Mostrando entradas con la etiqueta Hechos de los Apóstoles 2. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta Hechos de los Apóstoles 2. Mostrar todas las entradas

domingo, 23 de mayo de 2021

Lecturas y Santoral 23/05/2021. Domingo de Pentecostés. Termina el tiempo Pascual

Se llenaron todos de Espíritu Santo y empezaron a hablar
Primera Lectura. Hechos de los apóstoles 2, 1-11
Al cumplirse el día de Pentecostés, estaban todos juntos en el mismo lugar. De repente, se produjo desde el cielo un estruendo, como de viento que soplaba fuertemente, y llenó toda la casa donde se encontraban sentados. Vieron aparecer unas lenguas, como llamaradas, que se dividían, posándose encima de cada uno de ellos. Se llenaron todos de Espíritu Santo y empezaron a hablar en otras lenguas, según el Espíritu les concedía manifestarse. Residían entonces en Jerusalén judíos devotos venidos de todos los pueblos que hay bajo el cielo. Al oírse este ruido, acudió la multitud y quedaron desconcertados, porque cada uno los oía hablar en su propio idioma. Estaban todos estupefactos y admirados, diciendo: «¿No son galileos todos esos que están hablando? Entonces, ¿cómo es que cada uno de nosotros los oímos hablar en nuestra lengua nativa? Entre nosotros hay partos, medos y elamitas y habitantes de Mesopotamia, Judea, Capadocia, del Ponto y Asia, de Frigia y Panfilia, de Egipto y de la zona de Libia que limita con Cirene; hay ciudadanos romanos forasteros, tantos judíos como prosélitos; también hay cretenses y árabes; y cada uno los oímos hablar de las grandezas de Dios en nuestra propia lengua».

Palabra de Dios


Salmo Responsorial. 103, 1ab y 24ac. 29bc-30.31 y 34

Envía tu Espíritu, Señor, y repuebla la faz de la tierra.

Bendice, alma mía, al Señor: ¡Dios mío, qué grande eres! Cuántas son tus obras, Señor; la tierra está llena de tus criaturas.

Envía tu Espíritu, Señor, y repuebla la faz de la tierra.

Les retiras el aliento, y expiran y vuelven a ser polvo; envías tu espíritu, y los creas, y repueblas la faz de la tierra.

Envía tu Espíritu, Señor, y repuebla la faz de la tierra.

Gloria a Dios para siempre, goce el Señor con sus obras; que le sea agradable mi poema, y yo me alegraré con el Señor.

Envía tu Espíritu, Señor, y repuebla la faz de la tierra.

Hemos sido bautizados en un mismo Espíritu, para formar un solo cuerpo
Primera Lectura. Primera carta del apóstol san Pablo a los Corintios 12, 3b-7. 12-13
Hermanos: Nadie puede decir: «Jesús es Señor», sino por el Espíritu Santo. Y hay diversidad de dones, pero un mismo Espíritu; hay diversidad de ministerios, pero un mismo Señor; y hay diversidad de funciones, pero un mismo Dios que obra todo en todos. pero a cada cual se le otorga la manifestación del Espíritu para el bien común. Pues, lo mismo que el cuerpo es uno y tiene muchos miembros, y todos los miembros del cuerpo, a pesar de ser muchos, son un solo cuerpo, así es también Cristo. Pues todos nosotros, judíos y griegos, esclavos y libres, hemos sido bautizados en un mismo Espíritu, para formar un solo cuerpo. Y todos hemos bebido de un solo Espíritu. 

Palabra de Dios.



SECUENCIA
Ven, Espíritu divino, manda tu luz desde el cielo. 
Padre amoroso del pobre; don, en tus dones espléndido;
luz que penetra las almas; fuente del mayor consuelo.
Ven, dulce huésped del alma, descanso de nuestro esfuerzo,
tregua en el duro trabajo, brisa en las horas de fuego, 
gozo que enjuga las lágrimas y reconforta en los duelos. 

Entra hasta el fondo del alma, divina luz, y enriquécenos.
Mira el vacío del hombre, si tú le faltas por dentro;
mira el poder del pecado, cuando no envías tu aliento.
Riega la tierra en sequía, sana el corazón enfermo,
lava las manchas, infunde calor de vida en el hielo,
doma el espíritu indómito, guía al que tuerce el sendero.
Reparte tus siete dones, según la fe de tus siervos;
por tu bondad y tu gracia, dale al esfuerzo su mérito;
salva al que busca salvarse y danos tu gozo eterno.


Como el Padre me ha enviado, así también os envío yo; recibid el Espíritu Santo
Evangelio de nuestro Señor Jesucristo. Juan 20, 19-23
Al anochecer de aquel día, el primero de la semana, estaban los discípulos en una casa, con las puertas cerradas por miedo a los judíos. Y en esto entró Jesús, se puso en medio y les dijo: «Paz a vosotros». Y, diciendo esto, les enseñó las manos y el costado. Y los discípulos se llenaron de alegría al ver al Señor. Jesús repitió: «Paz a vosotros. Como el Padre me ha enviado, así también os envío yo». Y, dicho esto, exhaló su aliento sobre ellos y les dijo: «Recibid el Espíritu Santo; a quienes les perdonéis los pecados, les quedan perdonados; a quienes se los retengáis, les quedan retenidos».

Palabra de Dios

San Juan Bautista de Rossi

Nació en Voltaggio, provincia de Génova (Italia), el año 1698. A los trece años, huérfano de padre, se trasladó a Roma, a casa de un tío suyo sacerdote. Para dar cauce a la vocación sacerdotal que sentía desde pequeño, estudió en el Colegio Romano de los Jesuitas, y en 1721 se ordenó de sacerdote.

En el tiempo de estudiante sufrió los primeros ataques de epilepsia, que lo atormentarían toda su vida. Ya presbítero, se entregó con mayor entusiasmo al apostolado que había iniciado con anterioridad entre los estudiantes, los pobres y los marginados, los enfermos y los niños abandonados, a todos los cuales aliviaba y evangelizaba. Al mismo tiempo atendía el confesionario y era un excelente director espiritual.

En línea con su empeño pastoral y caritativo fundó la Pía Unión de sacerdotes seculares de Santa Galla, tomando el nombre del Hospital u hospicio de Pobres del que era capellán. Fundó también un hospicio para mujeres sin casa y desamparadas. En los últimos meses de su vida, se agravó la epilepsia y le hizo pasar un calvario.

Murió en Roma el 23 de mayo de 1764.

San Desiderio

San Desiderio obispo y mártir nació en Autun (Francia). Fue educado en la abadía de san Sinforiano, gobernada entonces (segunda mitad del siglo VI) por san Germán. Destacó Desiderio por su buen natural y por su inclinación al estudio, por lo que san Vero, obispo de Vienne lo llamó a su lado para ejercer el cargo de arcediano. A la muerte del obispo, el año 596, fue proclamado Desiderio unánimemente por el clero y por el pueblo como sucesor en el gobierno de la diócesis.

Sus doce años de episcopado fueron una bendición para su diócesis y para la Iglesia. Defendió celosamente la rectitud, y no dudó en enfrentarse al rey Teodorico (Thierry) y a su madre Brunequilda (Brunehaut), que por seguir manteniendo el poder a costa de su hijo, no se arredró ni siquiera ante el incesto.

Ni el rey ni su madre podían sufrir que nadie les echase en cara su conducta, por lo que mandaron apedrearlo. De este modo murió el 23 de mayo del 608 este santo y valeroso obispo.

