sábado, 11 de abril de 2020

Lecturas y Santoral 11/04/2020 Sábado. Vigilia Pascual en la Noche Santa. Domingo de Pascua de la Resurrección del Señor.

Vio Dios todo lo que había hecho: y era muy bueno
Primera Lectura. Génesis 1, 1-31; 2, 1-2
Al principio creó Dios el cielo y la tierra. [La tierra era un caos informe;sobre la faz del
Abismo, la tiniebla. Y el aliento de Dios se cernía sobre la faz de las aguas.
Y dijo Dios: Que exista la luz. Y la luz existió. Y vio Dios que la luz era buena. Y separó
Dios la luz de la tiniebla: llamó Dios a la luz «Día»;a la tiniebla «Noche».
—Pasó una tarde, pasó una mañana: el día primero—
Y dijo Dios: Que exista una bóveda entre las aguas, que separe aguas de aguas. E hizo
Dios una bóveda y separó las aguas de debajo de la bóveda de las aguas de encima
de la bóveda. Y así fue. Y llamó Dios a la bóveda «Cielo».
—Pasó una tarde, pasó una mañana: el día segundo—
Y dijo Dios: Que se junten las aguas de debajo del cielo
en un solo sitio,
y que aparezcan los continentes.
Y así fue.
Y llamó Dios a los continentes «Tierra».
y a la masa de las aguas la llamó «Mar».
Y vio Dios que era bueno.
Y dijo Dios: Verdee la tierra hierba verde,
que engendre semilla
y árboles frutales
que den fruto según su especie,
y que lleven semilla sobre la tierra.
Y así fue.
La tierra brotó hierba verde
que engendraba semilla según su especie,
y árboles que daban fruto
y llevaban semilla según su especie.
Y vio Dios que era bueno.
—Pasó una tarde, pasó una mañana: el día tercero—
Y dijo Dios: Que existan lumbreras en la bóveda del cielo,
para separar el día de la noche,
para señalar las fiestas, los días y los años;
y sirvan de lumbreras en la bóveda del cielo,
para dar luz sobre la tierra.
Y así fue.
E hizo Dios dos lumbreras grandes:
la lumbrera mayor para regir el día,
la lumbrera menor para regir la noche;
y las estrellas.
Y las puso Dios en la bóveda del cielo,
para dar luz sobre la tierra;
para regir el día y la noche,
para separar la luz de la tiniebla.
Y vio Dios que era bueno.
—Pasó una tarde, pasó una mañana: el día cuarto—
Y dijo Dios: Pululen las aguas un pulular de vivientes, y pájaros vuelen sobre la tierra
frente a la bóveda del cielo. Y creó Dios los cetáceos y los vivientes que se deslizan y que el
agua hace pulular según sus especies, y las aves aladas según sus especies. Y vio Dios que
era bueno. Y Dios los bendijo diciendo: Creced, multiplicaos, llenad las aguas del mar;que
las aves se multipliquen en la tierra.
—Pasó una tarde, pasó una mañana: el día quinto—
Y dijo Dios:
Produzca la tierra vivientes según sus especies:
animales domésticos,
reptiles y fieras según sus especies.
Y así fue.
E hizo Dios las fieras según sus especies,
los animales domésticos según sus especies
y los reptiles según sus especies.
Y vio Dios que era bueno.]
Y dijo Dios: Hagamos al hombre a nuestra imagen y semejanza;que domine los peces
del mar, las aves del cielo, los animales domésticos, los reptiles de la tierra. Y creó Dios al
hombre a su imagen;a imagen de Dios lo creó;hombre y mujer los creó.
Y los bendijo Dios y les dijo: Creced, multiplicaos, llenad la tierra y sometedla;
dominad los peces del mar,
las aves del cielo,
los vivientes que se mueven sobre la tierra.
Y dijo Dios: Mirad, os entrego todas las hierbas
que engendran semilla sobre la faz de la tierra;
y todos los árboles frutales que engendran semilla
os servirán de alimento;
y a todas las fieras de la tierra,
a todas las aves del cielo,
a todos los reptiles de la tierra
—a todo ser que respira—
la hierba verde les servirá de alimento.
Y así fue.
Y vio Dios todo lo que había hecho: y era muy bueno.
[—Pasó una tarde, pasó una mañana: el día sexto—
Y quedaron concluidos el cielo, la tierra y sus ejércitos. Y concluyó Dios para el día
séptimo todo el trabajo que había hecho;y descansó el día séptimo de todo el trabajo que
había hecho.]

Palabra de Dios.



Salmo Responsorial. Sal 103, 1-2a. 5-6. 10 y 12. 13-14. 24 y 35a
Envía tu espíritu, Señor, y repuebla la faz de la tierra.
Envía tu espíritu, Señor, y repuebla la faz de la tierra.

Bendice, alma mía, al Señor,
¡Dios mío, qué grande eres!
Te vistes de belleza y majestad,
la luz te envuelve como un manto.
Envía tu espíritu, Señor, y repuebla la faz de la tierra.

Asentaste la tierra sobre sus cimientos, y no vacilará jamás;
la cubriste con el manto del océano, y las aguas se posaron sobre las montañas.
Envía tu espíritu, Señor, y repuebla la faz de la tierra.

De los manantiales sacas los ríos para que fluyan entre los montes, junto a ellos
habitan las aves del cielo, y entre las frondas se oye su canto.
Envía tu espíritu, Señor, y repuebla la faz de la tierra.

Desde tu morada riegas los montes, y la tierra se sacia de tu acción fecunda;
haces brotar hierba para los ganados y forraje para los que sirven al hombre.
Envía tu espíritu, Señor, y repuebla la faz de la tierra.

¡Cuántas son tus obras, Señor!, y todas las hiciste con sabiduría, la tierra está llena
de tus criaturas. ¡Bendice, alma mía al Señor!

Envía tu espíritu, Señor, y repuebla la faz de la tierra.
Sacrificio de Abrahán, nuestro padre en la fe
Segunda Lectura. Génesis 22, 1-18
En aquellos días Dios puso a prueba a Abrahán llamándole:
—¡Abrahán !
El respondió:
—Aquí me tienes.
Dios le dijo:
—Toma a tu querido hijo único, a Isaac, y vete al país de Moria y ofrécemelo allí en
sacrificio en uno de los montes que yo te indicaré.
[Abrahán madrugó, aparejó el asno y se llevo consigo a dos criados y a su hijo Isaac;
cortó leña para el sacrificio y se encaminó al lugar que le había indicado Dios.
El tercer día levantó Abrahán los ojos y descubrió el sitio de lejos. Y Abrahán dijo a sus
criados:
—Quedaos aquí con el asno;yo con el muchacho iré hasta allá para adorar y después
volveremos con vosotros.
Abrahán tomó la leña para el sacrificio, se la cargó a su hijo Isaac, y él llevaba el fuego
y el cuchillo. Los dos caminaban juntos.
Isaac dijo a Abrahán, su padre:
—Padre.
El respondió:
—Aquí estoy, hijo mío.
El muchacho dijo:
—Tenemos fuego y leña, pero, ¿dónde está el cordero para el
sacrificio?
Abrahán contestó:
—Dios proveerá al cordero para el sacrificio, hijo mío.
Y siguieron caminando juntos]
Cuando llegaron al sitio que le había dicho Dios, [Abrahán levantó allí el altar y apiló
la leña, luego ató a su hijo Isaac y lo puso sobre el altar, encima de la leña. Entonces]
Abrahán tomó el cuchillo para degollar a su hijo;pero el ángel del Señor le gritó desde el
cielo:
—¡Abrahán, Abrahán!
El contestó:
—Aquí me tienes.
El ángel le ordenó :
—No alargues la mano contra tu hijo ni le hagas nada. Ahora sé que temes a Dios,
porque no te has reservado a tu hijo, tu único hijo.
Abrahán levantó los ojos y vio un carnero enredado por los cuernos en la maleza. Se
acercó, tomó el carnero y lo ofreció en sacrificio en lugar de su hijo.
[Abrahán llamó aquel sitio «El Señor ve», por lo que se dice aún hoy «El monte del
Señor ve».]
El ángel del Señor volvió a gritar a Abrahán desde el cielo:
—«Juro por mí mismo —oráculo del Señor—: por haber hecho esto, por no haberte
reservado tu hijo, tu hijo único, te bendeciré, multiplicaré a tus descendientes como las
estrellas del cielo y como la arena de la playa. Tus descendientes conquistarán las puertas
de ciudades enemigas. Todos los pueblos del mundo se bendecirán con tu descendencia,
porque me has obedecido.»

