctimas de suplicios, hambre, sed, asfixia, insultos y burlas. Murieron perdonando todo lo que les habían hecho.

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