Guillermo fue uno de los primeros frailes a los que fue encargado el oficio de inquisidor en la diócesis de Tolosa (Francia) "en favor de la fe cristiana y de la obediencia a la Iglesia romana".
Fue apresado dolosamente por los herejes en Aviñón junto con otros frailes dominicos: el presbítero Bernardo de Rochefort y el hermano García de Aure, junto con otros ocho compañeros de ambos cleros.
Estos ilustres protomártires dominicos, como testigos excelsos de su fe, se entregaron al martirio "gozosos como hombres apostólicos" y cantando el Te Deum, (Vidas de los frailes, Parte V c. I, 1) la noche de la Ascensión del Señor, un 29 de mayo de 1242. Sus reliquias se perdieron en el s. XVI.
La lista de mártires está integrada por:
- Guillermo Arnaud (Dominico);
- Bernardo di Roquefort (Dominico);
- Garcia d’Aure (Dominico converso, nativo de la diócesis de Comminges);
- Stefano di Saint-Thibery (inicialmente abad, luego fraile menor);
- Raimondo Carbonius (fraile menor);
- Raimondo di Cortisan (conocido como "el Escritor", detto "lo Scrittore", canonico de Tolosa y archidiacono de Lézat);
- Bernardo (miembro del clero de la catedral de Tolosa);
- Pietro d’Arnaud (notario de la inquisición);
- Fortanerio (clérigo);
- Ademaro (clérigo);
- El Prior de Avignonet (Monje profeso en Cluse, cuyo nombre lastimosamente no se conoce).
Pío IX confirmó su culto el 6 de septiembre de 1866.
Maximino nació al comienzo del siglo IV en Poitiers (Aquitania), al sudoeste de la antigua Galia. Provenía de un hogar muy piadoso.
La santidad de Agricio, obispo de Tréveris, llevó a Maximino a dejar el suelo natal e ir en busca de aquel prelado, para recibir lecciones de religión, ciencias y humanidades. El santo reconoció en el recién llegado una lúcida inteligencia y un firme amor a la doctrina católica, razón por la cual le confirió las sagradas órdenes. En el ejercicio de estas funciones hizo en breve tiempo notables progresos.
Al morir Agricio, conocidos por el pueblo los atributos de Maximino, por voluntad unánime éste fue su sucesor, ocupando la cátedra de Tréveris en el año 332.
Perturbaba en aquel tiempo en la Iglesia el arrianismo, doctrina que negaba la unidad y consustancialidad en las tres personas de la santísima Trinidad; según ellos el Verbo habría sido creado de la nada y era muy inferior al Padre. El Verbo encarnado era Hijo de Dios, pero por adopción.
Contra esta interpretación, que disminuía el misterio de la encarnación y el de la redención del hombre, se levantó Atanasio, obispo de Alejandría, que se había de constituir en el campeón de la ortodoxia.
Reinaba entonces el emperador Constantino el Grande, a quien los herejes engañaron acumulando calumnias sobre Atanasio, y así lograron que le desterraste a Tréveris en el año 336. Allí Maximino lo recibió con evidencias de la veneración que le profesaba y trató por todos los medios de suavizar la situación del desterrado. Lo mismo hizo con Pablo, obispo de Constantinopla, también forzado a ir a Tréveris después de un remedo de sínodo arriano. Al morir Constantino, el hijo mayor, Constantino el Joven, su sucesor en Occidente, devolvió a Atanasio la sede de Alejandría.
En el año 345, Maximino concurrió al concilio de Milán, donde los arrianos, cuyo jefe era Eusebio de Nicomedia, fueron otra vez condenados. Considerado indispensable para cimentar la paz de la Iglesia celebrar un nuevo concilio ecuménico. Maximino lo propuso al emperador Constante; éste, hallándolo conveniente, escribió a su hermano Constantino, concertándose para tal reunión la ciudad de Sárdica (hoy Sofía, capital de Bulgaria).
Los arrianos quisieron atraer al emperador a su secta y justificar la conducta seguida contra Atanasio. Pero Maximino alertó al emperador, defendiendo así al obispo sin culpa; y Atanasio fue nuevamente restablecido.
Vuelto a su Iglesia, Maximino hizo frente a las necesidades, socorriendo a los pobres. Su familia residía en Poitiers y allá fue a visitarlos, pero murió al poco tiempo en esa ciudad, en el año 349.
La fecha de hoy recuerda la traslación de sus reliquias a Tréveris.