El Señor es mi fuerte defensor
Primera Lectura. Jeremías 20, 10-13
Oía la acusación de la gente: "'Pavor-en-torno', delatadlo, vamos a delatarlo". Mis amigos acechaban mi traspié: "A ver si, engañado, lo sometemos y podemos vengarnos de él". Pero el Señor es mi fuerte defensor: me persiguen, pero tropiezan impotentes. Acabarán avergonzados de su fracaso, con sonrojo eterno que no se olvidará. Señor del universo, que examinas al honrado y sondeas las entrañas y el corazón, ¡que yo vea tu venganza sobre ellos, pues te he encomendado mi causa! Cantad al Señor, alabad al Señor, que libera la vida del pobre de las manos de gente perversa.
Palabra de Dios.
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Lecturas obtenidas de www.archimadrid.es y www.ciudadredonda.org
Official readings of the Liturgy in English at http://www.usccb.org/
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Salmo Responsorial. 17, 2-3a. 3bc-4. 5-6. 7
En el peligro invoqué al Señor, y él me escuchó.
Yo te amo, Señor; tú eres mi fortaleza; Señor, mi roca, mi alcázar, mi libertador.
En el peligro invoqué al Señor, y él me escuchó.
Dios mío, peña mía, refugio mío, escudo mío, mi fuerza salvadora, mi baluarte. Invoco al Señor de mi alabanza y quedo libre de mis enemigos.
En el peligro invoqué al Señor, y él me escuchó.
Me cercaban olas mortales, torrentes destructores me aterraban, me envolvían las redes del abismo, me alcanzaban los lazos de la muerte.
En el peligro invoqué al Señor, y él me escuchó.
En el peligro invoqué al Señor, grité a mi Dios: desde su templo él escuchó mi voz, y mi grito llegó a sus oídos.
En el peligro invoqué al Señor, y él me escuchó.
Yo te amo, Señor; tú eres mi fortaleza; Señor, mi roca, mi alcázar, mi libertador.
En el peligro invoqué al Señor, y él me escuchó.
Dios mío, peña mía, refugio mío, escudo mío, mi fuerza salvadora, mi baluarte. Invoco al Señor de mi alabanza y quedo libre de mis enemigos.
En el peligro invoqué al Señor, y él me escuchó.
Me cercaban olas mortales, torrentes destructores me aterraban, me envolvían las redes del abismo, me alcanzaban los lazos de la muerte.
En el peligro invoqué al Señor, y él me escuchó.
En el peligro invoqué al Señor, grité a mi Dios: desde su templo él escuchó mi voz, y mi grito llegó a sus oídos.
En el peligro invoqué al Señor, y él me escuchó.
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Intentaron detenerlo, pero se les escabulló de las manos
Evangelio de nuestro Señor Jesucristo. Juan 10,31-42
En aquel tiempo, los judíos agarraron piedras para apedrear a Jesús. Él les replicó: - "Os he hecho ver muchas obras buenas por encargo de mi Padre: ¿por cuál de ellas me apedreáis?". Los judíos le contestaron: - "No te apedreamos por una obra buena, sino por una blasfemia: porque tú, siendo un hombre, te haces Dios". Jesús les replicó: - "¿No está escrito en vuestra ley: "Yo os digo: sois dioses"? Si la Escritura llama dioses a aquellos a quienes vino la palabra de Dios, y no puede fallar la Escritura, a quien el Padre consagró y envió al mundo, ¿decís vosotros: "¡Blasfemas!" Porque he dicho: 'Soy Hijo de Dios'? Si no hago las obras de mi Padre, no me creáis, pero si las hago, aunque no me creáis a mí, creed a las obras, para que comprendáis y sepáis que el Padre está en mí, y yo en el Padre". Intentaron de nuevo detenerlo, pero se les escabulló de las manos. Se marchó de nuevo al otro lado del Jordán, al lugar donde antes había bautizado Juan, y se quedó allí. Muchos acudieron a él y decían: - "Juan no hizo ningún signo; pero todo lo que Juan dijo de este era verdad". Y muchos creyeron en él allí.