Era contemporáneo del papa san Gregorio Magno, con quien mantenía frecuente comunicación epistolar. Todavía se conserva una carta del sumo pontífice en la que éste encomienda a san Desiderio los clérigos seculares y regulares que pasaban por su diócesis de camino para Inglaterra, que estaba siendo entonces evangelizada por san Agustín.

martes, 6 de abril de 2021

Lecturas y Santoral 06/04/2021. Martes de la Octava de Pascua

Convertíos y sea bautizado cada uno de vosotros en el nombre de Jesús
Primera Lectura. Hechos de los apóstoles 2, 36-41
El día de Pentecostés, decía Pedro a los judíos: «Con toda seguridad conozca toda la casa de Israel que al mismo Jesús, a quien vosotros crucificasteis, Dios lo ha constituido Señor y Mesías». Al oír esto, se les traspasó el corazón, y preguntaron a Pedro y a los demás apóstoles: «¿Qué tenemos que hacer, hermanos?». Pedro les contestó: «Convertíos y sea bautizado cada uno de vosotros en el nombre de Jesús, el Mesías, para perdón de vuestros pecados, y recibiréis el don del Espíritu Santo. Porque la promesa vale para vosotros y para vuestros hijos y para los que están lejos, para cuantos llamare a sí el Señor Dios nuestro». Con estas y otras muchas razones dio testimonio y los exhortaba diciendo: «Salvaos de esta generación perversa». Los que aceptaron sus palabras se bautizaron, y aquel día fueron agregadas unas tres mil personas.

Palabra de Dios

Salmo Responsorial. 32, 4-5. 18-19. 20 y 22

La misericordia del Señor llena la tierra.

La palabra del Señor es sincera, y todas sus acciones son leales; él ama la justicia y el derecho, y su misericordia llena la tierra.

La misericordia del Señor llena la tierra.

Los ojos del Señor están puestos en quien lo teme, en los que esperan su misericordia, para librar sus vidas de la muerte y reanimarlos en tiempo de hambre.

La misericordia del Señor llena la tierra.

Nosotros aguardamos al Señor: él es nuestro auxilio y escudo. Que tu misericordia, Señor, venga sobre nosotros, como lo esperamos de ti.

La misericordia del Señor llena la tierra.

He visto al Señor y ha dicho esto
Evangelio de nuestro Señor Jesucristo. Juan 20, 11-18
En aquel tiempo, estaba María fuera, junto al sepulcro, llorando. Mientras lloraba, se asomó al sepulcro y vio dos ángeles vestidos de blanco, sentados, uno a la cabecera y otro a los pies, donde había estado el cuerpo de Jesús. Ellos le preguntan: «Mujer, ¿por qué lloras?» Ella les contesta: «Porque se han llevado a mi Señor y no sé dónde lo han puesto». Dicho esto, se vuelve y ve a Jesús, de pie, pero no sabía que era Jesús. Jesús le dice: «Mujer, ¿por qué lloras?, ¿a quién buscas?» Ella, tomándolo por el hortelano, le contesta: «Señor, si tú te lo has llevado, dime dónde lo has puesto y yo lo recogeré». Jesús le dice: «¡María!». Ella se vuelve y le dice: «¡Rabboni!», que significa: «¡Maestro!». Jesús le dice: «No me retengas, que todavía no he subido al Padre. Pero, anda, ve a mis hermanos y diles: "Subo al Padre mío y Padre vuestro, al Dios mío y Dios vuestro"». María Magdalena fue y anunció a los discípulos: «He visto al Señor y ha dicho esto».

Palabra de Dios

San Celestino I +432

El Señor ha ido sembrando a lo largo de la historia de la Iglesia hombres que lucharon denodadamente por conservar incólume la doctrina del Evangelio. Los herejes, que no han faltado tampoco nunca a lo largo de la historia, parece que se empeñaban en ensuciar las aguas cristalinas que predicara Cristo y sus Apóstoles. Misión, sobre todo de la Iglesia, será siempre defender esta doctrina y presentarla así, sin mancha, a todos los fieles cristianos.

Uno de los hombres que hubo de luchar duro contra dos de estas herejías sobre todo, que serán las semipelagianas y arrianas, será el valiente San Celestino I, Papa. Parece que nació en el último cuarto de siglo IV en la Campania napolitana (Italia) de padres nobles y emparentados con reyes. Su padre, llamado Prisco, era familia del emperador Valentiniano. Sabemos muy pocas cosas de él, de su juventud y formación literaria, pero lo cierto es que hubo de crecer muy rápidamente en ciencia y en virtud ya que le vemos escalar rápidamente también por los escalafones de la carrera eclesiástica hasta llegar al grado supremo que es el Pontificado.

Renunció a proposiciones muy lisonjeras que le presentaban y tan sólo ansió consagrarse para siempre y del todo a la vida del espíritu. Parece ser que trató de retirarse al desierto para allá estar más alejado del mundo y disponer de mayor facilidad para entregarse al Señor… pero otros eran los caminos que le señalaba la Divina Providencia. Se ordenó sacerdote y vivió unos años entregado al cuidado de las almas hasta que muy pronto, ante la sabiduría y prudente santidad que brotaba de sus palabras y de sus obras, fue elevado al episcopado y enviado a Siria para que gobernase aquella iglesia. Allí se entregó de lleno al cuidado de su grey. Visitaba a los enfermos y educaba en la fe a todos los feligreses. No había mal que no tratase de remediarlo. Cuando no podía ir personalmente lo hacía por medio de sus preciosas "Cartas" que son todo un modelo de bondadosa solicitud a la vez que de dureza cuando el caso lo requería, con tal de conservar incólume la fe de las injerencias de sus enemigos.

El Papa Bonifacio I había dejado huérfana la diócesis de Roma como sucesor de San Pedro y aquella Iglesia solicitó la presencia de Celestino para regirla. Eran tiempos sumamente difíciles por la arbitrariedad y los gérmenes de herejía que se iban infiltrando en muchos ambientes. Los diecisiete años que gobernó la Iglesia, desde el año 422 al 439, fueron verdaderamente fecundos en todos los sentidos, sobre todo en el aspecto dogmático, en el litúrgico y pastoral. En el primero luchó denodadamente contra Nestorio que defendía que la Virgen era sólo Madre de Jesús en cuanto hombre y no en cuanto Dios, es decir: que María no era Dei genitrix, Madre de Dios. San Celestino luchó por sí mismo y por medio de San Cirilo de Alejandría para que en el Concilio de Éfeso, celebrado el 431, fuera proclamado el dogma de la Maternidad Divina de María. Todos los Padres conciliares repitieron las palabras del Papa: "Santa María, Madre de Dios, ruega por nosotros pecadores, ahora y en la hora de nuestra muerte".

En el campo pastoral escribe sus famosas Decretales que rezuman prudencia, sabiduría y entereza a la vez. Dice en ellas a los Obispos: "No permitamos sembrar en nuestra tierra otro grano que el que nos ha dejado en depósito el Divino Sembrador". También luchó muy duramente contra los herejes pelagianos y envió fervorosos misioneros a Inglaterra y a otras partes del mundo para extender el Evangelio. Introdujo en la celebración de la Misa varias partes importantes y abogó con energía a favor del pecador arrepentido en la hora de la muerte. Lleno de méritos expiró el 6 de Abril del año 432. Lo enterraron en el Cementerio de Priscila y en su tumba escribieron: "Su alma santísima goza ya de la visión de Dios".

Los 120 mártires de Persia

Se ignoran los nombres de estos mártires, pero según la tradición, en el reinado de Sapor II de Persia, más de cien cristianos fueron martirizados el mismo día, en Seleucia de Tesifonte. Entre ellos, había nueve vírgenes consagradas a Dios; el resto eran sacerdotes, diáconos y monjes.

Como todos se negaron a adorar al sol, fueron encarcelados durante seis meses en sucias prisiones.

Una rica y piadosa mujer, llamada Yaznadocta les ayudó, enviándoles alimentos. Yaznadocta se las arregló para averiguar la fecha en que los mártires iban a ser juzgados. La víspera, organizó un banquete en su honor, fue a visitarles en la prisión y regaló a cada uno un vestido de fiesta.