Palabra de Dios.



Salmo Responsorial. Sal 15, 5 y 8. 9-10. 11
Protégeme, Dios mío, que me refugio en ti.
Protégeme, Dios mío, que me refugio en ti.

El Señor es el lote de mi heredad y mi copa, mi suerte está en tu mano.
Tengo siempre presente al Señor, con él a mi derecha no vacilaré.
Protégeme, Dios mío, que me refugio en ti.

Por eso se me alegra el corazón, se gozan mis entrañas, y mi carne descansa serena:
porque no me entregarás a la muerte ni dejarás a tu fiel conocer la corrupción.

Protégeme, Dios mío, que me refugio en ti.
Me enseñarás el sendero de la vida, me saciarás de gozo en tu presencia, de alegría
perpetua a tu derecha.

Protégeme, Dios mío, que me refugio en ti.

Los israelitas entraron en medio del mar a pie enjuto
Tercera Lectura. Éxodo 14, 15-15, 1
En aquellos días, dijo el Señor a Moisés:
—¿Por qué sigues clamando a mí? Di a los israelitas que se pongan en marcha. Y tú,
alza tu cayado, extiende tu mano sobre el mar y divídelo, para que los israelitas entren en
medio del mar a pie enjuto. Que yo voy a endurecer el corazón de los egipcios para que los
persigan, y me cubriré de gloria a costa del Faraón y de todo su ejército, de sus carros y de
los guerreros. Sabrán los egipcios que yo soy el Señor, cuando me haya cubierto de gloria a
costa del Faraón, de sus carros y de los guerreros.
Se puso en marcha el ángel del Señor, que iba al frente del ejército de Israel, y pasó a
retaguardia. También la columna de nube de delante se desplazó de allí y se colocó detrás,
poniéndose entre el campamento de los egipcios y el campamento de los israelitas. La
nube era tenebrosa y transcurrió toda la noche sin que los ejércitos pudieran trabar
contacto. Moisés extendió su mano sobre el mar, y el Señor hizo soplar durante toda la
noche un fuerte viento del Este que secó el mar y se dividieron las aguas. Los israelitas
entraron en medio del mar a pie enjuto, mientras que las aguas formaban muralla a
derecha e izquierda. Los egipcios se lanzaron en su persecución, entrando tras ellos en
medio del mar, todos los caballos del Faraón y los carros con sus guerreros.
Mientras velaban al amanecer, miró el Señor al campamento egipcio desde la columna
de fuego y nube y sembró el pánico en el campamento egipcio. Trabó las ruedas de sus
carros y las hizo avanzar pesadamente.
Y dijo Egipto:
—Huyamos de Israel, porque el Señor lucha en su favor contra Egipto.
Dijo el Señor a Moisés:
—Extiende tu mano sobre el mar y vuelvan las aguas sobre los egipcios, sus carros y
sus jinetes.
Y extendió Moisés su mano sobre el mar;y al amanecer volvía el mar a su curso de
siempre. Los egipcios huyendo iban a su encuentro y el Señor derribó a los egipcios en
medio del mar.
Y volvieron las aguas y cubrieron los carros, los jinetes y todo el ejército del Faraón,
que lo había seguido por el mar. Ni uno solo se salvó.
Pero los hijos de Israel caminaban por lo seco en medio del mar;las aguas les hacían
de muralla a derecha e izquierda.
Aquel día salvó el Señor a Israel de las manos de Egipto. Israel vio a los egipcios
muertos, en la orilla del mar. Israel vio la mano grande del Señor obrando contra los
egipcios, y el pueblo temió al Señor y creyó en el Señor y en Moisés, su siervo.
Entonces Moisés y los hijos de Israel cantaron un cántico al Señor.

Palabra de Dios.


Salmo Responsorial. Ex 15, 1-2. 3-4. 5-6. 17-18
Cantemos al Señor, sublime es su victoria
Cantemos al Señor, sublime es su victoria

Cantemos al Señor, sublime es su victoria: caballo y jinete ha arrojado en el mar. Mi fuerza y mi poder es el Señor, él fue mi salvación. El es mi Dios: yo lo alabaré; el Dios de mis padres: yo lo ensalzaré.
Cantemos al Señor, sublime es su victoria

El Señor es un guerrero, su nombre es el Señor. Los carros del Faraón los lanzó al mar, ahogó en el Mar Rojo a sus mejores capitanes.
Cantemos al Señor, sublime es su victoria

Las olas los cubrieron, bajaron hasta el fondo como piedras. Tu diestra, Señor, es fuerte y terrible;tu diestra, Señor, tritura al enemigo.
Cantemos al Señor, sublime es su victoria

Los introduces y los plantas en el monte de tu heredad, lugar del que hiciste tu trono, Señor; santuario, Señor, que fundaron tus manos. El Señor reina por siempre jamás.

Cantemos al Señor, sublime es su victoria
Con misericordia eterna te quiere el Señor, tu redentor
Cuarta Lectura. Isaías 54, 5-14
El que te hizo te tomará por esposa: su nombre es el Señor de los Ejércitos.
Tu redentor es el Santo de Israel, se llama Dios de toda la tierra.
Como a mujer abandonada y abatida te vuelve a llamar el Señor;
como a esposa de juventud, repudiada, —dice tu Dios—.
Por un instante te abandoné, pero con gran cariño te reuniré.
En un arrebato de ira
te escondí un instante mi rostro,
pero con misericordia eterna te quiero
—dice el Señor, tu redentor—.
Me sucede como en tiempo de Noé:
Juré que las aguas del diluvio
no volverían a cubrir la tierra;
así juro no airarme contra ti ni amenazarte.
Aunque se retiren los montes y vacilen las colinas,
no se retirará de ti mi misericordia ni mi alianza de paz vacilará —dice el Señor, que te
quiere—.
¡Oh afligida, zarandeada, desconsolada!
Mira, yo mismo coloco tus piedras sobre azabaches, tus cimientos sobre zafiros;
te pondré almenas de rubí, y puertas de esmeralda, y muralla de piedras preciosas.
Tus hijos serán discípulos del Señor, tendrán gran paz tus hijos. Tendrás firme asiento
en la justicia. Estarás lejos de la opresión, y no tendrás que temer;y lejos del terror, que no
se acercará.

Palabra de Dios.


Salmo Responsorial. Sal 29, 2 y 4. 5-6. 11 y 12a y 13b
Te ensalzaré, Señor, porque me has librado.
Te ensalzaré, Señor, porque me has librado.

Te ensalzaré, Señor, porque me has librado y no has dejado que mis enemigos se
rían de mí.
Sacaste mi vida del abismo, y me hiciste revivir cuando bajaba a la fosa.
Te ensalzaré, Señor, porque me has librado.