Palabra de Dios.
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San Cirilo de Jerusalén Obispo y doctor de la Iglesia (315-387)
Obispo y doctor de la Iglesia. Nació en Jerusalén de padres cristianos el año 315. Recibió una buena formación clásica y teológica, y fue un gran conocedor de la S. Escritura. Sucedió al obispo Máximo en la sede de Jerusalén el año 348.
El ministerio pastoral de Cirilo conoció múltiples tribulaciones unidas a su defensa de la fe definida en Nicea. Por tres veces se vio obligado el obispo, a causa de ello, a dejar su sede y tomar el camino del exilio, y, la tercera de ellas, durante once años (367-378). Cirilo sufrió la prueba con entusiasmo, como auténtico testigo de la divinidad de Jesús.
Participó en el Concilio Ecuménico de Constantinopla e intervino en la controversia arriana; de acuerdo a algunos historiadores, San Cirilo fue fiel defensor de la verdad ortodoxa contra los arrianos en este Concilio, en el cual se llegó a promulgar el Símbolo de Nicea. La recta doctrina, las Escrituras, los misterios sagrados, las tradiciones de la Iglesia, la historia de la salvación y los sacramentos de la iniciación cristiana son el contenido de las catequesis, que pronunciaba en la basílica del Santo Sepulcro.
De sus obras escritas que nos quedan, la principal son las Catequesis, tanto las prebautismales (que se remontan, a lo que parece, al comienzo de su episcopado) como las llamadas "mistagógicas". En ellas se dirige a los que se preparaban durante la cuaresma para recibir el bautismo la noche de Pascua, y a los recién bautizados.
Uno de los misterios que trata con más precisión es el de la presencia real. Dice a los neófitos: "Bajo la figura del pan recibís el Cuerpo de Cristo, y bajo las apariencias de vino recibís su Sangre, y esa recepción hace de vosotros un solo cuerpo y una sola sangre con Él".
Luego explica cómo acercarse los fieles a la sagrada mesa: "Haced de vuestra mano izquierda como un trono en que se apoye la mano derecha, que ha de recibir al Rey. Santificad luego vuestros ojos con el contacto del Cuerpo divino y comulgad. No perdáis la menor partícula. Decidme: Si os entregasen pajuelas de oro ¿no las guardaríais con el mayor cuidado? Pues más preciosas que el oro y la pedrería son las especies sacramentales".
"En la figura del pan se te da el Cuerpo y en la del vino la Sangre; para que tú, recibiendo el Cuerpo y la Sangre de Cristo, te hagas un cuerpo y una sangre con él; a fin de que seamos cristóforos, portadores de Cristo, al comunicársenos a nuestros miembros su Cuerpo y su Sangre".
Asiste al concilio I de Constantinopla, ecuménico II, tiene el consuelo de ver el triunfo de sus ideas y contempla con gozo que va renaciendo la concordia.
Murió el año 386.
Oración: Señor, Dios nuestro, que has permitido a tu Iglesia penetrar con mayor profundidad en los sacramentos de la salvación, por la predicación de san Cirilo, obispo de Jerusalén, concédenos, por su intercesión, llegar a conocer de tal modo a tu Hijo que podamos participar con mayor abundancia de su vida divina. Por Jesucristo, nuestro Señor. Amén.
Santoral confeccionado consultando el preparado por: catholic.net, franciscanos.org, santoral-virtual.blogspot.com.es, www.churchforum.org, magnificat.ca, aciprensa.com, mercaba.org, archivalencia.org, vatican.va, www.enciclopediacatolica.com, corazones.org, caminando con Jesus, El almanaque, monover.com, Arhidiócesis de Madrid, web católico de Javier, la Parroquia de la Sagrada Familia de Vigo, oremosjuntos.com
"La Palabra de nuestro Señor es lámpara para nuestros pasos, y el ejemplo de los Santos de la Iglesia que se nos regala cada día, como una sucesión interminable de fiestas, es estímulo y fuerza continua; por eso me encanta preparar y compartir las lecturas cada día y disfrutar con su enseñanza."