A la mañana siguiente, volvió muy temprano y les anunció que iban a comparecer ante el juez y que aún tenían tiempo de implorar la gracia de Dios para tener el valor de dar su sangre por tan gloriosa causa. El juez prometió nuevamente la libertad si adoraban al sol, pero ellos contestaron que estaban dispuestos a dar la vida por Dios. Fueron condenados a morir decapitados y Yaznadocta consiguió los cadáveres y los quemó para evitar que fuesen profanados.

lunes, 5 de abril de 2021

Lecturas y Santoral 05/04/2021. Lunes de la Octava de Pascua

A este Jesús lo resucitó Dios, de lo cual todos nosotros somos testigos
Primera Lectura. Hechos de los apóstoles 2, 14. 22-33
El día de Pentecostés, Pedro, de pie poniéndose en pie junto con los Once, levantó su voz y con toda solemnidad declaró: «Judíos y vecinos todos de Jerusalén, enteraos bien y escuchad atentamente mis palabras. Israelitas, escuchad estas palabras: a Jesús Nazareno, varón acreditado por Dios ante vosotros con los milagros, prodigios y signos que Dios realizó por medio de él, como vosotros mismos sabéis a este, entregado conforme el plan que Dios tenía establecido y previsto, lo matasteis, clavándolo a una cruz por manos de hombres inicuos. Pero Dios lo resucitó, librándolo de los dolores de la muerte, por cuanto no era posible que esta lo retuviera bajo su dominio, pues David dice, refiriéndose a él: "Veía siempre al Señor delante de mí, pues está a mi derecha para que no vacile. Por eso se me alegró el corazón, exultó mi lengua, y hasta mi carne descansará esperanzada. Porque no me abandonarás en el lugar de los muertos, ni dejarás que tu Santo experimente corrupción. Me has enseñado senderos de vida, me saciarás de gozo con tu rostro". Hermanos, permitidme hablaros con franqueza: el patriarca David murió y lo enterraron, y su sepulcro está entre nosotros hasta el día de hoy. Pero como era profeta y sabía que Dios “le había jurado con juramento sentar en su trono a un descendiente suyo”, previéndolo, habló de la resurrección del Mesías cuando dijo que "no lo abandonará en el lugar de los muertos” y que” su carne no experimentará corrupción". A este Jesús lo resucitó Dios, de lo cual todos nosotros somos testigos. Exaltado, pues, por la diestra de Dios y habiendo recibido del Padre la promesa del Espíritu Santo, lo ha derramado. Esto es lo que estáis viendo y oyendo».

Palabra de Dios

Salmo Responsorial. 15, 1-2 y 5. 7-8. 9-10. 11

Protégeme, Dios mío, que me refugio en ti.

Protégeme, Dios mío, que me refugio en ti. Yo digo al Señor: «Tú eres mi bien.» El Señor es el lote de mi heredad y mi copa, mi suerte está en tu mano.

Protégeme, Dios mío, que me refugio en ti.

Bendeciré al Señor que me aconseja, hasta de noche me instruye internamente. Tengo siempre presente al Señor, con él a mi derecha no vacilaré.

Protégeme, Dios mío, que me refugio en ti.

Por eso se me alegra el corazón, se gozan mis entrañas, y mi carne descansa esperanzada. Porque no me abandonarás en la región de los muertos ni dejarás a tu fiel ver la corrupción.

Protégeme, Dios mío, que me refugio en ti.

Me enseñarás el sendero de la vida, me saciarás de gozo en tu presencia, de alegría perpetua a tu derecha.

Protégeme, Dios mío, que me refugio en ti.

Comunicad a mis hermanos que vayan a Galilea; allí me verán
Evangelio de nuestro Señor Jesucristo. Mateo 28, 8-15
En aquel tiempo, las mujeres se marcharon a toda prisa del sepulcro; llenas de miedo y de alegría, corrieron a anunciarlo a los discípulos. De pronto, Jesús les salió al encuentro y les dijo: «Alegraos». Ellas se acercaron, le abrazaron los pies y se postraron ante él. Jesús les dijo: «No temáis: id a comunicar a mis hermanos que vayan a Galilea; allí me verán». Mientras las mujeres iban de camino, algunos de la guardia fueron a la ciudad y comunicaron a los sumos sacerdotes todo lo ocurrido. Ellos, reunidos con los ancianos, llegaron a un acuerdo y dieron a los soldados una fuerte suma, encargándoles: «Decid que sus discípulos fueron de noche y robaron el cuerpo mientras vosotros dormíais. Y si esto llega a oídos del gobernador, nosotros nos lo ganaremos y os sacaremos de apuros.» Ellos tomaron el dinero y obraron conforme a las instrucciones. Y esta historia se ha ido difundiendo entre los judíos hasta hoy.

Palabra de Dios

San Vicente Ferrer, presbítero (1350-1419)

Nació en 1350 en Valencia, España. Sus padres le inculcaron desde muy pequeñito una fervorosa devoción hacia Jesucristo y a la Virgen María y un gran amor por los pobres, a quienes repartía significativas limosnas que la familia acostumbraba dar. Ingresó a la comunidad de Padres Dominicos y, por su gran inteligencia, a los 21 años ya era profesor de filosofía en la universidad. Siendo diácono lo mandaron a predicar a Barcelona, ciudad que estaba atravesando por un período de hambre ya que los barcos con alimentos no llegaban desde hacía varias semanas.

San Vicente estaba muy angustiado porque la Iglesia Católica estaba dividida entre dos Papas y existía mucha desunión. Estas constantes preocupaciones mortificaron y enfermaron peligrosamente al santo; pero una noche, por revelación divina, descubrió que su misión era la de predicar el Evangelio por ciudades, pueblos, campos y países. El santo recuperó inmediatamente la salud, y durante 30 años recorrió el norte de España, el sur de Francia, el norte de Italia, y Suiza, predicando incansablemente, con enormes frutos espirituales, ya que los primeros en convertirse fueron judíos y moros.

San Vicente fustigaba sin miedo las malas costumbres, que son la causa de tantos males e invitaba incesantemente a recibir los santos sacramentos de la confesión y de la comunión. Los milagros acompañaron a San Vicente en toda su predicación, siendo el don de las lenguas el primordial y básico para su misión de evangelizar las ciudades y pueblos. El santo se mantuvo humilde y sencillo a pesar de la gran fama y popularidad alcanzada por sus predicaciones en varios países.

Los últimos años, acechado por varias dolencias y enfermedades, sus predicaciones mantenían esa fuerza, vigor y entusiasmo que lo caracterizaron en el anuncio del Evangelio.

Murió en plena actividad misionera, el Miércoles de Ceniza, 5 de abril del año 1419. Fue canonizado en 1455.

domingo, 31 de mayo de 2020

Lecturas y Santoral 31/05/2020. Domingo de Pentecostés - Termina el Tiempo Pascual

Se llenaron todos de Espíritu Santo y empezaron a hablar

Lectura del libro de los Hechos de los Apóstoles 2, 1-11
Al cumplirse el día de Pentecostés, estaban todos juntos en el mismo lugar. De repente, se produjo desde el cielo un estruendo, como de un viento que soplaba fuertemente, que llenó toda la casa donde se encontraban sentados. Vieron aparecer unas lenguas, como llamaradas, que se dividían, posándose encima de cada uno de ellos. Se llenaron todos de Espíritu Santo y empezaron a hablar en otras lenguas, según el Espíritu les concedía manifestarse.
Residían entonces en Jerusalén judíos devotos venidos de todos los pueblos que hay bajo el cielo. Al oírse este ruido, acudió la multitud y quedaron desconcertados, porque cada uno los oía hablar en su propia lengua. Estaban todos estupefactos y admirados, diciendo:
«¿No son galileos todos esos que están hablando? Entonces, ¿cómo es que cada uno los oímos hablar en nuestra lengua nativa?
Entre nosotros hay partos, medos, elamitas y habitantes de Mesopotamia, de Judea y Capadocia, del Ponto y Asia, de Frigia y Panfilia, de Egipto y de la zona de Libia que limita con Cirene; hay ciudadanos romanos forasteros, tanto judíos como prosélitos; también hay cretenses y árabes; y cada uno los oímos hablar de las grandezas de Dios en nuestra propia lengua».

Palabra de Dios



SALMO RESPONSORIAL 103, 1ab y 24ac. 29bc-30. 31 y 34
R. Envía tu Espíritu, Señor, y repuebla la faz de la tierra.
Bendice, alma mía, al Señor:
¡Dios mío, qué grande eres!
Cuántas son tus obras, Señor;
la tierra está llena de tus criaturas. 

