Fuisteis liberados con una sangre preciosa, como la de un cordero sin mancha, Cristo
Primera Lectura. Primera carta del apóstol san Pedro 1, 18-25
Queridos hermanos: Ya sabéis que fuisteis liberados de vuestra conducta inútil, heredada de vuestros padres, pero no con algo corruptible, con oro o plata, sino con una sangre preciosa, como la de un cordero sin defecto y sin mancha, Cristo, previsto ya antes de la creación del mundo y manifestado en los últimos tiempos por vosotros, que, por medio de él, creéis en Dios, que lo resucitó de entre los muertos y le dio gloria, de manera que vuestra fe y vuestra esperanza estén puestas en Dios. Ya que habéis purificado vuestras almas por la obediencia a la verdad hasta amaros unos a otros como hermanos, amaos de corazón unos a otros con una entrega total, pues habéis sido regenerados, pero no a partir de una semilla corruptible sino de algo incorruptible, mediante la palabra de Dios viva y permanente, porque, «Toda carne es hierba y todo su esplendor como flor de hierba: se agosta la hierba y la flor se cae, pero la palabra del Señor permanece para siempre». Pues esa es la palabra del Evangelio que os anunció.
Palabra de Dios.
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Lecturas obtenidas de www.archimadrid.es y www.ciudadredonda.org
Official readings of the Liturgy in English at http://www.usccb.org/
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Salmo Responsorial. 147, 12-13. 14-15. 19-20
Glorifica al Señor, Jerusalén.
Glorifica al Señor, Jerusalén; alaba a tu Dios, Sión: que ha reforzado los cerrojos de tus puertas, y ha bendecido a tus hijos dentro de ti.
Glorifica al Señor, Jerusalén.
Ha puesto paz en tus fronteras, te sacia con flor de harina. Él envía su mensaje a la tierra, y su palabra corre veloz.
Glorifica al Señor, Jerusalén.
Anuncia su palabra a Jacob, sus decretos y mandatos a Israel; con ninguna nación obró así, ni les dio a conocer sus mandatos.
Glorifica al Señor, Jerusalén.
Glorifica al Señor, Jerusalén; alaba a tu Dios, Sión: que ha reforzado los cerrojos de tus puertas, y ha bendecido a tus hijos dentro de ti.
Glorifica al Señor, Jerusalén.
Ha puesto paz en tus fronteras, te sacia con flor de harina. Él envía su mensaje a la tierra, y su palabra corre veloz.
Glorifica al Señor, Jerusalén.
Anuncia su palabra a Jacob, sus decretos y mandatos a Israel; con ninguna nación obró así, ni les dio a conocer sus mandatos.
Glorifica al Señor, Jerusalén.
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Mirad, estamos subiendo a Jerusalén, y el Hijo del hombre va a ser entregado
Evangelio de nuestro Señor Jesucristo. Marcos 10, 32-45
En aquel tiempo, los discípulos iban subiendo por el camino hacía Jerusalén y Jesús iba delante de ellos; ellos estaban sorprendidos y los que lo seguían tenían miedo. Él tomó aparte otra vez a los Doce y empezó a decirles lo que le iba a suceder: -«Mirad, estamos subiendo a Jerusalén, y el Hijo del hombre va a ser entregado a los sumos sacerdotes y a los escribas, lo condenarán a muerte y lo entregarán a los gentiles, se burlarán de él, le escupirán, lo azotarán y lo matarán; y a los tres días resucitará». Se le acercaron los hijos de Zebedeo, Santiago y Juan, y le dijeron: -«Maestro, queremos que hagas lo que te vamos a pedir». Les preguntó: -«¿Qué queréis que haga por vosotros?». Contestaron: -«Concédenos sentarnos en tu gloria uno a tu derecha y otro a tu izquierda». Jesús replicó: -«No sabéis lo que pedís, ¿podéis beber el cáliz que yo he de beber, o bautizaros con el bautismo con que yo me voy a bautizar?». Contestaron: -«Podemos». Jesús les dijo: -«El cáliz que yo voy a beber lo beberéis, y seréis bautizados con el bautismo con que yo me voy a bautizar, pero el sentarse a mi derecha o a mi izquierda no me toca a mi concederlo, sino que es para quienes está reservado». Los otros diez, al oír aquello, se indignaron contra Santiago y Juan. Jesús, llamándolos, les dijo: -«Sabéis que los que son reconocidos como jefes de los pueblos los tiranizan, y que los grandes los oprimen. No será así entre vosotros: el que quiera ser grande entre vosotros, que sea vuestro servidor; y el que quiera ser primero, sea esclavo de todos. Porque el Hijo del hombre no ha venido a ser servido, sino a servir y dar su vida en rescate por muchos»
Palabra de Dios.
