¿Por qué?, ¿porque no os quiero? Bien lo sabe Dios.
Primera Lectura. Segunda carta del apóstol san Pablo a los Corintios (9,6-11)
Ojalá me toleraseis unos cuantos desvaríos; bueno, ya sé que me los toleráis. Tengo celos de vosotros, los celos de Dios; quise desposaros con un solo marido, presentándoos a Cristo como una virgen intacta. Pero me temo que, igual que la serpiente sedujo a Eva con su astucia, se pervierta vuestro modo de pensar y abandone la entrega y fidelidad a Cristo. Se presenta cualquiera predicando un Jesús diferente del que yo predico, os propone un espíritu diferente del que recibisteis, y un Evangelio diferente del que aceptasteis, y lo toleráis tan tranquilos. ¿En qué soy yo menos que esos superapóstoles? En el hablar soy inculto, de acuerdo; pero en el saber no, como os lo he demostrado siempre y en todo. ¿Hice mal en abajarme para elevaros a vosotros? Lo digo porque os anuncié de balde el Evangelio de Dios. Para estar a vuestro servicio, tuve que saquear a otras Iglesias, aceptando un subsidio; mientras estuve con vosotros, aunque pasara necesidad, no me aproveché de nadie; los hermanos que llegaron de Macedonia proveyeron a mis necesidades. Mi norma fue y seguirá siendo no seros gravoso en nada. Lo digo con la verdad de Cristo que poseo; nadie en toda Acaya me quitará esta honra. ¿Por qué?, ¿porque no os quiero? Bien lo sabe Dios.
Palabra de Dios.
Lecturas obtenidas de www.archimadrid.es
Official readings of the Liturgy in English at http://www.usccb.org/bible/reading
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Salmo Responsorial 110,1-2.3-4.7-8
Justicia y verdad son las obras de tus manos, Señor.
Doy gracias al Señor de todo corazón,
en compañía de los rectos, en la asamblea.
Grandes son las obras del Señor,
dignas de estudio para los que las aman.
Justicia y verdad son las obras de tus manos, Señor.
Esplendor y belleza son su obra,
su generosidad dura por siempre;
ha hecho maravillas memorables,
el Señor es piadoso y clemente.
Justicia y verdad son las obras de tus manos, Señor.
Justicia y verdad son las obras de sus manos,
todos sus preceptos merecen confianza:
son estables para siempre jamás,
se han de cumplir con verdad y rectitud.
Justicia y verdad son las obras de tus manos, Señor.
Lecturas obtenidas de www.archimadrid.es
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Hágase tu voluntad en la tierra como en el cielo, danos hoy el pan nuestro de cada día.
Evangelio de nuestro Señor Jesucristo - Mateo (6,7-15)
En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: "Cuando recéis, no uséis muchas palabras, como los gentiles, que se imaginan que por hablar mucho les harán caso. No seáis como ellos, pues vuestro Padre sabe lo que os hace falta antes que lo pidáis. Vosotros rezad así: "Padre nuestro del cielo, santificado sea tu nombre, venga tu reino, hágase tu voluntad en la tierra como en el cielo, danos hoy el pan nuestro de cada día, perdónanos nuestras ofensas, pues nosotros hemos perdonado a los que nos han ofendido, no nos dejes caer en la tentación, sino líbranos del Maligno." Porque si perdonáis a los demás sus culpas, también vuestro Padre del cielo os perdonará a vosotros. Pero si no perdonáis a los demás, tampoco vuestro Padre perdonará vuestras culpas."
Palabra de Dios.
Lecturas obtenidas de www.archimadrid.es
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San Juan Fischer, Cardenal y Mártir († 1535)
Este santo mártir nació en Beverley, Inglaterra, en el año 1469. A los 14 años ya era el estudiante más sobresaliente y, a los 20 fue nombrado profesor del colegio San Miguel. Se doctoró en la famosa Universidad de Cambridge, y a los 22 años, obtuvo ser dispensado de la falta de edad, y fue ordenado sacerdote. Poco después recibió el nombramiento de vicecanciller o vicerrector de la gran universidad.