R. Envía tu Espíritu, Señor, y repuebla la faz de la tierra.
Les retiras el aliento, y expiran
y vuelven a ser polvo;
envías tu aliento, y los creas,
y repueblas la faz de la tierra. 

R. Envía tu Espíritu, Señor, y repuebla la faz de la tierra.
Gloria a Dios para siempre,
goce el Señor con sus obras;
que le sea agradable mi poema,
y yo me alegraré con el Señor. 

R. Envía tu Espíritu, Señor, y repuebla la faz de la tierra.


Hemos sido bautizados en un mismo Espíritu, para formar un solo cuerpo
Lectura de la primera carta del apóstol san Pablo a los Corintios 12, 3b-7. 12-13
Hermanos:
Nadie puede decir: «Jesús es Señor», sino por el Espíritu Santo.
Y hay diversidad de carismas, pero un mismo Espíritu; hay diversidad de ministerios, pero un mismo Señor; y hay diversidad de actuaciones, pero un mismo Dios que obra todo en todos. Pero a cada cual se le otorga la manifestación del Espíritu para el bien común.
Pues, lo mismo que el cuerpo es uno y tiene muchos miembros, y todos los miembros del cuerpo, a pesar de ser muchos, son un solo cuerpo, así es también Cristo.
Pues todos nosotros, judíos y griegos, esclavos y libres, hemos sido bautizados en un mismo Espíritu, para formar un solo cuerpo. Y todos hemos bebido de un solo Espíritu.

SECUENCIA
Ven, Espíritu divino, manda tu luz desde el cielo. Padre amoroso del pobre; don, en tus dones espléndido; luz que penetra las almas; fuente del mayor consuelo.
Ven, dulce huésped del alma, descanso de nuestro esfuerzo, tregua en el duro trabajo, brisa en las horas de fuego, gozo que enjuga las lágrimas y reconforta en los duelos.
Entra hasta el fondo del alma, divina luz, y enriquécenos. Mira el vacío del hombre, si tú le faltas por dentro; mira el poder del pecado, cuando no envías tu aliento.
Riega la tierra en sequía, sana el corazón enfermo, lava las manchas, infunde calor de vida en el hielo, doma el espíritu indómito, guía al que tuerce el sendero.
Reparte tus siete dones, según la fe de tus siervos; por tu bondad y tu gracia, dale al esfuerzo su mérito; salva al que busca salvarse y danos tu gozo eterno.

Palabra de Dios



Como el Padre me ha enviado, así también os envío yo; recibid el Espíritu Santo

Lectura del santo Evangelio según san Juan 20, 19-23
Al anochecer de aquel día, el día primero de la semana, estaban los discípulos en una casa, con las puertas cerradas por miedo a los judíos. Y en esto entró Jesús, se puso en medio y les dijo:
«Paz a vosotros».
Y, diciendo esto, les enseñó las manos y el costado. Y los discípulos se llenaron de alegría al ver al Señor. Jesús repitió:
«Paz a vosotros. Como el Padre me ha enviado, así también os envío yo».
Y, dicho esto, sopló sobre ellos y les dijo:
«Recibid el Espíritu Santo; a quienes les perdonéis los pecados, les quedan perdonados; a quienes se los retengáis, les quedan retenidos».

Palabra del Señor


San Félix de Nicosia, religioso (1715-1787)

Nació en Nicosia, en Sicilia, Italia; fue uno de tres hijos de un zapatero y una madre costurera, en una familia pobre y muy religiosa.

El joven Filippo Giacomo Amoroso ejerció el oficio de su padre, pero a la muerte de sus progenitores decide atender a sus inquietudes religiosas. A los 20 años, pidió su admisión en el convento de los capuchinos, de donde fue rechazado. Sin renunciar por ello a sus propósitos, el joven se entregó al trabajo, las plegarias y la mortificación, renovando cada cierto tiempo su solicitud en el convento. Por fin, luego de siete años fue admitido en el convento de los capuchinos en Mistreta donde profesó como hermano lego con el nombre de fray Félix de Nicosia.

Fue enviado entonces de vuelta a su ciudad natal para acompañar al hermano limosnero. Si bien en el convento de Nicosia fue zapatero, cocinero, portero, enfermero y hortelano, el oficio de limosnero, que ejerció por más de cuarenta años, le permitía tener un contacto directo y edificante con la gente.

San Félix de Nicosia destacó por sus elevadas virtudes, como la humildad, la caridad, la austeridad y la mansedumbre, así como una delicada espiritualidad que se manifestaba en la atención que recibía de los fieles, que se vieron beneficiados por sus favores y por algunos milagros que se le atribuyeron. Realizó curaciones milagrosas, sobretodo en la epidemia que sacudió el pueblo de Cerami, en 1777. Curó también las enfermedades del espíritu, convirtiendo a muchos pecadores, inclusive a algunos delincuentes presos, a quienes el beato socorría con alimentos y con la Palabra de Dios. 


El 31 de Mayo de 1787, San Félix de Nicosia falleció en su convento a la edad de 78 años. Fue beatificado por el papa León XIII en 1888, y canonizado por Su Santidad Benedicto XVI el 23 de Octubre de 2005.

Oración: Oh San Félix, hijo de Sicilia, testimonio del amor de Cristo, amante de la Bienaventurada Virgen María, un hermano entre hermanos como San Francisco de Asís, custodio y protector de todos los buscadores de Dios; él todavía lleva hoy en día, en el bolso, la paz y la prosperidad, amor y esperanza de Dios. San Félix, un hombre de silencio y de la escucha, intercede ante el Padre, para regenerarnos, ante el Hijo para salvarnos, ante el Espíritu para santificarnos y conseguirnos ... (Pide una gracia ...) Para que contigo podamos alabar al Señor para siempre. Amen. 

domingo, 3 de mayo de 2020

Lecturas y Santoral 03/05/2020. Domingo de la cuarta semana de Pascua

Dios lo ha constituido Señor y Mesías
Primera Lectura. Hechos de los apóstoles 2, 14a. 36-41
El día de Pentecostés Pedro, poniéndose de pie junto a los Once, levantó su voz y declaró:
«Con toda seguridad conozca toda la casa de Israel que al mismo Jesús, a quien vosotros crucificasteis, Dios lo ha constituido Señor y Mesías».
Al oír esto, se les traspasó el corazón, y preguntaron a Pedro y a los demás apóstoles:
«¿Qué tenemos que hacer, hermanos?»
Pedro les contestó:
«Convertíos y sea bautizado cada uno de vosotros en el nombre de Jesús, el Mesías, para perdón de vuestros pecados, y recibiréis el don del Espíritu Santo. Porque la promesa vale para vosotros y para vuestros hijos, y para los que están lejos, para cuantos llamare a sí el Señor Dios nuestro».
Con estas y otras muchas razones dio testimonio y los exhortaba diciendo:
«Salvaos de esta generación perversa».
Los que aceptaron sus palabras se bautizaron, y aquel día fueron agregadas unas tres mil personas.

Palabra de Dios.



Salmo Responsorial. 22, 1-3a. 3b-4. 5
El Señor es mi pastor, nada me falta.
El Señor es mi pastor, nada me falta:
en verdes praderas me hace recostar,
me conduce hacia fuentes tranquilas
y repara mis fuerzas.

El Señor es mi pastor, nada me falta.
Me guía por el sendero justo,
por el honor de su nombre.
Aunque camine por cañadas oscuras,
nada tenlo, porque tú vas conmigo:
tu vara y tu cayado me sosiegan.

El Señor es mi pastor, nada me falta.
Preparas una mesa ante mí,
enfrente de mis enemigos;
me unges la cabeza con perfume,
y mi copa rebosa.

El Señor es mi pastor, nada me falta.
Tu bondad y tu misericordia me acompañan
todos los días de mi vida,
y habitaré en la casa del Señor
por años sin término.

