He aquí nuestro Dios; viene en persona y nos salvará.
Voy a escuchar lo que dice el Señor: «Dios anuncia la paz a su pueblo y a sus amigos». La salvación está cerca de los que lo temen, y la gloria habitará en nuestra tierra.He aquí nuestro Dios; viene en persona y nos salvará.
La misericordia y la fidelidad se encuentran, la justicia y la paz se besan; la fidelidad brota de la tierra, y la justicia mira desde el cielo.He aquí nuestro Dios; viene en persona y nos salvará.
El Señor nos dará la lluvia, y nuestra tierra dará su fruto. La justicia marchará ante él, y sus pasos señalarán el camino.He aquí nuestro Dios; viene en persona y nos salvará.
San Ambrosio cuyo nombre significa "Inmortal" es uno de los más famosos doctores que la Iglesia de occidente tuvo en la antigüedad junto con San Agustín, San Jerónimo y San León. Nació en Tréveris (Alemania) hacia el año 340 de familia romana cristiana. Estudió en Roma derecho y retórica, y comenzó una brillante carrera en la administración civil del Imperio.
El año 374, siendo Prefecto de Milán, intervino para impedir tumultos con motivo de la elección del nuevo obispo para la ciudad, y, cuando todavía era catecúmeno y se preparaba para el bautismo, fue elegido él por aclamación para ocupar aquella sede; rápidamente fue bautizado, instruido, y por último ordenado obispo el 7 de diciembre.
Por sus dotes personales y por la formación que adquirió, fue consejero de emperadores, apóstol de la caridad, reformador litúrgico, formador de almas (participó en la conversión de San Agustín y le bautizó), animador de la vida de consagración a Dios, comentarista de la Escritura y autor de numerosas obras de teología y espiritualidad, defensor de la doctrina católica frente al arrianismo y de la libertad de la Iglesia.
San Ambrosio falleció a la edad de 57 años el viernes santo del año 397, 4 de abril, y su memoria se celebra el 7 de diciembre, aniversario de su consagración episcopal.
Oración: Señor y Dios nuestro, tú que hiciste al obispo san Ambrosio doctor esclarecido de la fe católica y ejemplo admirable de fortaleza apostólica, suscita en medio de tu pueblo hombres que, viviendo según tu voluntad, gobiernen a tu Iglesia con sabiduría y fortaleza. Por Jesucristo, nuestro Señor. Amén.