Tañed para el Señor, fieles suyos, dad gracias a su nombre santo;
su cólera dura un instante, su bondad de por vida;
al atardecer nos visita el llanto, por la mañana, el júbilo.
Te ensalzaré, Señor, porque me has librado.

Escucha, Señor, y ten piedad de mí, Señor, socórreme.
Cambiaste mi luto en danzas.
Señor, Dios mío, te daré gracias por siempre.
Te ensalzaré, Señor, porque me has librado.
Venid a mí, y viviréis; sellaré con vosotros alianza perpetua
Quinta Lectura. Isaías 55, 1-11
Esto dice el Señor:
Oíd, sedientos todos, acudid por agua, también los que no tenéis dinero:
venid, comprad trigo, comed sin pagar vino y leche de balde.
¿Por qué gastáis dinero en lo que no alimenta y el salario en lo que no da hartura?
Escuchadme atentos y comeréis bien, saborearéis platos sustanciosos.
Inclinad el oído, venid a mí: escuchadme y viviréis.
Sellaré con vosotros alianza perpetua, la promesa que aseguré a David:
a él lo hice mi testigo para los pueblos, caudillo y soberano de naciones;
tú llamarás a un pueblo desconocido, un pueblo que no te conocía correrá hacia ti;
por el Señor, tu Dios,
por el Santo de Israel que te honra.
Buscad al Señor mientras se le encuentra, invocadlo mientras está cerca;
que el malvado abandone su camino, y el criminal sus planes;
que regrese al Señor, y él tendrá piedad, a nuestro Dios, que es rico en perdón.
Mis planes no son vuestros planes, vuestros caminos no son mis caminos —oráculo
del Señor—.
Como el cielo es más alto que la tierra, mis caminos son más altos que los vuestros,
mis planes, que vuestros planes.
Como bajan la lluvia y la nieve desde el cielo,
y no vuelven allá, sino después de empapar la tierra,
de fecundarla y hacerla germinar,
para que dé semilla al sembrador
y pan al que come;
así será mi Palabra, que sale de mi boca:
no volverá a mí vacía,
sino que hará mi voluntad,
y cumplirá mi encargo.

Palabra de Dios.


Salmo Responsorial. Is 12, 2-3. 4bcd. 5-6

Sacaréis aguas con gozo de las fuentes de la salvación.
Sacaréis aguas con gozo de las fuentes de la salvación.

El Señor es mi Dios y salvador: confiaré y no temeré,
porque mi fuerza y mi poder es el Señor, el fue mi salvación.
Sacaréis aguas con gozo de las fuentes de la salvación.
Sacaréis aguas con gozo de las fuentes de la salvación.

Dad gracias al Señor,
invocad su nombre,
contad a los pueblos sus hazañas, proclamad que su nombre es excelso.
Sacaréis aguas con gozo de las fuentes de la salvación.

Tañed para el Señor que hizo proezas, anunciadlas a toda la tierra;
gritad jubilosos, habitantes de Sión: «Qué grande es en medio de ti el Santo de Israel.»
Sacaréis aguas con gozo de las fuentes de la salvación.
Camina a la claridad del resplandor del Señor
Sexta Lectura. Baruc 3, 9-15. 32-4, 4
Escucha, Israel, mandatos de vida, presta oído para aprender prudencia.
¿A qué se debe, Israel, que estés aún en país enemigo, que envejezcas en tierra
extranjera,
que estés impuro con los muertos, que te cuenten con los del Abismo? —Es que
abandonaste la sabiduría.
Si hubieras seguido el camino de Dios, habitarías en paz para siempre.
Aprende dónde se encuentra la prudencia, el valor y la inteligencia,
así aprenderás dónde se encuentra la vida larga, la luz de los ojos y la paz.
¿Quién encontró su puesto o entró en sus almacenes?
El que todo lo sabe la conoce, la examina y la penetra.
El que creó la tierra para siempre y la llenó de animales cuadrúpedos;
el que manda a la luz, y ella va, la llama, y le obedece temblando;
a los astros, que velan gozosos en sus puestos de guardia,
los llama y responden: «Presentes»;
y brillan gozosos para su Creador.
El es nuestro Dios y no hay otro frente a él:
investigó el camino del saber y se lo dio a su hijo Jacob, a su amado, Israel.
Después apareció en el mundo y vivió entre los hombres.
Es el libro de los mandatos de Dios, la ley de validez eterna:
los que la guardan, vivirán, los que la abandonan, morirán.
Vuélvete, Jacob, a recibirla, camina a la claridad de su resplandor;
no entregues a otros tu gloria ni tu dignidad a un pueblo extranjero.
¡Dichosos nosotros, Israel, que conocemos lo que agrada al Señor!

Palabra de Dios.


Salmo Responsorial. Sal 18, 8. 9. 10. 11
Señor, tienes palabras de vida eterna.
Señor, tienes palabras de vida eterna.

La ley del Señor es perfecta y es descanso del alma;
el precepto del Señor es fiel e instruye al ignorante.
Señor, tienes palabras de vida eterna.

Los mandatos del Señor son rectos y alegran el corazón;
la norma del Señor es límpida y da luz a los ojos.
Señor, tienes palabras de vida eterna.

La voluntad del Señor es pura y eternamente estable;
los mandamientos del Señor son verdaderos y eternamente justos.
Señor, tienes palabras de vida eterna.

Más preciosos que el oro, más que el oro fino;
más dulce que la miel
de un panal que destila.
Señor, tienes palabras de vida eterna.
Derramaré sobre vosotros un agua pura, y os daré un corazón nuevo
Séptima Lectura. Ezequiel 36, 16-28
Me vino esta Palabra del Señor:
Cuando la casa de Israel habitaba en su tierra, la profanó con su conducta, con sus
acciones, como sangre inmunda fue su proceder ante mí.
Entonces derramé mi cólera sobre ellos, por la sangre que habían derramado en el
país, por haberlo profanado con sus idolatrías.
Los esparcí entre las naciones,
anduvieron dispersos por los países;
según su proceder, según sus acciones los sentencié.
Cuando llegaron a las naciones donde se fueron, profanaron mi santo nombre;
decían de ellos: «Estos son el pueblo del Señor, de su tierra han salido.»
Sentí lástima de mi santo nombre, profanado por la casa de Israel en las naciones a las
que se fue.
Por eso, di a la casa de Israel:
Esto dice el Señor:
No lo hago por vosotros, casa de Israel, sino por mi santo nombre, profanado por
vosotros, en las naciones a las que habéis ido.
Mostraré la santidad de mi nombre grande,
profanado entre los gentiles,
que vosotros habéis profanado en medio de ellos;
y conocerán los gentiles que yo soy el Señor —oráculo del Señor—, cuando les haga
ver mi santidad al castigaros.
Os recogeré de entre las naciones, os reuniré de todos los países, y os llevaré a vuestra
tierra.
Derramaré sobre vosotros un agua pura que os purificará: de todas vuestras
inmundicias e idolatrías os he de purificar;
y os daré un corazón nuevo, y os infundiré un espíritu nuevo;arrancaré de vuestra
carne el corazón de piedra, y os daré un corazón de carne. Os infundiré mi espíritu,
Y haré que caminéis según mis preceptos,
y que guardéis y cumpláis mis mandatos.
Y habitaréis en la tierra que di a vuestros padres. Vosotros seréis mi pueblo y yo seré
vuestro Dios.

Palabra de Dios.



Salmo Responsorial. Sal 41, 3. 5bcd;42, 3. 4
Como busca la cierva corrientes de agua, así mi alma te busca a ti, Dios mío.
Como busca la cierva corrientes de agua, así mi alma te busca a ti, Dios mío.