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San Gregorio VII, papa de 1073 a 1085
Que antes se había llamado Hildebrando. Nació en Toscana (Italia) hacia el año 1028. Se educó en Roma y perteneció al clero romano. Abrazó la vida monástica en Cluny, de donde pasó a Roma, al monasterio de San Pablo, del que fue abad y al que reformó con éxito. Fue legado y colaborador de los papas en la obra de la reforma eclesiástica, que él mismo hubo de proseguir con gran denuedo al subir a la cátedra de San Pedro en 1073; la suya la conocemos con el nombre de “Reforma Gregoriana”.
Luchó contra la simonía, el concubinato de los clérigos, las investiduras seculares, y propugnó una vasta reforma eclesial, buscando la santidad y la libertad de la Iglesia. Su principal adversario fue el emperador Enrique IV, al que excomulgó.
Murió desterrado en Salerno (Campania) el 25 de mayo de 1085, y antes de morir declaró: “Porque amé la justicia y odié la iniquidad, muero en el destierro”.
Oración: Señor, concede a tu Iglesia el espíritu de fortaleza y la sed de justicia con que has esclarecido al papa san Gregorio, y haz que, por su intercesión, sepa tu Iglesia rechazar siempre el mal y ejercer con entera libertad su misión salvadora en el mundo. Por Jesucristo, nuestro Señor. Amén.
Santa María Magdalena de Pazzi
Nació en Florencia (Italia) el año 1566. Educada en la piedad, desde joven tuvo profundas experiencias espirituales y a los dieciocho años ingresó en el monasterio carmelitano de Santa María de los Ángeles de su ciudad. Llevó una vida de oración y de abnegación, orando constantemente por la renovación y fortalecimiento de la Iglesia que en Italia hacía frente a la difusión de la cultura neopagana del renacimiento y a la influencia de la reforma luterana.
En el monasterio ejerció los cargos de sacristana, maestra de las jóvenes y de las novicias, y subpriora. Además, dirigió por el camino de la perfección a muchas de sus hermanas de religión. Dios la enriqueció con múltiples dones, éxtasis y revelaciones, de los que dejó constancia en sus escritos.
Murió el 25 de mayo de 1607, y fue canonizada en 1669 junto con san Pedro de Alcántara.
Oración: Señor Dios, tú, que amas la virginidad, has enriquecido con dones celestiales a tu virgen santa María Magdalena de Pazzi, cuyo corazón se abrasaba en tu amor; concede a cuantos celebramos hoy su fiesta imitar los ejemplos de su caridad y su pureza. Por Jesucristo, nuestro Señor. Amén.
San Beda el Venerable, presbítero y doctor de la Iglesia (672 – 735)
Nació junto al monasterio benedictino de Wearmouth, que tiene al lado el filial de Jarrow (Inglaterra), el año 673. Fue educado por san Benito Biscop, abad de aquel monasterio, en el que Beda ingresó muy joven. Allí consagró su vida a las observancias de la Regla, a la convivencia fraterna, a la celebración del culto litúrgico, a la meditación de las Sagradas Escrituras y de los Santos Padres, y la actividad literaria.
Escribió obras teológicas e históricas de gran fervor y erudición; entre ellas cabe destacar su Historia eclesiástica de Inglaterra, al final de la cual escribe: “He pasado toda mi vida dentro del claustro, repartiendo el tiempo entre el estudio de las Sagradas Escrituras, la observancia de la disciplina monástica y el diario oficio de cantar en el coro. Todas mis delicias eran aprender, enseñar o escribir… Desde mi admisión al sacerdocio hasta el año presente, en que cuento 59 años de edad, me he ocupado en redactar para mi uso y el de mis hermanos algunas notas sobre la Sagrada Escritura, sacadas de los Santos Padres o en conformidad con su espíritu e interpretación”.
Murió el año 735.
Oración: Señor Dios, que has iluminado a tu Iglesia con la sabiduría de san Beda el Venerable, concede a tus siervos la gracia de ser constantemente orientados por las enseñanzas de tu santo presbítero y ayudados por sus méritos. Por Jesucristo, nuestro Señor. Amén.
