miércoles, 7 de octubre de 2020

Lecturas y Santoral 07/10/2020. Miércoles de la vigesimoséptima semana de Tiempo Ordinario

Reconocieron la gracia que me ha sido otorgada
Primera Lectura. Lectura de la carta del apóstol san Pablo a los Gálatas 2, 1-2. 7-14
Hermanos: Transcurridos catorce años, subí otra vez a Jerusalén con Bernabé, llevando también a Tito. Subí por una revelación. Y les expuse el Evangelio que predico entre los gentiles, aunque en privado, a los más cualificados, no fuera que caminara o hubiera caminado en vano. Todo lo contrario, vieron que se me ha encomendado anunciar el Evangelio a los incircuncisos, lo mismo que a Pedro a los circuncisos, pues el mismo que capacita a Pedro para su misión entre los judíos, me capacita a mí para la mía entre los gentiles; además, reconociendo la gracia que me ha sido otorgada, Santiago, Cefas y Juan, considerados como columnas, nos dieron la mano en señal de comunión a Bernabé y a mí, de modo que nosotros no dirigiéramos a los gentiles y ellos a los circuncisos. Solo nos pidieron que nos acordáramos de los pobres, lo cual he procurado cumplir. Ahora bien, cuando llegó Cefas a Antioquía, tuve que encararme con él, porque era reprensible. En efecto, antes de que llegaran algunos de parte de Santiago, comía con los gentiles; pero cuando llegaron aquéllos, se fue retirando y apartando por miedo a los de la circuncisión. Los demás judíos comenzaron a simular con él, hasta el punto de que incluso Bernabé se vio arrastrado a su simulación. Pero cuando vi que no se comportaban correctamente, según la verdad del Evangelio, le dije a Pedro delante de todos: «Si tú, siendo judío, vives como los gentiles y no como los judíos, ¿cómo fuerzas a los gentiles a judaizar?».

Palabra de Dios


Salmo Responsorial. 116, 1. 2

Id al mundo entero y proclamad el Evangelio.

Alabad al Señor, todas las naciones,
aclamadlo, todos los pueblos.

Id al mundo entero y proclamad el Evangelio.

Firme es su misericordia con nosotros,
su fidelidad dura por siempre.

Id al mundo entero y proclamad el Evangelio.

Señor, enséñanos a orar
Evangelio de nuestro Señor Jesucristo. Lucas 11, 1-4
Una vez que estaba Jesús orando en cierto lugar, cuando terminó, uno de sus discípulos le dijo: «Señor, enséñanos a orar, como Juan enseñó a sus discípulos». Él les dijo: «Cuando oréis decid: "Padre, santificado sea tu nombre, venga tu reino, danos cada día nuestro pan cotidiano, perdónanos nuestros pecados, porque también nosotros perdonamos a todo el que nos debe, y no nos dejes caer en la tentación"».

Palabra de Dios

Fiesta de la Virgen del Santo Rosario

La Batalla de Lepanto

En tiempos del Santo Padre Pío V (1566 – 1572), los musulmanes controlaban el Mar Mediterráneo y preparaban la invasión de la Europa cristiana. Los reyes católicos de Europa estaban divididos y parecían no darse cuenta del peligro inminente. El Papa pidió ayuda pero no le hicieron mucho caso hasta que el peligro se hizo muy real y la invasión era certera. El 17 de septiembre de 1569 pidió que se rezase el Santo Rosario. El 7 de octubre de 1571 se encontraron las dos flotas, la cristiana y la musulmana, en el Golfo de Corinto, cerca de la ciudad griega de Lepanto.

La flota cristiana, compuesta de soldados de los Estados Papales, de Venecia, Génova y España y comandada por Don Juan de Austria entró en batalla contra un enemigo muy superior en número y buques de guerra. Se jugaba el destino de la Europa cristiana. Antes del ataque, las tropas cristianas rezaron el Santo Rosario con mucha devoción. La batalla de Lepanto duró hasta altas horas de la tarde pero, al final, los cristianos resultaron victoriosos.

Mientras la batalla transcurría, en Roma el Papa recitaba el Rosario en su capilla. En eso, el Papa salió de su capilla y, por aparente inspiración, anunció a todos los presentes y con gran calma que la Santísima Virgen le había concedido la victoria a los cristianos. Semanas mas tarde llegó finalmente el mensaje de la victoria de parte de Don Juan de Austria, quien, desde un principio, atribuyó el triunfo cristiano a la poderosa intercesión de Nuestra Señora del Rosario. Agradecido con Nuestra Madre, el Papa Pío V instituyó la fiesta de Nuestra Señora de las Victorias y agregó a las Letanía de la Santísima Virgen el título de "Auxilio de los Cristianos". Más adelante, el Papa Gregorio III cambió el nombre de la fiesta por el de "Nuestra Señora del Rosario".

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