El Señor es mi pastor, nada me falta.
Os habéis convertido al pastor de vuestras vidas
Segunda Lectura. Primera carta del apóstol san Pedro 2, 20-25
Queridos hermanos:
Que aguantéis cuando sufrís por hacer el bien, eso es una gracia de parte de Dios.
Pues para esto habéis sido llamados, porque también Cristo padeció por vosotros, dejándoos un ejemplo para que sigáis sus huellas.
Él no cometió pecado ni encontraron engaño en su boca.
Él no devolvía el insulto cuando lo insultaban; sufriendo no profería amenazas; sino que se entregaba al que juzga rectamente.
Él llevo nuestros pecados en su cuerpo hasta el leño, para que, muerto a los pecados, vivamos para la justicia.
Con sus heridas fuisteis curados.
Pues andabais errantes como ovejas, pero ahora os habéis convertido al pastor y guardián de vuestras almas.

Palabra de Dios.

Yo soy la puerta de las ovejas
Evangelio de nuestro Señor Jesucristo. Juan l0, 1-10
En aquel tiempo, dijo Jesús:
«En verdad, en verdad os digo: el que no entra por la puerta en el aprisco de las ovejas, sino que salta por otra parte, ese es ladrón y bandido; pero el que entra por la puerta es pastor de las ovejas. A este le abre el guarda, y las ovejas atienden a su voz, y él va llamando por el nombre a sus ovejas y las saca fuera. Cuando ha sacado todas las suyas, camina delante de ellas, y las ovejas lo siguen, porque conocen su voz; a un extraño no lo seguirán, sino que huirán de él, porque no conocen la voz de los extraños».
Jesús les puso esta comparación, pero ellos no entendieron de qué les hablaba. Por eso añadió Jesús:
«En verdad, en verdad os digo: yo soy la puerta de las ovejas. Todos los que han venido antes de mi son ladrones y bandidos; pero las ovejas no los escucharon.
Yo soy la puerta: quien entre por mí se salvará y podrá entrar y salir, y encontrará pastos.
El ladrón no entra sino para robar y matar y hacer estrago; yo he venido para que tengan vida y la tengan abundante».

Palabra de Dios.

Lecturas obtenidas de https://www.buigle.net

San Felipe Apóstol



NOMBRE, PROCEDENCIA Y PROFESIÓN

En las listas de los Doce Felipe siempre aparece en el quinto lugar (Mt 10,3; Mc 3,18; Lc 3,14; He 1,13).
Aunque era de origen judío su nombre es griego al igual que el de Andrés lo cual constituye un pequeño signo de apertura cultural. Lo que sabemos de él nos lo facilita el Evangelio según san Juan.

Era de Betsaida, al igual que san Pedro y Andrés (Jn 1, 44) una pequeña localidad que pertenecía a la tetrarquía de uno de los hijos de Herodes el Grande, el cual también se llamaba Felipe (Lc 3,1).

VIVE CON JESÚS, INVITA A OTROS Y VE A DIOS EN JESÚS

El cuarto Evangelio cuenta que, después de haber sido llamado por Jesús, Felipe se encuentra con Natanael y le dice: "Hemos encontrado a aquel de quien escribió Moisés en la Ley, y también los profetas: Jesús el hijo de José, de Nazaret" (Jn 1, 45). Ante la respuesta más bien escéptica de Natanael (¿"De Nazareth puede salir algo bueno"?) Felipe no se rinde y replica con decisión: "Ven y lo verás" (Jn 1, 46). Con esta respuesta clara y escueta Felipe muestra las características del auténtico testigo: no se contenta con presenciar el anuncio como una teoría, sino que interpela a quien le está escuchando, sugiriéndole que él mismo haga una experiencia personal de lo anunciado. Jesús utiliza esos dos mismos verbos cuando dos discípulos de Juan Bautista se acercan a él para preguntarle dónde vive. Jesús respondió: "Venid y lo veréis" (Jn 1, 38-39). Felipe invita a conocer a Jesús de cerca, a "venir" y "ver" es decir a entrar en un contacto de escucha, de respuesta y de comunión de vida con Jesús, día tras día. Tal como recuerda Marcos, Jesús escogió a los Doce con la finalidad principal de que "estuvieran con Él" (Mc 3, 14), es decir, de que compartieran su vida y aprendieran directamente de él, no sólo el estilo de su comportamiento, sino sobre todo quién era él realmente pues solo participando de su vida podrían conocerlo para luego anunciarlo. San Pablo en su carta a los Efesios también dirá que lo importante es "aprender de Cristo" (Ef 4, 20).

Con ocasión de la multiplicación de los panes, Jesús se dirigió precisamente a Felipe para obtener una respuesta sobre cómo resolver el problema, hizo a Felipe una pregunta precisa, algo sorprendente: dónde se podía comprar el pan necesario para dar de comer a toda la gente que lo seguía (Jn 6, 5). Felipe respondió con mucho realismo: "Doscientos denarios de pan no bastan para que cada uno tome un poco" (Jn 6, 7). Tras esto Jesús tomó los panes, y, después de orar, los distribuyó. Así realizó la multiplicación de los panes.

Antes de la Pasión, algunos griegos que se encontrabana en Jerusalén con motivo de la Pascua "se dirigieron a Felipe y le rogaron: 'Señor, queremos ver a Jesús'. Felipe fue a decírselo a Andrés y ambos fueron a decírselo a Jesús" (Jn 12, 20-22). En este caso actúa como intermediario entre la petición de algunos griegos y Jesús -probablemente hablaba griego y pudo hacer de intérprete; aunque se une a Andrés, el otro apóstol que tenía nombre griego, es a él a quien se dirigen los extranjeros.

Durante la última Cena, después de afirmar Jesús que conocerlo a Él significa también conocer al Padre (Jn 14, 7), Felipe, casi ingenuamente, le pide: "Señor, muéstranos al Padre y nos basta" (Jn 14, 8). Jesús le responde con un tono de benévolo reproche: "¿Tanto tiempo hace que estoy on vosotros y no me conoces, Felipe? El que me ha visto a mí ha visto al Padre. ¿Cómo dices tú: "muéstranos al Padre"?¿No crees que yo estoy en el Padre y el Padre está en mí? (...) Creedme: yo estoy en el Padre y el Padre está en mí" (Jn 14, 9-11). Son unas de las palabras más sublimes del evangelio según san Juan. Contienen una auténtica revelación. En esta respuesta a Felipe Jesús hace referencia a su propia persona como tal, dando a entender que no sólo se le puede comprender a través de lo que dice, sino sobre todo a través de lo que él es. Dios asumió un rostro humano, el de Jesús, y por consiguiente desde ese momento si queremos conocer realmente el rostro de Dios, nos basta con contemplar el rostro de Jesús. En su rostro vemos relamente quién es Dios y cómo es Dios. Aunque el Evangelio nada nos dice sobre si Felipe entendió aquella respuesta de Jesús, entregó totalmente su vida al Señor.

MUERTE

Según algunas narraciones posteriores (Hechos de Felipe y otras) habría evangelizado primero Grecia y después Frigia, donde habría afrontado la muerte, en Hierápolis, con un suplicio que según algunos fue crucifixión y según otros lapidación.

La vida de Felipe ha de ser ejemplo para encontrar el objetivo al que debe orientarse nuestra vida: encontrar a Jesús, tratando de ver en Él a Dios mismo, al Padre Celestial.

Felipe nos enseña a dejarnos conquistar por Jesús, a estar con Él y a invitar también a otros a compartir esta compañía indispensable y así viendo, encontrando a Dios, dar con la verdadera vida.

ORACIÓN

Señor, Dios nuestro, que nos alegras todos los años con la fiesta de los santos apóstoles Felipe y Santiago, concédenos, por su intercesión, participar en la muerte y resurrección de tu Hijo, para que merezcamos llegar a contemplar en el cielo el esplendor de tu gloria. Por Jesucristo, nuestro Señor. Amén.


Santiago el menor Apóstol



En Mateo 7, 17 leemos "Todo árbol bueno, dá frutos buenos", Santiago lo repite y nos lo dice directamente a nosotros, hablándonos de las obras como fruto normal de la Fe: "Así como el cuerpo sin espíritu está muerto, así también la fe sin obras está muerta" (Sant 2, 26).