De la catequesis de S. S. Benedicto XVI en la audiencia general del miércoles 18-II-2009
Nació en el nordeste de Inglaterra, exactamente en Northumbria, entre los años 672 y 673. Él mismo cuenta que sus parientes, a la edad de siete años, lo encomendaron al abad del cercano monasterio benedictino para que fuera educado. De hecho, san Beda llegó a ser uno de los eruditos más insignes de la alta Edad Media. La enseñanza y la fama de sus escritos le granjearon muchas amistades con las principales personalidades de su tiempo, que lo animaban a proseguir en su trabajo, del que tantos se beneficiaban. A pesar de enfermar, no dejó de trabajar, conservando siempre una alegría interior que se expresaba en la oración y en el canto. La muerte le llegó el 26 de mayo del año 735: era el día de la Ascensión.
Las Sagradas Escrituras son la fuente constante de la reflexión teológica de san Beda. A partir de un cuidadoso estudio crítico del texto, comenta la Biblia, leyéndola en clave cristológica, es decir, reúne dos cosas: por una parte, escucha lo que dice exactamente el texto; y, por otra, está convencido de que la clave para entender la Sagrada Escritura como única Palabra de Dios es Cristo y, con Cristo, a su luz, se entiende el Antiguo y el Nuevo Testamento como “una” Sagrada Escritura.
Otro tema recurrente en san Beda es la historia de la Iglesia. En las Chronica Maiora, san Beda traza una cronología que se convertirá en la base del Calendario universal ab incarnatione Domini. Por entonces se calculaba el tiempo desde la fundación de la ciudad de Roma. San Beda, viendo que el verdadero punto de referencia, el centro de la historia es el nacimiento de Cristo, nos dio este calendario que interpreta la historia partiendo de la encarnación del Señor.
Las características de la Iglesia que san Beda puso de manifiesto son: a) la catolicidad como fidelidad a la tradición y al mismo tiempo apertura al desarrollo histórico, y como búsqueda de la unidad en la multiplicidad; b) la apostolicidad y la romanidad: a este respecto, considera de primordial importancia convencer a todas las Iglesias irlandesas celtas y de los pictos a celebrar unitariamente la Pascua según el calendario romano. El Cómputo que él elaboró científicamente para establecer la fecha exacta de la celebración pascual, y por tanto de todo el ciclo del año litúrgico, se ha convertido en el texto de referencia para toda la Iglesia católica.
San Beda fue también un insigne maestro de teología litúrgica. En las homilías sobre los evangelios dominicales y festivos desarrolló una verdadera mistagogia, educando a los fieles a celebrar gozosamente los misterios de la fe y a reproducirlos coherentemente en la vida, en espera de su plena manifestación al regreso de Cristo, cuando, con nuestros cuerpos glorificados, seremos admitidos en la procesión de las ofrendas en la liturgia eterna de Dios en el cielo. Siguiendo el “realismo” de las catequesis de san Cirilo, san Ambrosio y san Agustín, san Beda enseña que los sacramentos de la iniciación cristiana convierten a cada fiel “no sólo en cristiano sino en Cristo”, pues cada vez que un alma fiel acoge y custodia con amor la Palabra de Dios, imitando a María, concibe y engendra nuevamente a Cristo. Y cada vez que un grupo de neófitos recibe los sacramentos pascuales, la Iglesia se “auto-engendra”, o con una expresión aún más audaz, la Iglesia se convierte en “madre de Dios”, participando en la generación de sus hijos, por obra del Espíritu Santo.
Gracias a esta forma suya de hacer teología, mezclando Biblia, liturgia e historia, san Beda tiene un mensaje actual para los distintos “estados de vida”: a) a los estudiosos les recuerda dos tareas esenciales: escrutar las maravillas de la Palabra de Dios para presentarlas de forma atractiva a los fieles, y exponer las verdades dogmáticas evitando las complicaciones heréticas y ciñéndose a la “sencillez católica”, con la actitud de los pequeños y humildes, a quienes Dios se complace en revelar los misterios del Reino; b) los pastores, por su parte, deben dar prioridad a la predicación, no sólo mediante el lenguaje verbal o hagiográfico, sino también valorando los iconos, las procesiones y las peregrinaciones. A estos san Beda les recomienda el uso de la lengua popular, como hace él mismo; c) a las personas consagradas, que se dedican al Oficio divino, viviendo la alegría de la comunión fraterna y progresando en la vida espiritual mediante la ascesis y la contemplación, san Beda les recomienda cuidar el apostolado -nadie tiene el Evangelio sólo para sí mismo, sino que debe sentirlo como un don también para los demás-, sea colaborando con los obispos, sea estando disponibles para la misión evangelizadora entre los paganos, fuera del propio país, como “peregrinos por amor de Dios”.