Mi alma tiene sed de Dios, del Dios vivo: ¿cuándo entraré a ver el rostro de Dios?
Como busca la cierva corrientes de agua, así mi alma te busca a ti, Dios mío.

Desahogo mi alma conmigo: cómo marchaba a la cabeza del grupo hacia la casa de
Dios, entre cantos de júbilo y alabanza, en el bullicio de la fiesta.
Como busca la cierva corrientes de agua, así mi alma te busca a ti, Dios mío.

Envía tu luz y tu verdad;que ellas me guíen
y me conduzcan hasta tu monte santo, hasta tu morada.
Como busca la cierva corrientes de agua, así mi alma te busca a ti, Dios mío.

Que yo me acerque al altar de Dios, al Dios de mi alegría;
que te dé gracias al son de la cítara, Dios, Dios mío.
Como busca la cierva corrientes de agua, así mi alma te busca a ti, Dios mío.
Por Cristo lo perdí todo, muriendo su misma muerte
Lectura San Pablo. Carta del apóstol san Pablo a los Romanos 6, 3-11
Hermanos:
Los que por el bautismo nos incorporamos a Cristo fuimos incorporados a su
muerte.
Por el bautismo fuimos sepultados con él en la muerte, para que, así como Cristo
fue resucitado de entre los muertos por la gloria del Padre, así también nosotros
andemos en una vida nueva.
Porque, si nuestra existencia está unida a él en una muerte como la suya, lo estará
también en una resurrección como la suya.
Comprendamos que nuestra vieja condición ha sido crucificada con Cristo,
quedando destruida nuestra personalidad de pecadores, y nosotros libres de la
esclavitud al pecado;porque el que muere ha quedado absuelto del pecado.
Por tanto, si hemos muerto con Cristo, creemos que también viviremos con él;pues
sabemos que Cristo, una vez resucitado de entre los muertos, ya no muere más;la
muerte ya no tiene dominio sobre él. Porque su morir fue un morir al pecado de
una vez para siempre;y su vivir es un vivir para Dios.
Lo mismo vosotros, consideraos muertos al pecado y vivos para Dios en Cristo
Jesús.

Palabra de Dios.



Salmo Responsorial. Sal 117, 1-2. 16ab-17. 22-23

Aleluya, aleluya, aleluya.
Aleluya, aleluya, aleluya.

Dad gracias al Señor porque es bueno,
porque es eterna su misericordia. Diga la casa de Israel:
eterna es su misericordia.
Aleluya, aleluya, aleluya.

La diestra del Señor es poderosa, la diestra del Señor es excelsa.
No he de morir, viviré, para contar las hazañas del Señor.
Aleluya, aleluya, aleluya.

La piedra que desecharon los arquitectos, es ahora la piedra angular.
Es el Señor quien lo ha hecho, es un milagro patente.
Aleluya, aleluya, aleluya.

¿Por qué buscáis entre los muertos al que vive?
Evangelio de nuestro Señor Jesucristo. Lucas 24, 1-12
El primer día de la semana, de madrugada, las mujeres fueron al sepulcro llevando
las aromas que habían preparado. Encontraron corrida la piedra del sepulcro. Y,
entrando, no encontraron el cuerpo del Señor Jesús. Mientras estaban
desconcertadas por esto, se les presentaron dos hombres con vestidos refulgentes.
Ellas, despavoridas, miraban al suelo, y ellos les dijeron:
—«¿Por qué buscáis entre los muertos al que vive? No está aquí. Ha resucitado.
Acordaos de lo que os dijo estando todavía en Galilea: "El Hijo del hombre tiene
que ser entregado en manos de pecadores, ser crucificado y al tercer día resucitar."»
Recordaron sus palabras, volvieron del sepulcro y anunciaron todo esto a los Once
y a los demás.
María Magdalena, Juana y María, la de Santiago, y sus compañeras contaban esto a
los apóstoles. Ellos lo tomaron por un delirio y no las creyeron.
Pedro se levantó y fue corriendo al sepulcro. Asomándose, vio sólo las vendas por
el suelo. Y se volvió admirándose de lo sucedido.

Palabra de Dios.

viernes, 10 de abril de 2020

Lecturas y Santoral 10/04/2020 Viernes Santo - Semana Santa.

Él fue traspasado por nuestras rebeliones.
Primera Lectura. Isaías (52,13–53,12)
Mirad, mi siervo tendrá éxito, subirá y crecerá mucho. Como muchos se espantaron de él, porque desfigurado no parecía hombre, ni tenía aspecto humano, así asombrará a muchos pueblos, ante él los reyes cerrarán la boca, al ver algo inenarrable y contemplar algo inaudito. ¿Quién creyó nuestro anuncio? ¿A quién se reveló el brazo del Señor. Creció en su presencia como brote, como raíz en tierra árida, sin figura, sin belleza. Lo vimos sin aspecto atrayente, despreciado y evitado de los hombres, como un hombre de dolores, acostumbrado a sufrimientos, ante el cual se ocultan los rostros, despreciado y desestimado. Él soportó nuestros sufrimientos y aguantó nuestros dolores; nosotros lo estimamos leproso, herido de Dios y humillado pero él fue traspasado por nuestras rebeliones, triturado por nuestros crímenes. Nuestro castigo saludable cayó sobre él, sus cicatrices nos curaron. Todos errábamos como ovejas, cada uno siguiendo su camino; y el Señor cargó sobre él todos nuestros crímenes. Maltratado, voluntariamente se humillaba y no abría la boca; como cordero llevado al matadero, como oveja ante el esquilador, enmudecía y no abría la boca. Sin defensa, sin justicia, se lo llevaron, ¿quién meditó en su destino? Lo arrancaron de la tierra de los vivos, por los pecados de mi pueblo lo hirieron. Le dieron sepultura con los malvados, y una tumba con los malhechores, aunque no había cometido crímenes ni hubo engaño en su boca. El Señor quiso triturarlo con el sufrimiento, y entregar su vida como expiación; verá su descendencia, prolongará sus años, lo que el Señor quiere prosperará por su mano. Por los trabajos de su alma verá la luz, el justo se saciará de conocimiento. Mi siervo justificará a muchos, porque cargó con los crímenes de ellos. Le daré una multitud como parte, y tendrá como despojo una muchedumbre. Porque expuso su vida a la muerte y fue contado entre los pecadores, él tomó el pecado de muchos e intercedió por los pecadores.

Palabra de Dios.



Salmo Responsorial Salmo 30,2.6.12-13.15-16.17.25

Padre, a tus manos encomiendo mi espíritu.
A ti , Señor, me acojo: no quede yo nunca defraudado;
tú, que eres justo, ponme a salvo.
A tus manos encomiendo mi espíritu: tú, el Dios leal, me librarás.

Padre, a tus manos encomiendo mi espíritu.
Soy la burla de todos mis enemigos, la irrisión de mis vecinos,
el espanto de mis conocidos; me ven por la calle, y escapan de mí.
Me han olvidado como a un muerto,
me han desechado como a un cacharro inútil.

Padre, a tus manos encomiendo mi espíritu.
Pero yo confío en ti, Señor,
te digo: "Tú eres mi Dios."
En tu mano están mis azares;
líbrame de los enemigos que me persiguen.

Padre, a tus manos encomiendo mi espíritu.
Haz brillar tu rostro sobre tu siervo,
sálvame por tu misericordia.
Sed fuertes y valientes de corazón,
los que esperáis en el Señor.