NOMBRE


Santiago, apellidado "el Menor" para distinguirlo del otro Apóstol Santiago, el hermano de Juan. Era pariente de la Virgen María y del Señor, hijo de Alfeo, fue obispo de la primera comunidad judeo-cristiana de Jerusalén y desarrolló una intensa actividad misionera; escribió la Epístola Católica que lleva su nombre; es el apóstol con quien Pablo convertido toma contacto, y a quien el Concilio de Jerusalén concede un papel importante en momentos cruciales del desarrollo de la evangelización. Murió mártir en Jerusalén hacia el año 62.

EL JUSTO, EL HERMANO DEL SEÑOR


Encontramos la siguiente información histórica recogida por Eusebio de Cesarea en su "Historia Eclesiástica (HE II 1, 2-5)": Santiago, el llamado hermano del Señor, a quien los antiguos pusieron el sobrenombre de Justo, por el mérito superior de su virtud, se refiere que fue el primero a quien se confió el trono episcopal de la Iglesia de Jerusalén. Clemente en el libro VI de las Hypotyposeis, aduce lo siguiente: "Porque, dicen, después de la ascensión del Salvador, Pedro, Santiago y Juan, aunque habían sido los predilectos del Salvador, no se adjudicaron este honor, sino que eligieron obispo de Jerusalén a Santiago el Justo". Y el mismo autor, en el libro VII de la misma obra, dice todavía sobre él lo que sigue: "El Señor, después de su ascensión, hizo entrega del conocimiento a Santiago el Justo, a Juan y a Pedro, y éstos se lo transmitieron a los demás apóstoles, y los demás apóstoles a los setenta, uno de los cuales era también Bernabé.

"Hubo dos Santiagos: uno, el Justo, que fue precipitado desde el pináculo del templo y rematado a golpes con un mazo de batán; y el otro, el que fue decapitado". En esta cita de Clemente de Alejandría, al no mencionar mas que estos dos Santiagos parece que Clemente identifica a Santiago el Justo o hermano del Señor con Santiago, hijo de Alfeo (o de Cleofás) uno de los Doce, según Mt 10,3; Mc 3,18; Jn 19,25; Hechos 1,13.

De Santiago el Justo hace mención también Pablo cuando escribe: Otro apóstol no ví, si no es a Santiago, el hermano del Señor (Gal 1,19)

MARTIRIO (tal cual se refiere en el capítulo 23 del II Libro II de la historia Eclesiástica de Eusebio de Cesarea - HE II 23)

Al apelar Pablo al César y ser enviado por Festo a la ciudad de Roma (Hechos 25,11-12; 27,1), los judíos, frustrada la esperanza que les indujo a tenderle asechanzas, se volvieron contra Santiago el hermano del Señor al que los Apóstoles habían confiado el trono episcopal de Jerusalén. Lo que sigue es lo que osaron hacer también contra él.

Lo condujeron al medio, y delante de todo el pueblo le pedían que renegase de la fe de Cristo. Pero cuando él, contra el parecer de todos, con voz libre y hablando más abiertamente de lo que esperaban, delante de toda la muchedumbre se puso a confesar que nuestro Salvador y Señor Jesús era hijo de Dios, ya no fueron capaces de soportar más el testimonio de este hombre, justamente porque se le consideraba el más justo entre todos por la cima de sabiduría y piedad a que había llegado en su vida, y lo mataron, aprovechando oportunamente la falta de gobierno, pues habiendo muerto en Judea por aquel entonces Festo, la administración del país quedó sin jefe y sin control (estos meses de anarquía entre la muerte de P.Festo y la llegada del sucesor, Luceyo Albino -el verano u otoño del 62, lo más tarde-, los aprovechó el sumo sacerdote Ananos - hijo del Ananos o Anás de la pasión de Cristo- para juzgar y lapidar a sus enemigos. Una de las víctimas, según los manuscritos de Josefo fue "Santiago, el hermano de Jesús llamado Cristo". De aquí se desprende que la muerte de Santiago debió de ocurrir el 62).

El modo como tuvo lugar la muerte de Santiago ya lo han dejado claro las palabras citadas de Clemente, que cuenta cómo lo arrojaron desde el pináculo del templo y lo apalearon hasta matarlo. Pero quien narra con mayor exactitud todo lo que a él se refiere es Hegesipo (Nacido antes del año 110 procedía de Palestina aunque de familia de habla griega; muy fácilmente conocería todavía a algunos miembros de la comunidad primitiva, muy ancianos ya. Para la realización de su obra redactada hacia el año 180 contaría con rico arsenal de tradiciones orales y también echaría mano de fuentes escritas, judeo-cristianas en su mayor parte) perteneciente a la primera generación sucesora de los apóstoles y que, en el libro V de sus Memorias dice así: "Sucesor en la dirección de la Iglesia es, junto con los apóstoles, Santiago, el hermano del Señor. Todos le dan el sobrenombre de Justo', desde los tiempos del Señor hasta los nuestros, pues eran muchos los que se llamaban Santiago. Pero solo éste fue santo desde el vientre de su madre. No bebió vino ni bebida fermentada, ni comió carne; sobre su cabeza no pasó tijera ni navaja y tampoco se unjió con aceite ni usó del baño. Sólo a él le estaba permitido entrar en el santuario, pues no vestía de lana, sino de lino. Y sólo él penetraba en el templo, y allí se le encontraba arrodillado y pidiendo perdón por su pueblo, tanto que sus rodillas se encallecieron como las de un camello, por estar siempre de rodillas adorando a Dios y pidiendo perdón para el pueblo. Por su eminente rectitud se le llamaba "el Justo" y "Oblías", que en griego quiere decir protección del pueblo y Justicia. Así pues, algunos de las siete sectas que hay en el pueblo y que yo describí anteriormente (en las Memorias) trataban de informarse de Santiago sobre quién era la puerta de Jesús, y él respondía que éste era el Salvador. Algunos creyeron que Jesús era el Cristo. Pero estas sectas no creyeron ni en la resurrección ni en que vendrá a dar a cada uno según sus obras. Más cuantos creyeron lo hicieron por Santiago. Siendo pues, muchos los que creyeron, incluso de entre los jefes, los judíos, escribas y fariseos se alborotaron diciendo: todo el pueblo corre el peligro de esperar al Cristo en Jesús. Se reunieron, pues, delante de Santiago y dijeron: 'Te lo pedimos: retén al pueblo, que está en un error respecto de Jesús, como si él fuera el Cristo. Te pedimos que persuadas acerca de Jesús a todos los que vengan para el día de la Pascua porque a tí todos te obedecemos. Yérguete, pues, sobre el pináculo del Templo para que desde lo alto seas bien visible y el pueblo todo oiga tus palabras, porque con motivo de la Pascua se reúnen todas las tribus, incluso con los gentiles. Y así los susodichos escribas y fariseos pusieron a Santiago de pie sobre el pináculo del templo y le dijeron a gritos: 'Oh, tú, el Justo!, a quien todos debemos obedecer puesto que el pueblo anda extraviado detrás de Jesús el crucificado, dinos quién es la puerta de Jesús'. Y él respondió con una gran voz '¿Por qué me preguntáis sobre el Hijo del Hombre? También él está sentado en el cielo a la diestra del gran poder y ha de venir sobre las nubes del cielo'. Y siendo muchos los que se convencieron del todo y ante el testimonio de Santiago, prorrumpieron en alabanzas diciendo: '¡Hosanna al Hijo de David!' Entonces los mismos escribas y fariseos de nuevo se dijeron unos a otros: 'Hicimos mal en proporcionar un testimonio así a Jesús, pero, subamos y arrojémosle abajo, para que cobren miedo y no crean'. Y se pusieron a gritar diciendo: 'Oh, oh, también el Justo se ha extraviado!' Y así cumplieron la escritura que se halla en Isaías: Quitemos de en medio al justo, que nos es incómodo. Entonces comerán el fruto de sus obras. Subieron, pues, y arrojaron abajo al Justo. Y se decían unos a otros: 'Lapidemos a Santiago el Justo!' Y comenzaron a apedrearlo, porque al caer arrojado no había muerto. Más él, volviéndose, se arrodilló y dijo: 'Yo te lo pido, Señor, Dios Padre: perdónalos, porque no saben lo que hacen'. Y cuando estaban así lapidándole, un sacerdote, uno de los hijos de Recab, hijo de los Recabín, de los que el profeta Jeremías había dado testimonio, gritaba diciendo: '¡Parad!, ¿qué estáis haciendo?¡El Justo ruega por vosotros!' Y uno de ellos, batanero, agarró el mazo con que batía los paños y dió con él en la cabeza del Justo, y así es como éste sufrió martirio. Lo enterraron en el lugar aquel, junto al templo, y todavía se conserva su estela al lado del templo. Santiago era ya un testigo veraz para judíos y para griegos de que Jesús es el Cristo. Y en seguida Vespasiano los sitió".

