viernes, 19 de junio de 2020

Lecturas y Santoral 19/06/2020. Viernes de la decimoprimera semana de Tiempo Ordinario. El Sagrado Corazón de Jesús

El Señor se enamoró de vosotros y os eligió
Primera Lectura. Deuteronomio 7, 6-11
Moisés habló al pueblo, diciendo: «Tú eres un pueblo santo para el Señor, tu Dios; el Señor, tu Dios, te eligió para que seas, entre todos los pueblos de la tierra, el pueblo de su propiedad. Si el Señor se enamoró de vosotros y os eligió, no fue por ser vosotros más numerosos que los demás, pues sois el pueblo más pequeño, sino que, por puro amor a vosotros y por mantener el juramento que había hecho a vuestros padres, os sacó el Señor de Egipto con mano fuerte y os rescató de la casa de esclavitud, del poder del Faraón, rey de Egipto. Reconoce, pues, que el Señor, tu Dios, es Dios; él es el Dios fiel que mantiene su alianza y su favor con los que lo aman y observan sus preceptos, por mil generaciones. Pero castiga en su propia persona a quien lo odia, acabando con él. No se hace esperar; a quien lo odia, lo castiga en su propia persona. Observa, pues, el precepto, los mandatos y decretos que te mando hoy que cumplas».

Palabra de Dios


Salmo Responsorial. 102, 1-2. 3-4. 6-7. 8 y 10 (R.: 17)
La misericordia del Señor dura por siempre para aquellos que lo temen. 
Bendice, alma mía, al Señor, 
y todo mi ser a su santo nombre. 
Bendice, alma mía, al Señor, 
y no olvides sus beneficios. 

La misericordia del Señor dura por siempre para aquellos que lo temen. 
Él perdona todas tus culpas 
y cura todas tus enfermedades; 
él rescata tu vida de la fosa, 
y te colma de gracia y de ternura. 

La misericordia del Señor dura por siempre para aquellos que lo temen. 
El Señor hace justicia 
y defiende a todos los oprimidos; 
enseño sus caminos a Moisés 
y sus hazañas a los hijos de Israel. 

La misericordia del Señor dura por siempre para aquellos que lo temen. 
El Señor es compasivo y misericordioso, 
lento a la ira y rico en clemencia. 
No nos trata como merecen nuestros pecados
ni nos paga según nuestras culpas. 

La misericordia del Señor dura por siempre para aquellos que lo temen.
Dios nos amó
Primera Lectura. Primera carta del apóstol san Juan 4, 7-16
Queridos hermanos, amémonos unos a otros, ya que el amor es de Dios, y todo el que ama ha nacido de Dios y conoce a Dios. Quien no ama no ha conocido a Dios, porque Dios es amor. En esto se manifestó el amor que Dios nos tiene: en que Dios envió al mundo a su Unigénito, para que vivamos por medio de él. En esto consiste el amor: no en que nosotros hayamos amado a Dios, sino en que él nos amó y nos envió a su Hijo como víctima de propiciación por nuestros pecados. Queridos hermanos, si Dios nos amó de esta manera, también nosotros debemos amarnos unos a otros. A Dios nadie lo ha visto nunca. Si nos amamos unos a otros, Dios permanece en nosotros y su amor ha llegado en nosotros a su plenitud. En esto conocemos que permanecemos en él, y él en nosotros: en que nos ha dado de su Espíritu. Y nosotros hemos visto y damos testimonio de que el Padre envió a su Hijo para ser Salvador del mundo. Quien confiese que Jesús es el Hijo de Dios, Dios permanece en él, y él en Dios. Y nosotros hemos conocido el amor que Dios nos tiene y hemos creído en él. Dios es amor, y quien permanece en el amor permanece en Dios y Dios en él.

Palabra de Dios



Soy manso y humilde de corazón
Evangelio de nuestro Señor Jesucristo. Mateo 11, 25-30
En aquel tiempo, tomó la palabra Jesús y dijo: «Te doy gracias, Padre, Señor de cielo y de la tierra, porque has escondido estas cosas a los sabios y entendidos y se las has revelado a los pequeños. Sí, Padre, así te ha parecido bien. Todo me ha sido entregado por mi Padre, y nadie conoce al Hijo más que el Padre, y nadie conoce al Padre sino el Hijo, y aquel a quien el Hijo se lo quiera revelar. Venid a mí todos los que estáis cansados y agobiados, y yo os aliviaré. Tomad mi yugo sobres vosotros y aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón, y encontraréis descanso para vuestras almas. Porque mi yugo es llevadero y mi carga ligera».

Palabra de Dios


San Romualdo Abad 1027

Anacoreta y padre de los monjes Camaldulenses, nació en Ravena (Italia) hacia el año 952, de la noble familia ducal de los Onesti.

Aunque creció como un joven mundano, esclavo de sus pasiones, algunas veces aspiró a ideales más elevados. La muerte de un pariente suyo a manos de su propio padre durante un duelo, hizo que el joven escapase horrorizado, y se internase en un monasterio cercano, donde permaneció por tres años en la más absoluta austeridad y fervor.

Luego, el santo permaneció por años en compañía de un santo ermitaño, quien veló por la total conversión y formación de San Romualdo, de manera que éste pudiese predicar con ardor y corazón a Jesús. Justamente, el anuncio del evangelio fue uno de sus más grandes sueños, y contando con el permiso del Papa, decidió partir a Hugría para iniciar su misión evangelizadora. Sin embargo, una terrible enfermedad impidió su viaje, y San Romualdo, que siempre estuvo atento a las señales de Dios, se dio cuenta que el Padre Celestial no lo quería para esa misión.

Por treinta años, el santo fundó numerosas ermitas y monasterios por toda Italia. El monasterio más famoso del santo es el de Camáldoli, fundado por él alrededor del año 1012, y donde impuso reglas aún más severas que las de San Benito, dando inicio a una nueva congregación llamada Camaldulense, en la cual unió la vida cenobítica con la eremítica.

Luego de permanecer algunos años en Camáldole, el santo retornó a sus viajes apostólicos. Pero la muerte lo sorprendió mientras estaba visitando la región de Val-di-Castro ,cerca de Fabriano (Italia), falleciendo el 19 de junio de 1027.

Oración: Oh Dios, que has renovado en tu Iglesia la vida eremítica por medio del abad san Romualdo, haz que, negándonos a nosotros mismos para seguir a Cristo, merezcamos llegar felizmente al reino de los cielos. Por Jesucristo, nuestro Señor. Amén.

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