Padre, a tus manos encomiendo mi espíritu.
Aprendió a obedecer y se ha convertido para todos los que le obedecen en autor de salvación
Segunda Lectura. Carta a los Hebreos (4,14-16;5,7-9)
Mantengamos la confesión de la fe, ya que tenemos un sumo sacerdote grande, que ha atravesado el cielo, Jesús, Hijo de Dios. No tenemos un sumo sacerdote incapaz de compadecerse de nuestras debilidades, sino que ha sido probado en todo exactamente como nosotros, menos en el pecado. Por eso, acerquémonos con seguridad al trono de la gracia, para alcanzar misericordia y encontrar gracia que nos auxilie oportunamente. Cristo, en los días de su vida mortal, a gritos y con lágrimas, presentó oraciones y súplicas al que podía salvarlo de la muerte, cuando en su angustia fue escuchado. Él, a pesar de ser Hijo, aprendió, sufriendo, a obedecer. Y, llevado a la consumación, se ha convertido para todos los que le obedecen en autor de salvación eterna.

Palabra de Dios.


Pasión de nuestro Señor Jesucristo
Evangelio de nuestro Señor Jesucristo - Pasión de nuestro Señor Jesucristo según san Juan (18,1–19,42):
C. En aquel tiempo, salió Jesús con sus discípulos al otro lado del torrente Cedrón, donde había un huerto, y entraron allí él y sus discípulos. Judas, el traidor, conocía también el sitio, porque Jesús se reunía a menudo allí con sus discípulos. Judas entonces, tomando la patrulla y unos guardias de los sumos sacerdotes y de los fariseos, entró allá con faroles, antorchas y armas. Jesús, sabiendo todo lo que venía sobre él, se adelantó y les dijo:




+«¿A quién buscáis?»
C. Le contestaron:
S. «A Jesús, el Nazareno.»
C. Les dijo Jesús:
+«Yo soy.»
C. Estaba también con ellos Judas, el traidor. Al decirles: «Yo soy», retrocedieron y cayeron a tierra. Les preguntó otra vez:
+«¿A quién buscáis?»
C. Ellos dijeron:
S. «A Jesús, el Nazareno.»
C. Jesús contestó:
+«Os he dicho que soy yo. Si me buscáis a mí, dejad marchar a éstos»
C. Y así se cumplió lo que había dicho: «No he perdido a ninguno de los que me diste.» Entonces Simón Pedro, que llevaba una espada, la sacó e hirió al criado del sumo sacerdote, cortándole la oreja derecha. Este criado se llamaba Malco.



Dijo entonces Jesús a Pedro:
+«Mete la espada en la vaina. El cáliz que me ha dado mi Padre, ¿no lo voy a beber?»
C. La patrulla, el tribuno y los guardias de los judíos prendieron a Jesús, lo ataron y lo llevaron primero a Anás, porque era suegro de Caifás, sumo sacerdote aquel año; era Caifás el que había dado a los judíos este consejo: «Conviene que muera un solo hombre por el pueblo.»



Simón Pedro y otro discípulo seguían a Jesús. Este discípulo era conocido del sumo sacerdote y entró con Jesús en el palacio del sumo sacerdote, mientras Pedro se quedó fuera a la puerta. Salió el otro discípulo, el conocido del sumo sacerdote, habló a la portera e hizo entrar a Pedro. La criada que hacía de portera dijo entonces a Pedro:
S. «¿No eres tú también de los discípulos de ese hombre?»
C. Él dijo:
S. «No lo soy.»




C. Los criados y los guardias habían encendido un brasero, porque hacía frío, y se calentaban. También Pedro estaba con ellos de pie, calentándose. El sumo sacerdote interrogó a Jesús acerca de sus discípulos y de la doctrina. Jesús le contestó:
+«Yo he hablado abiertamente al mundo; yo he enseñado continuamente en la sinagoga y en el templo, donde se reúnen todos los judíos, y no he dicho nada a escondidas. ¿Por qué me interrogas a mí? Interroga a los que me han oído, de qué les he hablado. Ellos saben lo que he dicho yo.»



C. Apenas dijo esto, uno de los guardias que estaban allí le dio una bofetada a Jesús, diciendo:
S. «¿Así contestas al sumo sacerdote?»
C. Jesús respondió:
+«Si he faltado al hablar, muestra en qué he faltado; pero si he hablado como se debe, ¿por qué me pegas?»
C. Entonces Anás lo envió atado a Caifás, sumo sacerdote. Simón Pedro estaba en pie, calentándose, y le dijeron:
S. «¿No eres tú también de sus discípulos?»
C. Él lo negó, diciendo:
S. «No lo soy.»
C. Uno de los criados del sumo sacerdote, pariente de aquel a quien Pedro le cortó la oreja, le dijo:
S. «¿No te he visto yo con él en el huerto?»
C. Pedro volvió a negar, y enseguida cantó un gallo.



Llevaron a Jesús de casa de Caifás al pretorio. Era el amanecer, y ellos no entraron en el pretorio para no incurrir en impureza y poder así comer la Pascua. Salió Pilato afuera, adonde estaban ellos, y dijo:
S. «¿Qué acusación presentáis contra este hombre?»
C. Le contestaron:
S. «Si éste no fuera un malhechor, no te lo entregaríamos.»
C. Pilato les dijo:
S. «Lleváoslo vosotros y juzgadlo según vuestra ley.»
C. Los judíos le dijeron:
S. «No estamos autorizados para dar muerte a nadie.»

C. Y así se cumplió lo que había dicho Jesús, indicando de qué muerte iba a morir. Entró otra vez Pilato en el pretorio, llamó a Jesús y le dijo:
S. «¿Eres tú el rey de los judíos?»
C. Jesús le contestó:
+«¿Dices eso por tu cuenta o te lo han dicho otros de mí?»
C. Pilato replicó:
S. «¿Acaso soy yo judío? Tu gente y los sumos sacerdotes te han entregado a mí; ¿qué has hecho?»
C. Jesús le contestó:
+«Mi reino no es de este mundo. Si mi reino fuera de este mundo, mi guardia habría luchado para que no cayera en manos de los judíos. Pero mi reino no es de aquí.»
C. Pilato le dijo:
S. «Conque, ¿tú eres rey?»
C. Jesús le contestó:+«Tú lo dices: soy rey. Yo para esto he nacido y para esto he venido al mundo: para ser testigo de la verdad. Todo el que es de la verdad escucha mi voz.»C. Pilato le dijo:
S. «Y, ¿qué es la verdad?»
C. Dicho esto, salió otra vez adonde estaban los judíos y les dijo:
S. «Yo no encuentro en él ninguna culpa. Es costumbre entre vosotros que por Pascua ponga a uno en libertad. ¿Queréis que os suelte al rey de los judíos?»
C. Volvieron a gritar:
S. «A ése no, a Barrabás.»
C. El tal Barrabás era un bandido. Entonces Pilato tomó a Jesús y lo mandó azotar. Y los soldados trenzaron una corona de espinas, se la pusieron en la cabeza y le echaron por encima un manto color púrpura; y, acercándose a él, le decían:



S. «¡Salve, rey de los judíos!»
C. Y le daban bofetadas. Pilato salió otra vez afuera y les dijo:
S. «Mirad, os lo saco afuera, para que sepáis que no encuentro en él ninguna culpa.»
C. Y salió Jesús afuera, llevando la corona de espinas y el manto color purpúra. Pilato les dijo:



S. «Aquí lo tenéis.»
C. Cuando lo vieron los sumos sacerdotes y los guardias, gritaron:
S. «¡Crucifícalo, crucíficalo!»
C. Pilato les dijo:S. «Lleváoslo vosotros y crucificadlo, porque yo no encuentro culpa en él.»
C. Los judíos le contestaron:S. «Nosotros tenemos una ley, y según esa ley tiene que morir, porque se ha declarado Hijo de Dios.»
C. Cuando Pilato oyó estas palabras, se asustó aún más y, entrando otra vez en el pretorio, dijo a Jesús:
S. «¿De dónde eres tú?»
C. Pero Jesús no le dio respuesta. Y Pilato le dijo:
S. «¿A mí no me hablas? ¿No sabes que tengo autoridad para soltarte y autoridad para crucificarte?»
C. Jesús le contestó:+«No tendrías ninguna autoridad sobre mí, si no te la hubieran dado de lo alto. Por eso el que me ha entregado a ti tiene un pecado mayor.»