Esto es lo que Hegesipo refiere prolijamente, concordando al menos con Clemente. Era Santiago un hombre tan admirable y tanto se había extendido entre todos los demás la fama de su rectitud, que incluso los judíos sensatos pensaban que esta era la causa del asedio de Jerusalén, comenzando inmediatamente después de su martirio, y que por ningún otro motivo les había sobrevenido más que por causa del crímen sacrílego cometido contra él. Flavio Josefo no vaciló en atestiguar también esto por erscrito con estas palabras: "Esto sucedió a los judíos en venganza de Santiago el Justo, hermano de Jesús, el llamdo Cristo, porque precisamente los judíos le habían dado muerte aunque era un hombre justísimo". El mismo autor describe también la muerte de Santiago en el libro XX de sus "Antigüedades Judías".

ORACIÓN

Señor, Dios nuestro, que nos alegras todos los años con la fiesta de los santos apóstoles Felipe y Santiago, concédenos, por su intercesión, participar en la muerte y resurrección de tu Hijo, para que merezcamos llegar a contemplar en el cielo el esplendor de tu gloria. Por Jesucristo, nuestro Señor. Amén.



domingo, 26 de abril de 2020

Lecturas y Santoral 26/04/2020. Domingo de la tercera Semana de Pascua

No era posible que la muerte lo retuviera bajo su dominio
Primera Lectura. Hechos de los apóstoles 2, 14. 22-33
El día de Pentecostés, Pedro, poniéndose en pie junto a los Once, levantó su voz y con toda solemnidad declaró:
«Judíos y vecinos todos de Jerusalén, enteraos bien y escuchad atentamente mis palabras.
A Jesús el Nazareno, varón acreditado por Dios ante vosotros con los milagros, prodigios y signos que Dios realizó por medio de él, como vosotros mismos sabéis, a este, entregado conforme el plan que Dios tenía establecido y previsto, lo matasteis, clavándolo a una cruz por manos de hombres inicuos. Pero Dios lo resucitó, librándolo de los dolores de la muerte, por cuanto no era posible que esta lo retuviera bajo su dominio, pues David dice, refiriéndose a él:
"Veía siempre al Señor delante de mí, pues está a mi derecha para que no vacile.
Por eso se me alegró el corazón, exultó mi lengua, y hasta mi carne descansará esperanzada. Porque no me abandonarás en el lugar de los muertos, ni dejarás que tu Santo experimente corrupción.
Me has enseñado senderos de vida, me saciarás de gozo con tu rostro".
Hermanos, permitidme hablaros con franqueza: el patriarca David murió y lo enterraron, y su sepulcro está entre nosotros hasta el día de hoy. Pero como era profeta y sabia que Dios “le había jurado con juramento sentar en su trono a un descendiente suyo”, previéndolo, habló de la resurrección del Mesías cuando dijo que “no lo abandonará en el lugar de los muertos” y que “su carne no experimentará corrupción". A este Jesús lo resucitó Dios, de lo cual todos nosotros somos testigos.
Exaltado, pues, por la diestra de Dios y habiendo recibido del Padre la promesa del Espíritu Santo, lo ha derramado. Esto es lo que estáis viendo y oyendo».

Palabra de Dios.

Salmo Responsorial. 15, 1-2 y 5. 7-8. 9-10. 11
Señor, me enseñarás el sendero de la vida.
Protégeme, Dios mío, que me refugio en ti.
Yo digo al Señor: «Tú eres mi Dios».
El Señor es el lote de mi heredad y mi copa;
mi suerte está en tu mano.

Señor, me enseñarás el sendero de la vida.
Bendeciré al Señor, que me aconseja,
hasta de noche me instruye internamente.
Tengo siempre presente al Señor,
con él a mi derecha no vacilaré.

Señor, me enseñarás el sendero de la vida.
Por eso se me alegra el corazón,
se gozan mis entrañas,
y mi carne descansa esperanzada.
Porque no me abandonarás en la región de los muertos,
ni dejarás a tu fiel conocer la corrupción.

Señor, me enseñarás el sendero de la vida.
Me enseñarás el sendero de la vida,
me saciarás de gozo en tu presencia,
de alegría perpetua a tu derecha.

Señor, me enseñarás el sendero de la vida.
Fuisteis liberados con una sangre preciosa, como la de un el cordero sin mancha, Cristo.
Segunda Lectura. Primera carta del apóstol san Pedro 1, 17 - 21
Queridos hermanos:
Puesto que podéis llamar Padre al que juzga imparcialmente según las obras, de cada uno, comportaos con temor durante el tiempo de vuestra peregrinación, pues ya sabéis que fuisteis liberados de vuestra conducta inútil, heredada de vuestros padres, pero no con salgo corruptible con oro o plata, sino con una sangre preciosa, como la de un cordero sin defecto y sin mancha, Cristo, previsto ya antes de la creación del mundo y manifestado en los últimos tiempos por vosotros, que, por medio de él, creéis en Dios, que lo resucitó de entre los muertos y le dio gloria, de manera que vuestra fe y vuestra esperanza estén puestas en Dios.

Palabra de Dios.


Lo reconocieron al partir el pan.
Evangelio de nuestro Señor Jesucristo. Lucas 24, 13-35
Aquel mismo día (el primero de la semana), dos de los discípulos de Jesús iban caminando a una aldea llamada Emaús, distante de Jerusalén nos sesenta estadios; iban conversando entre ellos de todo lo que había sucedido. Mientras conversaban y discutían, Jesús en persona se acercó y se puso a caminar con ellos. Pero sus ojos no eran capaces de reconocerlo.
Él les dijo:
«¿Qué conversación es esa que traéis mientras vais de camino?».
Ellos se detuvieron con aire entristecido. Y uno de ellos, que se llamaba Cleofás, le respondió:
«¿Eres tú el único forastero en Jerusalén, que no sabes lo que ha pasado allí estos días?».
Él les dijo:
«¿Qué?».
Ellos le contestaron:
«Lo de Jesús, el Nazareno, que fue un profeta poderoso en obras y palabras, ante Dios y ante todo el pueblo; cómo lo entregaron los sumos sacerdotes y nuestros jefes para que lo condenaran a muerte, y lo crucificaron. Nosotros esperábamos que él iba a liberar a Israel, pero, con todo esto, ya estamos en el tercer día desde que esto sucedió. Es verdad que algunas mujeres de nuestro grupo nos han sobresaltado: pues habiendo ido muy de mañana al sepulcro, y no habiendo encontrado su cuerpo, vinieron diciendo que incluso habían visto una aparición de ángeles, que dicen que está vivo. Algunos de los nuestros fueron también al sepulcro y lo encontraron como habían dicho las mujeres; pero a él no lo vieron».
Entonces él les dijo:
«¡Qué necios y torpes sois para creer lo que dijeron los profetas! ¿No era necesario que el Mesías padeciera esto y entrara así en su gloria?».
Y, comenzando por Moisés y siguiendo por todos los profetas, les explicó lo que se refería a él en todas las Escrituras.
Llegaron cerca de la aldea a donde iban y él simuló que iba a seguir caminando; pero ellos lo apremiaron, diciendo:
«Quédate con nosotros, porque atardece y el día va de caída».
Y entró para quedarse con ellos. Sentado a la mesa con ellos, tomó el pan, pronunció la bendición, lo partió y se lo iba dando. A ellos se les abrieron los ojos y lo reconocieron. Pero él desapareció de su vista.
Y se dijeron el uno al otro:
«¿No ardía nuestro corazón mientras nos hablaba por el camino y nos explicaba las Escrituras?».
Y, levantándose en aquel momento, se volvieron a Jerusalén, donde encontraron reunidos a los Once con sus compañeros, que estaban diciendo:
«Era verdad, ha resucitado el Señor y se ha aparecido a Simón»
Y ellos contaron lo que les había pasado por el camino y cómo lo habían reconocido al partir el pan.