En 1504, fue elegido nuestro santo como obispo de Rochester, cuando sólo tenía 35 años. Y él, como hacía con todos los cargos que le confiaban, se dedicó a este oficio con todas las fuerzas de su recia personalidad. Con un entusiasmo no muy frecuente en su época, se dedicó a visitar todas y cada una de las parroquias para observar si cada uno estaba cumpliendo con su deber, y animar a los no muy entusiastas. A los sacerdotes les insistía en la grave responsabilidad de cumplir muy exactamente sus deberes sacerdotales. Iba personalmente a visitar a los más pobres. Dedicaba, además, muchas horas al estudio y a escribir libros. Se hicieron famosos sus discursos fúnebres a la muerte del rey Enrique VII y en el funeral de la reina Margarita.
Aunque era obispo y además canciller de la universidad, llevaba una vida tan austera como la de un monje. No dormía más de seis horas. Hacía fuertes penitencias.
Cuando Lutero empezó a difundir los errores de los protestantes, el obispo Fisher fue elegido para atacar tan fatales errores, y escribió cuatro libros para combatir los errores de los luteranos. En un Sínodo de Inglaterra, el obispo Fisher protestó fuertemente contra la mundanalidad de algunos eclesiásticos, y la vanidad de aquellos que buscaban altos puestos y no la verdadera santidad. Cuando el rey Enrique VIII dispuso divorciarse de su legítima esposa y casarse con su concubina Ana Bolena, el obispo Juan Fisher fue el primero en oponerse. Y aunque muchos altos personajes, por conservar la amistad del rey, declararon que ese divorcio sí se podía hacer, en cambio Juan, aún con peligro de perder sus cargos y ser condenado a muerte, declaró públicamente que el matrimonio católico es indisoluble.
El terrible rey Enrique VIII se declaró jefe supremo de la Iglesia en Inglaterra en reemplazo del Sumo Pontífice, y todos los que deseaban conservar sus altos puestos en el gobierno y en la Iglesia, lo apoyaron. Pero Juan Fisher declaró que esto era absolutamente equivocado y en pleno Parlamento exclamó: "Querer reemplazar al Papa de Roma por el rey de Inglaterra, como jefe de nuestra religión es como gritarle un 'muera' a la Iglesia Católica".
Las amenazas de los enemigos empezaron a llegar sobre él. Dos veces lo llevaron a la cárcel. Otra vez trataron de envenenarlo. Le inventaron toda clase de calumnias, y como no lograron intimidarlo, lo mandaron encerrar en la Torre de Londres. Tenía entonces 66 años.
Estando en prisión, recibió del sumo Pontífice el nombramiento de Cardenal. El impío rey exclamó: "Le mandaron el sombrero de Cardenal, pero no podrá ponérselo, porque yo le mandaré cortar la cabeza". Y así fue.
El 17 de junio de 1535 le leyeron la sentencia de muerte. El rey Enrique VIII mandaba matarlo por no aceptar el divorcio y por no aceptar que el rey reemplazara al Papa en el gobierno de la Iglesia Católica. Al llegar al sitio donde le van a cortar la cabeza, el venerable anciano se dirige a la multitud y les dice a todos que muere por defender a la Santa Iglesia Católica fundada por Jesucristo. Recita el "Tedeum" en acción de gracias y, muere.
Santoral y lecturas confeccionados consultando el preparado por: franciscanos.org, corazones.org, aciprensa.com, caminando-con-jesus.org, www.churchforum.org.mx, eltestigofiel.org, webcatolicodejavier.org, santopedia.com, es.catholic.net, Archidiócesis de Madrid, ewtn.com, la Parroquia de la Sagrada Familia de Vigo, catholic.net, oremosjuntos.com