“DESEO VER A CRISTO” (De la carta Cutberto sobre la muerte de san Beda el Venerable)
El martes, antes de la fiesta de la Ascensión, la enfermedad de Beda se agravó; su respiración era fatigosa y los pies se le hinchaban. Sin embargo, durante todo aquel día siguió sus lecciones y el dictado de sus escritos con ánimo alegre. Dijo, entre otras cosas:
“Aprended deprisa porque no sé cuánto tiempo viviré aún, ni si el Creador me llevará consigo enseguida”.
Nosotros teníamos la impresión de que tenía noticia clara de su muerte; prueba de ello es que se pasó toda la noche velando y en acción de gracias.
Al amanecer del miércoles, nos mandó que escribiéramos lo que teníamos comenzado; lo hicimos hasta la hora de Tercia. A la hora de Tercia tuvimos la procesión con las reliquias de los santos, como es costumbre ese día. Uno de los nuestros, que estaba con Beda, le dijo:
“Maestro, falta aún un capítulo del libro que últimamente dictabas; ¿te resultaría muy difícil seguir contestando a nuestras preguntas?”.
A lo que respondió:
“No hay dificultad. Toma la pluma y ponte a escribir enseguida”.
Así lo hizo él. Pero a la hora de Nona me dijo:
“Tengo en mi baúl unos cuantos objetos de cierto valor, a saber, pimienta, pañuelos e incienso; ve corriendo y avisa a los presbíteros del monasterio para repartir entre ellos estos regalos que Dios me ha hecho”.
Ellos vinieron, y Beda les dirigió la palabra, rogando a todos y cada uno que celebraran misas por él y recitaran oraciones por su alma, lo que prometieron todos de buena gana.
Se les caían las lágrimas, sobre todo cuando Beda dijo que ya no verían por más tiempo su rostro en este mundo. Pero se alegraron cuando dijo:
“Hora es ya de que vuelva a mi Creador (si así le agrada), a quien me creó cuando yo no era y me formó de la nada. He vivido mucho tiempo, y el piadoso juez ha tenido especial providencia de mi vida; es inminente el momento de mi partida, pues deseo partir para estar con Cristo; mi alma desea ver en todo su esplendor a mi rey, Cristo”.
Y dijo más cosas edificantes, continuando con su alegría de siempre hasta el atardecer.
Wiberto, de quien ya hemos hablado, se atrevió aún a decirle:
“Querido maestro, queda aún por escribir una frase”.
Contestó Beda: “Pues escribe enseguida”.
Al poco tiempo dijo el muchacho: “Ya está”.
Y Beda contestó de nuevo:
“Bien dices, está cumplido. Ahora haz el favor de colocarme la cabeza de manera que pueda sentarme mirando a la capilla en que solía orar; pues también ahora quiero invocar a mi Padre”.
Y así, tendido sobre el suelo de su celda, comenzó a recitar:
“Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo”.
Al nombrar al Espíritu Santo exhaló el último suspiro, y, sin duda, emigró a las delicias del cielo, como merecía, por su constancia en las alabanzas divinas.
Santoral confeccionado consultando el preparado por: catholic.net, santoral-virtual.blogspot.com.es, www.churchforum.org, magnificat.ca, aciprensa.com, mercaba.org, franciscanos.org, archivalencia.org, vatican.va, www.enciclopediacatolica.com, corazones.org, caminando con Jesus, mercaba, El almanaque, monover.com, Arhidiócesis de Madrid, web católico de Javier, la Parroquia de la Sagrada Familia de Vigo, oremosjuntos.com
"La Palabra de nuestro Señor es lámpara para nuestros pasos, y el ejemplo de los Santos de la Iglesia que se nos regala cada día, como una sucesión interminable de fiestas, es estímulo y fuerza continua; por eso me encanta preparar y compartir las lecturas cada día y disfrutar con su enseñanza."