Aquel que anunciaba La Luz, aquel de quien la misma Luz dijo: "no ha nacido de mujer ninguno más grande que él" es Juan el Bautista. El precursor quien, con el espíritu de Elías, preparó el camino para la llegada del Mesías, del que viviendo entre los hombres aún no era conocido por ellos. Y Juan, en su extrema humildad, viviendo lejos de todo lo que en el mundo había, fue quien Bautizó al que creó el Bautismo.
Con la voz de todos los profetas anteriores, anunció en la Palestina de aquel momento que era la hora de volverse a Dios. Y a pesar de estar sometidos bajo el Imperio Romano, del hambre y miserias que debía de haber, no eran pocos los que iban a escucharle y hacerse bautizar con agua. La venida del Mesías era inminente y esa espectación culminaría (visto desde 2000 años después) con el bautizo del Señor y el comienzo de su vida pública. Juan fue la Voz que anunció su primera venida.
El mismo Jesús le djio en su alma a Santa Faustina Kowalska: "de Polonia saldrá una chispa que preparará al mundo para mi última venida". Ella, secretaria del mensaje de la Divina Misericordia de Dios, escuchaba en su alma estos mensajes de Jesús mientras el mismo Karol Wojtyla iba a trabajar antes tan siquiera de ser sacerdote, y él, se paraba a rezar delante de la congregación donde, se decía, una piadosa monja recibía mensajes del Señor Jesucristo.
Unos mensajes que resultarían ser proféticos. Entre los años 1959 y 1978, las
revelaciones de Sor Faustina, que habían sido mal traducidas, permanecieron
prohibidas por el Santo Oficio y la Congregación de la Fe. Nombrado Arzobispo
de Cracovia Karol Wojtyla, ordenó el estudio teológico de los documentos
originales del diario de Sor Faustina, estudio que duró diez años, y cuyo resultado fue que el 15 de abril de 1978, la Santa Sede autorizó las revelaciones. Todo ello
fruto de la intervención del entonces Cardenal de Cracovia, Karol Wojtyla,
tan sólo seis meses antes de ser elegido Papa Juan Pablo II.