C. Desde este momento Pilato trataba de soltarlo, pero los judíos gritaban:
S. «Si sueltas a ése, no eres amigo del César. Todo el que se declara rey está contra el César.»
C. Pilato entonces, al oír estas palabras, sacó afuera a Jesús y lo sentó en el tribunal, en el sitio que llaman "el Enlosado" (en hebreo Gábbata). Era el día de la Preparación de la Pascua, hacia el mediodía. Y dijo Pilato a los judíos:



S. «Aquí tenéis a vuestro rey.»
C. Ellos gritaron:S. «¡Fuera, fuera; crucifícalo!»
C. Pilato les dijo:
S. «¿A vuestro rey voy a crucificar?»
C. Contestaron los sumos sacerdotes:
S. «No tenemos más rey que al César.»
C. Entonces se lo entregó para que lo crucificaran.



Tomaron a Jesús, y él, cargando con la cruz, salió al sitio llamado «de la Calavera» (que en hebreo se dice Gólgota), donde lo crucificaron; y con él a otros dos, uno a cada lado, y en medio, Jesús. Y Pilato escribió un letrero y lo puso encima de la cruz; en él estaba escrito: «Jesús, el Nazareno, el rey de los judíos.» Leyeron el letrero muchos judíos, porque estaba cerca el lugar donde crucificaron a Jesús, y estaba escrito en hebreo, latín y griego. Entonces los sumos sacerdotes de los judíos dijeron a Pilato:
S. «No, escribas: "El rey de los judíos", sino: "Éste ha dicho: Soy el rey de los judíos."»
C. Pilato les contestó:
S. «Lo escrito, escrito está.»
C. Los soldados, cuando crucificaron a Jesús, cogieron su ropa, haciendo cuatro partes, una para cada soldado, y apartaron la túnica. Era una túnica sin costura, tejida toda de una pieza de arriba abajo. Y se dijeron:
S. «No la rasguemos, sino echemos a suerte, a ver a quién le toca.»
C. Así se cumplió la Escritura: «Se repartieron mis ropas y echaron a suerte mi túnica». Esto hicieron los soldados. Junto a la cruz de Jesús estaban su madre, la hermana de María, la Magdalena. Jesús, al ver a su madre y cerca al discípulo que tanto quería, dijo a su madre:



+«Mujer, ahí tienes a tu hijo.»
C. Luego, dijo al discípulo:
+«Ahí tienes a tu madre.»
C. Y desde aquella hora, el discípulo la recibió en su casa. Después de esto, sabiendo Jesús que todo había llegado a su término, para que se cumpliera la Escritura dijo:
+«Tengo sed.»
C. Había allí un jarro lleno de vinagre. Y, sujetando una esponja empapada en vinagre a una caña de hisopo, se la acercaron a la boca. Jesús, cuando tomó el vinagre, dijo:
+«Está cumplido.»



C. E, inclinando la cabeza, entregó el espíritu. Los judíos entonces, como era el día de la Preparación, para que no se quedaran los cuerpos en la cruz el sábado, porque aquel sábado era un día solemne, pidieron a Pilato que les quebraran las piernas y que los quitaran. Fueron los soldados, le quebraron las piernas al primero y luego al otro que habían crucificado con él; pero al llegar a Jesús, viendo que ya había muerto, no le quebraron las piernas, sino que uno de los soldados, con la lanza, le traspasó el costado, y al punto salió sangre y agua.



El que lo vio da testimonio, y su testimonio es verdadero, y él sabe que dice verdad, para que también vosotros creáis. Esto ocurrió para que se cumpliera la Escritura: «No le quebrarán un hueso»; y en otro lugar la Escritura dice: «Mirarán al que atravesaron.» Después de esto, José de Arimatea, que era discípulo clandestino de Jesús por miedo a los judíos, pidió a Pilato que le dejara llevarse el cuerpo de Jesús. Y Pilato lo autorizó.



Él fue entonces y se llevó el cuerpo. Llegó también Nicodemo, el que había ido a verlo de noche, y trajo unas cien libras de una mixtura de mirra y áloe. Tomaron el cuerpo de Jesús y lo vendaron todo, con los aromas, según se acostumbra a enterrar entre los judíos. Había un huerto en el sitio donde lo crucificaron, y en el huerto un sepulcro nuevo donde nadie había sido enterrado todavía. Y como para los judíos era el día de la Preparación, y el sepulcro estaba cerca, pusieron allí a Jesús.



Palabra del Señor

jueves, 9 de abril de 2020

Lecturas y Santoral 09/04/2020 Jueves Santo - Semana Santa - CENA DEL SEÑOR.

Prescripciones sobre la cena pascual
Primera Lectura. Éxodo 12. 1-8. 11-14
En aquellos días, dijo el Señor a Moisés y a Aarón en tierra de Egipto:

– "Este mes será para vosotros el principal de los meses; será para vosotros el primer mes del año. Decid a toda la asamblea de Israel: 'El diez de este mes cada uno procurará un animal para su familia, uno por casa. Si la familia es demasiado pequeña para comérselo, que se junte con el vecino más próximo a su casa, hasta completar el número de personas; y cada uno comerá su parte hasta terminarlo.
Será un animal sin defecto, macho, de un año, lo escogeréis entre los corderos o los cabritos.
Lo guardaréis hasta el día catorce del mes, y toda la asamblea de los hijos de Israel lo matará al atardecer'. Tomaréis la sangre y rociaréis las dos jambas y el dintel de la casa donde lo comáis. Esa noche comeréis la carne, asada a fuego, y comeréis panes sin fermentar y hierbas amargas.
Y lo comeréis así: la cintura ceñida, las sandalias en los pies, un bastón en la mano; y os lo comeréis a toda prisa, porque es la Pascua, el paso del Señor.
Yo pasaré esta noche por la tierra de Egipto y heriré a todos los primogénitos de la tierra de Egipto, desde los hombres hasta los ganados, y me tomaré justicia de todos los dioses de Egipto. Yo, el Señor.
La sangre será vuestra señal en las casas donde habitáis. Cuando yo vea la sangre, pasaré de largo ante vosotros, y no habrá entre vosotros plaga exterminadora, cuando yo hiera a la tierra de Egipto.
Este será un día memorable para vosotros; en él celebraréis fiesta en honor del Señor. De generación en generación como ley perpetua lo festejareis".

Palabra de Dios.


Salmo Responsorial. Salmo 115, 12-13. 15-16bc. 17-18
El cáliz de la bendición es comunión con la sangre de Cristo.

¿Cómo pagaré al Señor
todo el bien que me ha hecho?
Alzaré la copa de la salvación,
invocando el nombre del Señor.

El cáliz de la bendición es comunión con la sangre de Cristo.

Mucho le cuesta al Señor
la muerte de sus fieles.
Señor, yo soy tu siervo,
hijo de tu esclava;
rompiste mis cadenas.

El cáliz de la bendición es comunión con la sangre de Cristo.