Palabra de Dios.

Lecturas obtenidas de https://www.buigle.net

San Isidoro de Sevilla, obispo y doctor de la Iglesia.

El último de los Santos Padres latinos de la Iglesia. Nació hacia el año 560, y era oriundo, como sus santos hermanos Leandro, Fulgencio y Florentina, de Cartagena (España). Educado por su hermano san Leandro, arzobispo hispalense, le sucedió en la sede sevillana, donde desarrolló su extraordinaria labor pastoral y literaria, procurando la maduración cultural y moral del clero, fundando un colegio, prototipo de los futuros seminarios.

Su sabiduría iba unida a una gran humildad y caridad. Compuso libros llenos de erudición, entre los que hay que destacar el de las Etimologías, organizó bibliotecas, convocó y presidió varios concilios, entre ellos el IV de Toledo del 633, ordenó la liturgia hispano-visigoda, dio cánones sabios para renovar la vida de los religiosos y de los fieles.

Después de 40 años de episcopado, murió el 4 de abril del 636. El año 1063 fue trasladado su cuerpo a León, donde hoy recibe culto en la iglesia de su nombre.

Oración: Señor, Dios todopoderoso, tú elegiste a san Isidoro, obispo y doctor de la Iglesia, para que fuese testimonio y fuente del humano saber; concédenos, por su intercesión, una búsqueda atenta y una aceptación generosa de tu eterna verdad. Por Jesucristo, nuestro Señor. Amén.


Fray Maria Rafael Arnáiz Barón, monje trapense


Nació en Burgos (España) el 9 de abril de 1911, de una familia de alta sociedad y profundamente religiosa. En esa misma ciudad fue bautizado y confirmado. Comenzó sus estudios en el colegio de los padres jesuitas y recibió por primera vez la Eucaristía en 1919.

En esos años tuvo la primera visita de la que habría de ser su asidua compañera: una enfermedad de fiebres colibacilares que le obligó a interrumpir sus estudios. Cuando se recuperó, su padre, en agradecimiento a lo que consideró una intervención especial de la santísima Virgen, a finales del verano de 1921 lo llevó a Zaragoza, donde lo consagró a la Virgen del Pilar.

Su familia se trasladó a Oviedo, y allí continuó sus estudios de bachillerato, en el colegio de los padres jesuitas y al terminar se matriculó en la Escuela superior de arquitectura de Madrid, donde supo unir el estudio con una ardiente y asidua vida de piedad; había introducido en su horario de estudio una larga visita diaria a “el Amo” en el oratorio de Caballero de Gracia, y participaba puntualmente en su turno de adoración nocturna.

De inteligencia brillante y ecléctica, Rafael tenía destacadas dotes para la amistad y buen trato. Poseía un carácter alegre y jovial; era deportista, rico en talento para el dibujo y la pintura; le gustaba la música y el teatro. A la vez que crecía en edad y desarrollaba su personalidad, crecía también en su experiencia espiritual de vida cristiana.

En su corazón bien dispuesto a escuchar Dios quiso suscitar la invitación a una consagración especial en la vida contemplativa. Había conocido la trapa de San Isidro de Dueñas y se sintió fuertemente atraído porque la percibió como el lugar que correspondía a sus íntimos deseos. Así, en diciembre de 1933 interrumpió sus cursos en la universidad, y el 16 de enero 1934 entró en el monasterio de San Isidro.

Después de los primeros meses de noviciado y la primera Cuaresma vividos con entusiasmo en medio de las austeridades de la trapa, de improviso Dios quiso probarlo misteriosamente con una penosa enfermedad: una aguda diabetes sacarina, que lo obligó a abandonar apresuradamente el monasterio y a regresar a casa de sus padres para ser cuidado adecuadamente.

Regresó a la trapa apenas restablecido, pero la enfermedad le obligó a abandonar varias veces el monasterio, donde volvió otras tantas veces para responder generosa y fielmente a la llamada de Dios.

Se santificó en la gozosa y heroica fidelidad a su vocación, en la aceptación amorosa de los planes de Dios y del misterio de la cruz, en la búsqueda apasionada del rostro de Dios; le fascinaba la contemplación de lo Absoluto; tenía una tierna filial devoción a la Virgen María —la “Señora” como le gustaba llamarla—. Falleció en la madrugada del 26 de abril de 1938, recién cumplidos los 27 años. Fue sepultado en el cementerio del monasterio, y después en la iglesia abacial.

Muy pronto su fama de santidad se extendió fuera de los muros del convento. Sus numerosos escritos ascéticos y místicos continúan difundiéndose con gran aceptación y para el bien de cuantos entran en contacto con él. Ha sido definido como uno de los más grandes místicos del siglo XX.

El 19 de agosto de 1989 el Papa Juan Pablo II, con ocasión de la Jornada mundial de la juventud en Santiago de Compostela, lo propuso como modelo para los jóvenes del mundo de hoy y el 27 de septiembre de 1992 lo proclamó beato.

La canonización la realizó el Papa Benedicto XVI el 11 de octubre de 2009. Con su canonización el Papa Benedicto XVI lo presenta como amigo, ejemplo e intercesor a todos los fieles, sobre todo a los jóvenes.

Su fiesta se celebra hoy, 26 de abril.

Algunas máximas espirituales del Beato Fray María Rafael
¡Sólo Dios llena el alma…, y la llena toda!
La verdadera felicidad se encuentra en Dios y solamente en Dios.
El que no tiene a Dios necesita consuelo; pero el que ama a Dios, ¿qué más consuelo?
Honrando a la Virgen, amaremos más a Jesús; poniéndonos bajo su manto, comprenderemos mejor la misericordia divina.
¡Qué grande es Dios, qué dulce es María!
ORACIÓN
Señor omnipotente que glorificas a los humildes y abates a los soberbios, te suplicamos por la gloria de tu Santo Nombre ensalces la memoria del beato Rafael, concediéndonos la gracia que te pedimos por intercesión del mismo, que vivió y murió para glorificarte a Ti, Señor, que con el Hijo y el Espíritu Santo vives y reinas por los siglos de los siglos.
Amén.

Anacleto (Cleto), Santo


El santo papa Anacleto fue natural de Atenas, hijo de Antioco, y por su mucha santidad y letras fue puesto en la Silla del Príncipe de los Apóstoles, por muerte de San Clemente, papa y mártir, imperando Trajano. Este cruelísimo emperador, viendo crecer la religión cristiana y disminuir el culto de sus falsos dioses, levantó la tercera persecución contra la Iglesia, pensando que con tormentos podría exterminarla; pero la semilla regada con la Sangre de los mártires fructificaba más y más.

En virtud de esta persecución tan rigurosa, ordenó San Anacleto que al fin de la Misa comulgasen todos los que se hallaran presentes. Mandó también que a la consagración del obispo asistiesen otros tres obispos, y que los clérigos fuesen admitidos a las órdenes públicamente. Escribió algunas Epístolas, en que trata de la autoridad del Sumo Pontífice, afirmando que sólo Dios le puede juzgar. Finalmente, después de haber gobernado la Iglesia de Dios nueve años, tres meses y diez días, padeció martirio por la fe de nuestro Señor Jesucristo en el año 88.

Antiguamente se recordabaa a este santo el 13 de julio, en actual martirologio traslado su fiesta al 26 de abril.