Tiene un nombre formulado con una referencia explícita al nombre de su padre, bar Talmay, que significa precisamente "hijo de Talmay". El origen de este nombre es probablemente arameo.
De Bartolomé no tenemos noticias relevantes; en efecto, su nombre aparece siempre y solamente dentro de las listas de los Doce y, por tanto, no se encuentran jamás en el centro de ninguna narración. Pero tradicionalmente se le identifica con Natanael: un nombre que significa "Dios ha dado". Este Natanael provenía de Caná (Jn 21,2) y, por consiguiente, es posible que haya sido testigo del gran "signo" realizado por Jesús en aquel lugar (Jn 2,1-11). La identificación de los dos personajes probablemente se deba al hecho de que este Natanael, en la escena de vocación narrada por el evangelio de san Juan, está situado al lado de Felipe, es decir, en el lugar que tiene Bartolomé en las listas de los apóstoles referidas por los otros evangelios.
A este Natanael, Felipe le comunicó que había encontrado a "ese del que escribió Moisés en la Ley, y también los profetas: Jesús el hijo de José, el de Nazaret" (Jn 1,45). Como sabemos Natanael le manifestó un prejuicio más bien fuerte: "¿De Nazaret puede salir algo bueno?" (Jn 1,46). Esta especie de contestación es, en cierto modo, importante para nosotros. Nos permite ver que, según las expectativas judías, el Mesías no podía provenir de una aldea tan oscura como lo era precisamente Nazaret (ver también Jn 7,42). Pero, al mismo tiempo, pone de relieve la libertad de Dios que sorprende nuestras expectativas manifestándose precisamente allí donde no nos lo esperaríamos. También sabemos que en realidad Jesús no era exclusivamente "de Nazaret", sino que había nacido en Belén (Mt 2,1; Lc 2,4) y que, en último término, venía del cielo, del Padre que está en los cielos.
Felipe en su réplica, dirige a Natanael una invitación significativa: "Ven y lo verás" (Jn 1,46). Nuestro conocimiento de Jesús necesita sobre todo una experiencia viva: el testimonio de los demás ciertamente es importante, puesto que por lo general toda nuestra vida cristiana comienza con el anuncio que nos llega a través de uno o más testigos. Pero después nosotros mismos debemos implicarnos personalmente en una relación íntima y profunda con Jesús. Análogamente los samaritanos, después de haber oído el testimonio de su conciudadana, a la que Jesús había encontrado junto al pozo de Jacob, quisieron hablar directamente con él y, después de ese coloquio, dijeron a la mujer: "Ya no creemos por tus palabras; que nosotros mismos hemos oído y sabemos que este es verdaderamente el Salvador del mundo" (Jn 4, 42).
Volviendo a la escena de la vocación, el evangelista nos refiere que, cuando Jesús ve acercarse a Natanael, exclama: "Ahí tenéis a un israelita de verdad, en quien no hay engaño" (Jn 1,47). Se trata de un elogio que recuerda el texto de un salmo: "Dichoso el hombre… en cuyo espíritu no hay fraude" (Sal 32,2), pero que suscita la curiosidad de Natanael, que replica asombrado: "¿De qué me conoces?"(Jn 1,48). La respuesta de Jesús no es inmediatamente comprensible. Le dice: "Antes de que Felipe te llamara, cuando estabas debajo de la higuera, te vi" (Jn 1,48). No sabemos qué había sucedido bajo esa higuera. Es evidente que se trata de un momento decisivo en la vida de Natanael. Él se siente tocado en el corazón por estas palabras de Jesús, se siente comprendido y llega a la conclusión: este hombre sabe todo sobre mí, sabe y conoce el camino de la vida, de este hombre puedo fiarme realmente. Y así responde con una confesión de Fe límpida y hermosa, diciendo: "Rabbí, tú eres el Hijo de Dios, tú eres el Rey de Israel" (Jn 1,49).
Sobre la sucesiva actividad apostólica de Bartolomé - Natanael no tenemos noticias precisas. Según una información referida por el historiador Eusebio, en el siglo IV, un tal Panteno habría encontrado incluso en la India signos de la presencia de Bartolomé (Historia Eclesiástica V, 10, 3). En la tradición posterior, a partir de la Edad media, se impuso la narración de su muerte desollado, que llegó a ser muy popular.
Concluyendo, podemos decir que la figura de san Bartolomé, a pesar de la escasez de informaciones sobre él, de todos modos sigue estando ante nosotros para decirnos que la adhesión a Jesús puede vivirse y testimoniarse también sin la realización de obras sensacionales. Extraordinario es y seguirá siendolo, Jesús mismo, al que cada uno de nosotros está llamado a consagrarle su vida y su muerte.
RELIQUIAS
Las reliquias de San Bartolomé, según una tradición, fueron enterradas en la isla de Lipara y eventualmente fueron trasladadas a Benevento, Italia y después a Roma adonde las habría llevado el emperador alemán Otón III en el año 983. Actualmente se veneran en la iglesia dedicada a él en la isla Tiberina ("Isola San Bartolomeo") del río Tiber. Se dice que la Reina Emma, la esposa del Rey Canute entregó uno de sus brazos a Canterbury en el siglo XI.
ICONOGRAFÍA
En la iconografía se le representa con barba, un libro y un cuchillo (utilizado en su martirio).
San Bartolomé es patrón de los carniceros, fabricantes de libros, guantes, pieles, zapateros, sastres, mercaderes de queso, viñadores, albañiles y otros. Se le invoca contra desórdenes nerviosos.
ORACIONES
Oración: Oh, Dios omnipotente y eterno, que hiciste este día tan venerable con la festividad de tu Apóstol San Bartolomé, concede a tu Iglesia amar lo que el creyó, y predicar lo que él enseñó. Por Nuestro Señor Jesucristo. Amén
Oración: Afianza, Señor, en nosotros aquella fe con la que san Bartolomé, tu apóstol, se entregó sinceramente a Cristo, y haz que, por sus ruegos, tu Iglesia se presente ante el mundo como sacramento de salvación para todos los hombres. Por Jesucristo, nuestro Señor. Amén.
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