Te ofreceré un sacrificio de alabanza,
invocando el nombre del Señor.
Cumpliré al Señor mis votos
en presencia de todo el pueblo.

El cáliz de la bendición es comunión con la sangre de Cristo.

Cada vez que coméis y bebéis, proclamáis la muerte del Señor
Segunda Lectura. Primera carta del apóstol san Pablo a los Corintios 11, 23-26
Hermanos:
Yo he recibido una tradición, que procede del Señor y que a mi vez os he transmitido: que el Señor Jesús, en la noche en que iba a ser entregado, tomó pan y, pronunciando la Acción de Gracias, lo partió y dijo:
– "Esto es mi cuerpo, que se entrega por vosotros. Haced esto en memoria mía".
Lo mismo hizo con el cáliz, después de cenar, diciendo:
"Este cáliz es la nueva alianza en mi sangre; haced esto cada vez que lo bebáis, en memoria mía".
Por eso, cada vez que coméis de este pan y bebéis del cáliz, proclamáis la muerte del Señor, hasta que vuelva.

Palabra de Dios.


Los amó hasta el extremo
Evangelio de nuestro Señor Jesucristo. Juan 13, 1-15
Antes de la fiesta de la Pascua, sabiendo Jesús que había llegado su hora de pasar de este mundo al Padre, habiendo amado a los suyos que estaban en el mundo, los amó hasta el extremo.
Estaban cenando, ya el diablo había suscitado en el corazón de Judas, hijo de Simón Iscariote, la intención de entregarlo; y Jesús, sabiendo que el Padre había puesto todo en sus manos, que venía de Dios y a Dios volvía, se levanta de la cena, se quita el manto y, tomando una toalla, se la ciñe; luego echa agua en la jofaina y se pone a lavarles los pies a los discípulos, secándoselos con la toalla que se había ceñido.
Llegó a Simón Pedro, y éste le dijo:
– "Señor, ¿lavarme los pies tú a mi?".
Jesús le replicó:
– "Lo que yo hago tú no lo entiendes ahora, pero lo comprenderás más tarde".
Pedro le dice:
– "No me lavaras los pies jamás".
Jesús le contestó:
– "Si no te lavo, no tienes parte conmigo".
Simón Pedro le dice:
– "Señor, no sólo los pies, sino también las manos y la cabeza".
Jesús le dice:
– "Uno que se ha bañado no necesita lavarse más que los pies, porque todo él está limpio. También vosotros estáis limpios, aunque no todos".
Porque sabía quién lo iba a entregar, por eso dijo: "No todos estáis limpios".
Cuando acabó de lavarles los pies, tomó el manto, se lo puso otra vez y les dijo:
– "¿Comprendéis lo que he hecho con vosotros? Vosotros me llamáis 'el Maestro' y 'el Señor', y decís bien, porque lo soy. Pues si yo, el Maestro y el Señor, os he lavado los pies, también vosotros debéis lavaros los pies unos a otros; os he dado ejemplo para que lo que yo he hecho con vosotros, vosotros también lo hagáis".

Palabra de Dios.

Santa Casilda de Toledo

En la vida de esta santa se mezclan a veces elementos legendarios e históricos. Nació en Toledo de un alto dignatario musulmán. En Toledo había prisioneros cristianos, y Casilda los trataba con misericordia y les llevaba víveres. Un día en que les llevaba comida en su delantal, la sorprendió su padre y, al querer averiguar lo que llevaba, encontró no alimentos sino rosas.

Los presos cristianos le hablaban de su fe, pero ella no podía abrazarla. Hasta que cayó gravemente enferma y los médicos no conseguían curarla. Los mismos presos le hablaron de las aguas de San Vicente, cerca de Briviesca en Burgos, que tenían poder curativo. La joven musulmana, con permiso de su padre, acudió a bañarse en aquellas aguas y, efectivamente, alcanzó la salud.

Decidió entonces quedarse en tierras cristianas, se preparó al bautismo y lo recibió, optó por la virginidad y abrazó la vida eremítica. Construyó allí cerca una ermita y un aposento adjunto en el que vivió muchos años entregada a la vida de piedad y oración, hasta que murió el 9 de abril de 1075.

Santa María de Cleofas

Nació probablemente en Palestina, contemporánea de Jesús. Pudo haber sido su tía, ya que al parecer estaba emparentada con la Virgen y San José. La María que se venera hoy era esposa (o quizás hija) de un hombre llamado Cleofás. El Evangelio de San Juan (19:25) la menciona como parte de los testigos de la Crucifixión. Pertenecía, por lo tanto, al círculo más íntimo de los discípulos de Jesús.

Según los demás Evangelios, ella era la madre del apóstol Santiago el Menor (Marcos, 15:40), por lo que a veces se le menciona como María la de Santiago.

Santa María de Cleofás se encontraba entre las mujeres que acudieron a la tumba de Jesús para ungir su cuerpo, pero fue entonces que se les apareció un ángel anunciándoles que el cadáver ya no estaba ahí. Fue así una de las primeras personas que testificó la Resurrección (Marcos, 16:1).

Santa María de Cleofás tuvo la dicha de compartir de cerca la vida de Jesús.

miércoles, 8 de abril de 2020

Lecturas y Santoral 08/04/2020. Miércoles Santo - Semana Santa

No escondí el rostro ante ultrajes
Primera Lectura. Isaías 50, 4-9ª

El Señor Dios me ha dado una lengua de discípulo; para saber decir al abatido una palabra de aliento. Cada mañana me espabila el oído, para que escuche como los discípulos. El Señor Dios me abrió el oído; yo no resistí ni me eché atrás. Ofrecí la espalda a los que me golpeaban, las mejillas a los que mesaban mi barba; no escondí el rostro ante ultrajes ni salivazos. El Señor me ayuda, por eso no sentía los ultrajes; por eso endurecí el rostro como pedernal, sabiendo que no quedaría defraudado. Mi defensor está cerca, ¿quién pleiteará contra mí? Comparezcamos juntos. ¿quién me acusará? Que se acerque. Mirad, el Señor Dios me ayuda, ¿quién me condenará?

Palabra de Dios.


Salmo Responsorial. 68, 8-10. 21-22. 31 y 33-34
Señor, que me escuche tu gran bondad el día de tu favor.
Por ti he aguantado afrentas,
la vergüenza cubrió mi rostro.
Soy un extraño para mis hermanos,
un extranjero para los hijos de mi madre;
porque me devora el celo de tu templo,
y las afrentas con que te afrentan caen sobre mí.

Señor, que me escuche tu gran bondad el día de tu favor.
La afrenta me destroza el corazón, y desfallezco.
Espero compasión, y no la hay; consoladores, y no los encuentro.
En mi comida me echaron hiel,
para mi sed me dieron vinagre.

Señor, que me escuche tu gran bondad el día de tu favor.
Alabaré el nombre de Dios con cantos,
proclamaré su grandeza con acción de gracias.
Miradlo, los humildes, y alegraos,
buscad al Señor, y revivirá vuestro corazón.
Que el Señor escucha a sus pobres,
no desprecia a sus cautivos.

Señor, que me escuche tu gran bondad el día de tu favor.
El Hijo del hombre se va como está escrito; pero, ¡ay de aquel por quien es entregado!
Evangelio de nuestro Señor Jesucristo. Mateo 26, 14-25

En aquel tiempo, uno de los Doce, llamado Judas Iscariote, fue a los sumos sacerdotes y les propuso: «¿Qué estáis dispuestos a darme, si os lo entrego?». Ellos se ajustaron con él en treinta monedas de plata. Y desde entonces andaba buscando ocasión propicia para entregarlo. El primer día de los Ácimos se acercaron los discípulos a Jesús y le preguntaron: «¿Dónde quieres que te preparemos la cena de Pascua?». Él contestó: «Id a la ciudad, a casa de quien vosotros sabéis y decidle: “El Maestro dice: mi hora está cerca; voy a celebrar la Pascua en tu casa con mis discípulos”». Los discípulos cumplieron las instrucciones de Jesús y prepararon la Pascua. Al atardecer se puso a la mesa con los Doce. Mientras comían dijo: «En verdad os digo que uno de vosotros me va a entregar». Ellos, muy entristecidos, se pusieron a preguntarle uno tras otro: «¿Soy yo acaso, Señor?». Él respondió: «El que ha metido conmigo la mano en la fuente, ese me va a entregar. El Hijo del hombre se va como está escrito de él; pero, ¡ay de aquel por quien el Hijo del hombre es entregado!, más le valdría a ese hombre no haber nacido». Entonces preguntó Judas, el que lo iba a entregar: «¿Soy yo acaso, Maestro?» Él respondió: «Tú lo has dicho».

Palabra de Dios.


Dionisio de Corinto, obispo (+ c. a. 180)


Los menologios griegos dan noticia de su condición episcopal cuando lo incluyen en las listas de obispos, mencionando su óbito alrededor del año 180. También Eusebio de Cesarea nos relata algo de su actividad al recogerlo en la Historia Eclesiástica como uno de los grandes hombres que contribuyeron a extender por el mundo el Evangelio.

Pertenece a las primeras generaciones de cristianos. Es uno de los primitivos eslabones de la larga cadena que sólo tendrá fin cuando acabe el tiempo. Por el momento en que vivió, resulta que con él entramos en contacto con la antiquísima etapa en que la Iglesia está aún, como aprendiendo a andar, dando sus primeros pasos; su expresión en palabras sólo se siente en la tierra como un balbuceo y la gente que conoce y sigue a Cristo son poco más que un puñado de hombres y mujeres echados al mundo, como a voleo, por la mano del sembrador y desparramados por el orbe.

Dionisio fue un obispo que destaca por su celo apostólico y se aprecia en él la preocupación ordinaria de un hombre de gobierno. Rebasa los límites geográficos del terruño en donde viven sus fieles y se vuelca allá donde hay una necesidad que él puede aliviar o encauzar. En su vida resuena el eco paulino de sentir la preocupación por todas las iglesias. Aún la organización eclesiástica -distinta de la de hoy- no entiende de intromisiones; la acción pastoral es aceptada como buena en cualquier terreno en donde hay cristianos. Posiblemente el obispo Dionisio pensaba que si se puede hacer el bien, es pecado no hacerlo. Todas las energías se aprovechan, porque son pocos los brazos, es extenso el campo de labranza… y corto el tiempo. Siendo la labor tan amplia, el estilo que impera es prestar atención espiritual a los fieles cristianos donde quiera que se encuentren sin sentirse coartado por el espacio; la jurisdicción territorial vino después. Él se siente responsable de todos porque todos sirven al mismo Señor y tienen el mismo Dueño.

Los discípulos -pocos para lo que es el mundo- se tratan mucho entre ellos, todo lo que pueden; traen y llevan noticias de unos y de otros; todos se encuentran inquietos, ocupados por la suerte del “misterio” y dispuestos siempre a darlo a conocer. Las dificultades para el contacto son muchas, lentas y hasta peligrosas algunas veces, pero por las vías van los carros y por los mares los veleros; lo que sirve a los hombres para la guerra, las conquistas, la cultura o el dinero, el cristiano lo usa -como uno más- para extender también el Reino. Se saben familia numerosa esparcida por el universo; tienen intereses, dificultades, proyectos y anhelos comunes ¡lógico que se sientan unidos en un entorno adverso en tantas ocasiones!

Y en este sentido tuvo mucho que ver Corinto, -junto al istmo y al golfo del mismo nombre- que en este tiempo es la ciudad más rica y próspera de Grecia, aunque no llega al prestigio intelectual de Atenas. Corinto es la sede de Dionisio; fue, no hace mucho, aquella iglesia que fundó Pablo con la predicación de los primeros tiempos y que luego atendió, vigiló sus pasos, guió su vida y alentó su caminar. Tiene una situación privilegiada: es una ciudad con dos puertos, un importante nudo de comunicaciones en donde se mezcla el sabio griego con el comerciante latino y el rico oriental; allí viven hermanadas la grandeza y el vicio, la avaricia, la trampa, la insidia y el desconcierto; todas las razas tienen sitio y también los colores y los esclavos y los dueños. El barullo de los mercados es trajín en los puertos. Hay intercambio de culturas, de pensamiento. Entre los miles que van vienen, de vez en cuando un cristiano se acerca, contacta, trae noticias y lleva nuevas a otro sitio del Imperio. ¡Cómo aprovechó Dionisio sus posibilidades! Porque resalta su condición de escritor. Que se tengan noticias, mandó cartas a los cristianos Lacedemonios, instruyéndoles en la fe y exhortándoles a la concordia y la paz; a los Atenienses, estimulándoles para que no decaiga su fe; a los cristianos de Nicomedia para impugnar muy eruditamente la herejía de Marción; a la iglesia de Creta a la que da pistas para que sus cristianos aprendan a descubrir la estrategia que emplean los herejes cuando difunden el error. En la carta que mandó al Ponto expone a los bautizados enseñanzas sobre las Sagradas Escrituras, les aclara la doctrina sobre la castidad y la grandeza del matrimonio; también los anima para que sean generosos con aquellos pecadores que, arrepentidos, quieran volver desde el pecado. Igualmente escribió carta a los fieles de Roma en tiempos del papa Sotero; en ella, elogia los notables gestos de caridad que tienen los romanos con los pobres y testifica su personal veneración a los Vicarios de Cristo.
La vida de este obispo griego -incansable articulista- terminó en el último tercio del siglo II.
Sin moverse de Corinto, ejerció un fecundo apostolado epistolar que no conoció fronteras; el papel, la pluma y el mar Mediterráneo fueron sus cómplices generosos en la difusión de la fe.

Santa María Rosa Julia Billiart


Santa María Rosa Julia Billiart (1752-1816) nació en Cuvilly, en Oise, Francia, en el seno de una familia de comerciantes venidos a menos, por lo que tuvo que trabajar desde muy pequeña para ayudar a su familia.

De niña la pequeña Julia aprendió el catecismo de memoria, y todos los días se la oía alabar a Dios. A los 22 años estuvo presente cuando su padre sufrió un atentado contra su vida, y debido a la impresión le sobrevino una parálisis de ambas piernas.

Pero esto no la desanimó, y bajo la conducción de su párroco se dedicó a la práctica de la caridad y a enseñar el catecismo a los niños.
Durante la Revolución Francesa fue acusada de dar albergue a sacerdotes y por el cargo de brujería; los revolucionarios pretendían quemarla viva, pero ella consiguió escapar, refugiándose finalmente en Amiens tras largas y penosas tribulaciones.

En 1804 funda en Amiens el Instituto de Hermanas de Nuestra Señora, cuya finalidad era dar a conocer el catecismo a los niños y formar catequetas. De manera milagrosa, ese año Santa María Rosa Julia Billiart recupera la facultad de caminar.

En 1809, sin embargo, tiene que salir de Francia, encontrando refugio en la vecina Bélgica. Ahí funda conventos en Namur, Gante y Tournai. Para 1816 su salud es ya muy deficiente. Santa María Rosa Julia Billiart falleció un día como hoy mientras recitaba el Magnificat.

Fue beatificada por San Pío X en 1906, y canonizada por Paulo VI en 1969.